11 “El Señor Árabe”
CAMIL DE LA FUENTE
Después de que Marta se fue, me quede pensativa y distraída. Aunque estaba clara que no me podía dar ese lujo. Mi hija estaba en casa y me abordaba con una pregunta nueva cada día segundos.
Emira definitivamente era una niña demasiado despierta.
—Mami…— llamó desde su habitación y le respondí enseguida.
—Si bebé…
—¿Puedes venir, por favor?—insistió y fui por ella. Me recosté al umbral de la puerta y la mire con todo el amor del mundo. Emira era la mejor parte de mi vida, la mejor parte de mi.
—¿Pasa algo bebé?— pregunté suavemente.
—Estaba pensando mami… — casi balbuceó, y Emira no solía ser tímida ni recatada para decir nada así que me extraño bastante. Entré en la habitación y me senté junto a ella en la cama.
—¿Acerca de que estuviste pensando bebé?— insistí y ella me desarmó observándome con esos ojos profundos capaces de cruzarme el alma de lado a lado.
—Acerca de lo que dijo la señora Madelein, mami…—respondió por fin— Yo quiero un papá como Aladino—dijo al timpo que me miraba con ojos suplicantes.
—Bebé… — musité sin saber que más decirle.
—En las noticias del mediodía… dijeron que en tu hospital hoy había un señor muy arábe y muy importante…
Quede absolutamente sin habla, muda de la impresión. Emira no tenía que sospechar siquiera de la existencia de ese «señor arábe» en específico. Yo sabia que a Madelein le encantaba poner noticias en los canales locales mientras cocinaba, pero nunca imaginé que los medios locales tomaran como un suceso la presencia de un jeque en Atlanta. Quizás su sola presencia no era noticia… pero la participación de un jeque en un accidente múltiple de gran magnitud, quizás eso si era noticia.
—Si bebé— logré articular finalmente—quizás si había un señor árabe importante en el hospital…
—¡Mamiiii!… ¡es mi Aladino¡ ¿Puedes preguntarle por favor si quiere ser mi papá?— mi hija hablaba con emoción y con ojos suplicantes. Un sentimiento demasiado parecido a la culpa me cubrió de pies a cabezas.
¡M@aldito Farid! Aunque ciertamente no tenía culpa de esto, o por lo menos no conscientemente.
—Emira—trate de explicarla con una dulzura extrema— Ese señor Árabe ya se fue del hospital, cariño.
Me aseguré de que estuviera bien dormida, la cubrí con su manta favorita, y espere alrededor de una hora su lado absorta en mis pensamientos mientras que repasaba su rostro que me sabía de memoria y acariciaba sus cabellos azabaches que resaltaba la piel blanca y suave de la tez. Las pestañas largas y negras eran arte. Emira era mi tesoro…el único que había conseguido a lo largo de los años. En mi estaba impedir que sufriera.
Es que siempre lo supe…desde el día que di a Luz. Si esa niña sufría… yo sufriría el doble o el triple.
Cerca de las once de la noche me obligue a reincorporarme, y levantarme para irme a mi propia habitación . Le besé la frente a mi niña, con cuidado de no despertarla. La vi hacer un divertido puchero pero siguió plácidamente dormida.
Apague la luz principal de la habitación, y dejé una pequeña lámpara decorada con las princesas de cuentos de hadas encendida.
Estaba exhausta, desde que salí de la guardia no había descansado, y necesitaba dormir dos horas continuas.
Ahora con el tormento de haber visto a mi hija llorar por un padre, estaba casi segura que me sería difícil conciliar el sueño.
Siempre pensé que yo era suficiente… que mi amor sería suficiente para mi hija. Que ninguna de los dos necesitaríamos a Farid para nada… ahora me daba cuenta que había sido yo una ilusa…y que este episodio llorando por su padre, era el primero si, pero no sería el último.

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Los comentarios de los lectores sobre la novela: DOCTORA DE DÍA, MADRE SOLTERA DE NOCHE. SERIE LOVE MEMORY.