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DOCTORA DE DÍA, MADRE SOLTERA DE NOCHE. SERIE LOVE MEMORY. romance Capítulo 103

RESULTADOS DE UN DESASTROZO ADN

CAMIL ARAY.

Salimos de la clínica, felices. Más bien radiantes y más emocionados lo creía verdaderamente imposible. Ahora si era un hecho rotundo que seríamos padres de otro bebe, uno que contaría con ambos la vida entera.

Los juegos del destino, nuestros errores pasados, los miedos y dudas, habían hecho que yo hubiera criado sola a Emira, y había sido un esfuerzo enorme con muchas noches de soledad.

Ahora reescribiríamos una historia totalmente diferente. Seríamos la familia que nuestros hijos necesitan que fuéramos. Ya nada parecía poder impedirlo, ni siquiera el que Farid perdiera el acceso a sus zonas petrolíferas, lograría separarnos.

Y mira que habían intentado separarnos con fuerza demencial, tanto Mara y Dave, y ahora Abdel Kaya y su hija.

El auto cruzó la avenida, y en muy poco tiempo entramos en la calle dos de estába situada la nueva mansión.

El conductor dijo algo, y Farid se volvió a la defensiva muy rápido.

Miré por la ventana y entonces supe que era lo que andaba mal.

Fuera de la verja de la casa estaban Abdel Kaya, y su hija, mirando la camioneta en que viajábamos con cara de pocos amigos.

Farid bajo como un león dispuesto a defenderse y a defenderme, de la indeseable visita. Mi pobre arabillo pensó que cambiarnos de casa, haría que no fuera tan facil localizar la nueva dirección, pero ahí estaba ese par listos para molestar.

Miré a través de los vidrios del coche, y era un hecho que las cosas se pondrían difíciles afuera. Decidí bajarme tras Farid, pues por la expresión asesina que vi en el rostro de mi futuro esposo, era probable que tomara del cuello a Abdel Kaya y terminára en una comisaría detenido en menos de quince minutos.

—¿Qué hace en mi casa Abdel Kaya? Los asuntos que podamos tener pendientes, están en manos d e nuestros abogados— siseó Farid acercándose peligrosamente al árabe.

—Debe saber muy bien que no vengo a verlo a usted—vociferó Abdel, y todos quedaron en silencio.

—¡Váyase de aquí!— gritó Farid visiblemente alterado.

—¡No me iré!¡No lo haré! ¡Y presumo que usted sabe la razón de mi negativa!—insistió aquel hombre a un Jeque estaba muy lejos de ser razonable o tranquilo. Es que Abdel Kaya había presionado mucho a mi arabill, había tirado y tirado de la cuerda, y ya en este momento era prácticamente casi imposible que las cosas entre ellos se solucionaran por La Paz.

—¡Farid!— llamé tratando de hacerlo retroceder— Por favor Farid entra en el coche, o en la casa, pero no hagas un escándalo— rogué y ni voz se escuchó como un chillido—. ¿Y usted? ¿Por qué no se va? No ve el revuelo que causa— avance amenazando al intruso. Podía estar embarazada, pero pelos en la legua no tenía—Si tiene algo que decirle a Farid será en un litigio legal por esas tierras en los tribunales correspondientes, no aquí en mi casa.

—No vine a verlo a él— dijo por fin Abdel Kaya que no parecía tan violento ni exhaltado como Farid, no se parecía a la actitud que tenía una semana atrás en aquella pista de aterrizaje—¡ Vine a verte a ti! — alegó por fin, rendido, como si pronunciar esa frase lo hubiese librado de un peso. Su hija avanzó hacia su padre y solo asintió con la cabeza.

—Yo no entiendo— dije un poco perdida—¿A mi?¿Por que a mi?

—¡Habiba! Regresa al coche. Estás embarazado por todos los cielos. Regresa al coche y entra a la casa y yo despacharé a los merodeadores de propiedades ajenas.

—¿Por qué quiere verme?— Pregunté con curiosidad—. ¿Es que acaso quiere que yo renuncie a Farid por propia voluntad? ¿Es eso?¿para que al fin pueda casar a su hija y deshacerse de ella y la responsabilidad que implica cuidarla.

—¡Noooo!— expresó el patriarca de los Kaya , que debía andar cerca de los cincuenta años—. He venido a verte, porque tú también eres mi hija.

Puedo decir que sentí que la escena se congelaba en ese instante. Palidecí y el piso prácticamente desapareció de mis pies. Si no fuera porque el arabillo me sostenía a mi lado, creí que me desmayaría en cualquier momento.

—¡Dios! ¡Fue solo una confusión!— expresé con cansancio—. El laboratorio se pudo haber equivocado también en los nombres. Quizás solo fue eso, quizás solo cambió los nombres.

Otra vez Yamila se acercó a mi, con rostro de profundo arrepentimiento. Saco de su bolsa otro sobre.

—Al principio papá y yo, solo nos indignamos pensado que era una estratagema de Liam, el abogado. Luego hicimos analizar las muestras, pero esta vez, comparamos la tuya con la mía, y mira… nuestras muestras coinciden en un porciento altísimo. No hay duda… somos hermanas.

—Somos hijas del mismo padre biológico—dije sin acabar de convencerme. Si esa noticia era verdad, eso es lo que éramos. Sencillamente hijas del mismo padre biológico. La palabra hermana no cobraba sentido para mi al mirar esa mujer, y mucho menos la palabra «padre» al pasar la vista por el hombre que tanto había insistido en perjudicar a Farid de ese modo.

Mi cabeza era una maraña de enredos. Y en el medio de todo otra vez se volvía a colocar Mara. Por supuesto que ella supo toda la vida quien era mi padre, y nunca emitió un sonido al respecto. No dijo ni el clásico «Pío». Ah, eso si… Conocía a Abdel Kaya, y como no, si era el mejor amigo y socio del padre de Farid.

—Sé que nos hemos portado como los tarados más egoístas e insoportables del mundo. Incluso sé que nos deben estar odiando, pero no somos malas personas Camil— ella hizo una pausa mirándome a los ojos.— Papá solo quería ayudarme, esta desesperado. Estoy embarazada también, tengo casi cuatro meses, y no hay nadie que se quiera hacer cargo de mi hijo. Para una mujer árabe, ese será el fin. No sabes lo que eso significa— dijo ella, y los hermosos ojos verdes se le aguaron inmediatamente.

—No tienes porque criar a tu hijo en Arabia, puedes quedarte en América— le dije, y si, sabía que su sociedad machista y arcaica la lapidaria hasta matarla en plena calle.

—Yo no tengo a más nadie Camil. Solo cuento con mi padre, mi madre murió, y solo somos nosotros dos. Papá no quería deshacerse de mi, quería un marido para salvar su honra y la mía.

—Entiendo… pero eso no lo hace a él mi padre, ni a ti mi hermana— dije apoyándome en Farid que miraba la situación en silencio. Ya después hablaría con él. Pues conocía todo esto y tampoco dijo ni una mísera palabra al respecto. Entendia el por qué lo había hecho… pero no podía protegerme de todo.

—Para mi ha sido también una sorpresa hija— murmuró por primera vez Abdel Kaya. — Pero juro que Mara jamás me lo dijo, incluso nunca más supe de ella, ni la vi. Te juro que no tenía idea de que habíamos engendrado una hija. Por ese tiempo aún no me había casado con la madre de Yamila, pude haberme casado con ella, por darte un hogar, más ella nunca me lo dijo.

—Mara es una mujer muy particular—espeté porque de verdad que no dejaba de sorprenderme.

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