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DOCTORA DE DÍA, MADRE SOLTERA DE NOCHE. SERIE LOVE MEMORY. romance Capítulo 107

ATERRADOR HOSPITAL

CAMIL ARAY

Una semana después las cosas se habían aplacado un poco en el hospital. Al parecer se habían acostumbrado nuevamente a mi presencia. Era evidente que encontraron un chisme nuevo y yo y mis problemas dejamos de ser noticia.

Después de sobrevivir los dos primeros días de ser el tema preferido de los comentarios y chismes de pasillo, las aguas parecían ir tomando su curso.

No era lógico que dejara la mitad de mi especialización en cirugía, solo porque estaba embarazada, o porque había un maldito prófugo tratando de intimidarme con su ausencia. Si perdía los tres meses que me faltaban, tendría que esperar prácticamente más de un año para lograr titularme como cirujana general.

Mi embarazo no era un inconveniente, ni me imposibilitaba para realizar mi trabajo, más aún cuando mi bebé estaba sano, y no corría riesgo de ningún tipo. La droga ya no estaba en mi sistema, y por suerte no había logrado penetrar al saco gestacional.

Mi familia era lo primero, pero mi carrera, al menos para mí, también era importante. Me había esforzado mucho por salir adelante, a pesar que los primeros años en la escuela de medicina fueron terribles, así que me merecía cumplir el sueño que nunca tuve de niña como mi hija, pues nunca me imaginé que sería medico; mas ahora mismo no me imagino desempeñándome en otra profesión.

Había dejado mucho de mi misma, tratando de ser cirujana, y en la recta final, pues no iba a rendirme así tan sencillo.

El remplazo del jefe de cirugía ya había llegado, y era un médico brillante de traslado de Seattle. Ya había organizado a los aspirantes que como yo estábamos a punto de graduarnos, así a que solo restaba echarle muchas ganas para por fin lograr nuestras metas profesionales.

En casa, Farid y yo estábamos mejor que nunca. La sombra que significaba Abdel Kaya, sobre él, había desaparecido. Y la ausencia de esa tensión sobre nosotros se sentía muy bien, bastante teníamos con lo del juicio, lo de Mara encarcelada, y lo de Dave prófugo, manteniéndonos con el credo en la boca por el temor de un posible atentado.

Yo trataba de mantenerme serena… pero el Árabe Bruto… él era otra historia.

Farid era como el mar: en calma y profundo cuando estaba tranquilo, pero feroz y mortal cuando perdía el control, o lo empujaban demasiado fuerte los vientos. Su temperamento podía ser tan destructivo como una tormenta, pero a la hora de amar, lo hacía también con la misma intensidad.

Así que con algunas cosas buenas, y otras un poco complicadas aun, nos sentíamos más instalados en la nueva mansión, a gusto.

La sombra de o que había pasado iba desapareciendo, y solo deseábamos reconstruir lo que se había roto, cuando la confianza falló. Aun así… yo estaba feliz.

Emira también estaba radiante, pues ya teníamos fecha para la boda, y ella se sentía una protagonista más, de todo. Me gustaba que se sintiera incluida, más cuando ya tenía que darle la noticia de que tendría un hermano menor, que eso en cierto modo podría levantar un poco sus celos.

Había leído en diferente bibliografía de respetables psicólogos infantiles que eso podía significar para ella un cambio. Así que antes de simplemente darle la noticia, tenia que sentirse importante, y como parte indispensable de nuestro núcleo familiar.

A pesar de todo, ya creímos estar listos para darle a la niña la noticia. Así que esa noche durante la cena le contaríamos que felizmente, mama y papa le regalarían un hermanito, en muy poco tiempo. Farid insistía en hablarle de la cigüeña, cosa que yo siendo medico negué rotundamente.

—Habiba, No creo que sea prudente explicarle a la niña que los padres y las madres hacen cositas…—trato de explicarme él sacándome una sonrisa.

—Si de ti depende, Farid, esa niña no sabrá que existen las relaciones sexuales hasta pasados los veinte años— bromeé, porque estaba seguro que la pobre Emira la tendría difícil cuando tuviera que convencer a ese bruto de tener novio, o mejor dicho, Farid tendría canas nuevas después de eso, pues con lo caprichosa que era nuestra hija…—.¡Hay formas educativas y sanas de explicar lo que ocurre entre un hombre y una mujer, hasta que el bebe nace del vientre de su madre! —explique divertida de esa actitud tan arcaica—. De todas formas se lo enseñan en la escuela, Habibi. ¡Mejor que seamos nosotros quien la pongamos al corriente!

—¿En las escuelas enseñan eso? — pregunto Farid muy pensativo, —No hay forma, por más que lo pienso…que me parezca “sana” para decirle a Emira que eso que tu y yo hacemos es… ¡No Camil! Lo que tu y yo hacemos no se lo podemos decir a la niña. Probemos mejor con lo de la cigüeña.

—Lo que tu y yo hacemos, es natural— le dije aguantando la risa, para tratar de parecer lo más seria posible—Además fuera más “sano” si no fueras tan “bruto”. Es que te gusta darme como a gaveta que no cierra; pero si lo hicieras despacio…

—¡No te gustaría! Si fuera blando y sutil, no te gustaría— anunció él rápidamente y antes de que pudiera reaccionar ya estaba sobre mi listo para devorarme a besos. —A ti también te gusta que sea así… que te empotre contra el muro, y que n te de tregua.

