10. “No quiso que lo encontrara”
Mi cara de absoluta sorpresa le avisó a Dave que yo no tenía idea de esos sentimientos que decía sentir hacia mi.
—¡No me mires así—demando mirándome a los ojos—¡No es como si te estuviera pidiendo matrimonio!…No aún…
Pensé bien que le diría, analizando las posibles respuestas que podría ofrecerle antes de rechazarlo definitivamente, pero es que no tenía una respuesta adecuada, no tenía una excusa lo suficientemente buena. No me venía nada a la mente en absoluto.
—Dave, yo… yo…—repetí buscando algo que me ayudara a salir del tema.
—Tú no estás lista para una relación —terminó respondiendo él por mí y yo solo asentí con la cabeza.
—¿Y que te parece si empezamos conociéndonos mejor? Si que ninguno de los dos invada el espacio del otro—sugirió poniéndose de pie para sentarse junto a mí en el sofá—Mi nombre es David Brown, soy médico cirujano— se presentó con una expresión pícara en los ojos que le iluminó el rostro. No pude hacer otra cosa que reír— Me gusta el café—, continuó diciendo—las galletas, pero sobre todo me gustas tú— recalcó y por la forma en que me estaba recorriendo con su mirada ardiente, comencé a sospechar que en cualquier momento me besaría.
—Soy Camil De la Fuente, médico residente del último año de la especialidad de cirugía, y como bien dijiste no sé cómo empezar una relación.
—Tu tranquila, de eso me encargo yo…yo te enseño— acotó haciendo que me riera otra vez. —Ahora dime algo,¿Al menos te gusto?— enarcó una ceja mientras me interrogaba cómicamente dramatizando espanto como si yo hubiese omitido información de vida o muerte.
—Eres atractivo Dave, Muy atractivo, un hombre atractivo y sexy, y te admiro, ni te imaginas como te admiro…— él no me dio tiempo a formular el «pero» y se acercó peligrosamente acortando el espacio entre nosotros, hasta que su nariz rozó la mía, dejándome sin habla.
—¿¡Te gusto!?— insistió sorprendiéndome con su cercanía. Era una pregunta, era una afirmación y también una súplica, para que lo aceptara.
En un día cualquira, estuviera saltando de alegria, pensando que ese era mi puto día de suerte. ¡Si, si le hubiera dicho que si… que me gustaba! Además, le hubiera confesado que aunque quisiera comenzar despacio, si me interesaba tener una relación con él.
Pero hoy… Hoy el rostro de Farid no se me iba de la mente. Hoy el fantasma del pasado había vuelto a parecer como una mancha de petróleo en el mar.
—Dave…— susurré tratando de detenerlo, pero él entendió todo lo contrario.
Su boca sensual y masculina se pegó a la mía, y embriagándome con el aliento fresco mezclado con chocolate y café. El beso era suave, nada invasivo, incluso respetuoso. A pesar de tener a otro hombre en la cabeza, el beso no me desagrado. Se notaba que a pesar de lo contenido que había estado, Dave Brown era un experto besador. Incluso creo que podía haber disfrutado mucho más, si cierto fantasma de ojos verdes no hubiera estado rondándome.
El timbre de la puerta lo obligó a separarse de mi. Yo casi me puse de pie de un salto buscando restarle importancia a lo que acababa de ocurrir.
Caminé y abrí la puerta pensando que se trataba de Emira y la señora Madelein, pero por supuesto que estaba equivocada. Era Martha tan oportuna como siempre.
—¡Tú eres una mujer con demasiada suerte, Camil de la Fuente!—sentenció al entrar por la puerta.
Avanzó como perro por su casa hasta que su mirada chocó contra la imponente figura del jefe de cirugía del hospital, que la observaba risueño y cruzado de brazos. Realmente se le marcaban muchísimo los fuertes brazos y las caderas se notaban estrecha con relación al ancho de sus hombros.
Yo podía estar pensando en Farid… pero aún así no dejaba de reconocer que Dave Brown, estaba como quería.
—¡Dave!–chilló Marta fingiendo sorpresa, y rodé los ojos. —¡No sabía que frecuentabas la casa de Camil!
«¡¿En serio?! ¿Yo tenía que aguantarle esto a la Santa Celestina?»
¡Si será cínica! Si ella misma fue quien sin pelos en la lengua le proporcionó a Dave la dirección de mi apartamento. Sencillamente cerré la puerta y la seguí para sentarme en la butaca donde había sentado Dave antes.
—¿¡Vienes sin avisar!?… y además, ¿¡te comes mis galletas!?—acusó Marta a Dave en tono de broma al tiempo que alargaba para tomar del plato una de las galletas del cirujano.
—Camil, y ahí coché está seguro en el parqueo de tu es edificio, así que… ¡las llaves de mi coche donde las vea!
Dave se puso de pie para despedirse… de seguro estaba exhausto después de que amaneció de pie en el quirófano. Le depositó un beso a mi amiga en las mejilla y se encaminó hacia a mi. Yo también me paré para despedirlo.
—Olvidé preguntarte por completo ¿cómo dejaste a tu primo en su hotel? ¿se sentía mejor?—inquirio Dave preocupado, sin sospechar que el primo me robaba la calma de todas las formas posibles, aún si estar presente. Aún así no pude evitar sentir repulsión por aquel apelativo de “ primo”.
—Él estará bien—respondí escuetamente y sin entrar en detalles innecesarios. Marta por detrás de Dave me lanzó una mirada sarcástica cargada de ironía, y enarcando una ceja hizo una mueca divertida con la boca. La muy idiota se atrevía a burlarse de la mentira que le había contado a Dave. Aveces me replanteaba como esa perra sarcástica había terminado siendo mi mejor amiga. Me concentré en responderle a Dave sin volver a reparar en Marta.—Él estará poco tiempo en la ciudad—informé, no estaba del todo segura de ello, o al menos eso prefería yo creer por el bien de mi paz mental.
—Si necesitas ayuda con algo, tu solo llámame. Así sea con tu primo, o otra cualquier cosa, llámame— se despidió y me besándome la lmejilla muy cerca de la comisura de mis labios, dejando a Marta literalmente con la boca abierta.
Salió por la puerta de mi apartamento, no sin antes voltearse a mirarme una vez más y decirme con su mano derecha.
—¡Ya cierra la boca Marta!—soltó Dave cuando ya iba caminando por el corredor—¡Te van a entrar moscas!
Marta se puso de pie rápidamente y caminó hasta la puerta y la cerró de un solo empujón, para después abordarme llevandome con ella al sofá casi con euforia. Poco le falto para ponerse a pegar gritos de perra loca desquiciada.
—¡Usted Camil De La fuerte es una mujer gin suerte!—repitió con una sonrisa cómplice en los labios.—¡Melissa tiene que saber esto!¡Tiene que saber que perdió la apuesta!
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: DOCTORA DE DÍA, MADRE SOLTERA DE NOCHE. SERIE LOVE MEMORY.