—¡Si! — dije sin ningún deje de timidez— ¡Me conoces demasiado bien Habibi¡Me corta la respiración que seas así de bruto!…. Así de pasional… Tan violento y tierno al mismo tiempo, y no… no quiero que sea sano… quiero que seamos siendo tú y yo.

Nos quedamos allí, en la habitación, disfrutando de esa intimidad mágica que se creaba entre nosotros cuando nos apartábamos del mundo exterior.

Mucha gente piensa que la intimidad tiene que ver con el sexo, pero se equivocan. La intimidad tiene que ver con la verdad. Cuando te das cuenta que puedes contarle tu verdad a alguien, cuando te das cuenta que puedes mostrarte a alguien, cuando te desnudas delante de alguien, y su respuesta es “¡Conmigo estas a salvo!”… eso es intimidad.

{***}

Esa noche durante la cena por fin le terminaríamos contando a Emira un poco de las dos versiones, así que estaba un poco nerviosa. Era normal sentir nervios, pues mi hija era demasiado despierta y era capaz de hacer las preguntas mas extrañas… y mas difíciles posibles al respecto.

Farid y ella fueron directo a la mesa, que ya estaba dispuesta, y yo terminé por llevar a la mesa los vegetales al vapor, y el asado de ternera que el arabillo había preparado, antes de comenzar a ayudar a la niña con la tarea del colegio.

El momento había llegado, y Farid me miro asustado, como si con la mirada me estuviera preguntando si sería prudente decirle ahora, o seguirlo posponiendo. Asentí con decisión, para hacerle saber que era mucho mejor salir del asunto, como dice el refrán… al mal paso, darle prisa. Era preciso que fuera esta noche, pues al día siguiente yo estaría de guardia en el hospital, y saldría tan agotada, que mejor que todo estuviera ya arreglado.

Garraspé mi garganta y pase saliva, ganando con eso la atención de la niña. Sus ojitos verdes me observaron expectante, y sonrió dulcemente, y dos pequeños hoyuelos se marcaron en sus mejillas.

—Todos los cirujanos de este hospital están aquí— le dije aceptando— No importa la especialidad, están tratando de ayudar. Jamás había visto algo así.

—Es triste Camil— musitó ella sin perder el tiempo y con unas tijeras cortando la ropa de uno de los bomberos— Estuve en la guerra, y esto solo se compara con las victimas del disparo de un mortero, o de misiles lanzados desde el aire.

Estábamos al tope de nuestra capacidad, y ya los quirófanos destinados a cirugías no programados habían sido ocupados. Si seguíamos así alguien de un momento a otro tomaría la decisión de comenzar a desviar clientes a otro hospital que también estuviera especializado en urgencias, era eso o dejar que nuestros servicios vitales se colapsaran.

De momento las cirugías programadas para el día de hoy habían sido canceladas, al menos hasta que se pudiera controlar la crisis, y estabilizar a los pacientes críticos que seguían llegando.

Dos horas más tarde estaba vendando las quemaduras de la espalda al último de mis pacientes, cuando las sirenas de una nueva oleada de ambulancias comenzaron a escucharse…

Alguien en la sala de urgencias grito que había ocurrido otra explosión que había avivado las llamas, y en consecuencia, llegarían varios bomberos heridos.

Me cambie los guantes y corrí hasta la puerta, la primera ambulancia se detuvo.

—¡Esta critico inestable¡—anunció el paramédico— Presenta una laceración profunda en el abdomen. Lo hirió un fragmento durante la explosión. ¡Quemaduras de tercer grado en e pecho y el abdomen ¡Sufrió un paro cardio respiratorio en el trayecto hacia acá!

La camilla bajó y salí corriendo en busca d un quirófano libre. El nuevo jefe de cirugía, se unió a mi, y fuimos guiados al único quirófano que quedaba libre. El quirófano asignado era uno con el que no estaba lo suficientemente familiariada, pues se usaba para pacientes con riesgo biológico, y las paredes y puertas allí eran distintas, también la forma en que estaba dispuesta el área quirúrgica.

La cirugía fue larga, y el paciente lucho por su vida, pues realmente, con esa herida, y las quemaduras, crei que lo perderíamos de un momento a otro. Odiaba ser pesimista, pero era muy difícil a lo que nos enfrentábamos.

Por fin logramos cerrar el abdomen y comenzamos a aplicar ungüento para las quemaduras y a vendar. Sin dudas ese que estaba tendido en esa mesa quirúrgica, era un hombre con demasiado coraje. Sin dudas los bomberos son todo aquello que pensamos cuando nos imaginamos a un super héroe.

Llevaron al paciente a unas de las terapias intensivas, y quede allí en el quirófano recuperando el aliento, antes de comenzarme a lavar las manos, y a asearme. Uno tras uno fueron saliendo el resto de los doctores y enfermeras que participaron en la cirugía, y momentáneamente me quede sola. Había estado sola en un quirófano cientos de veces, pero esta vez fue distinto.

Me retiré la sobrebata y los guantes rápidamente. También quité gorro de mi cabeza, al tiempo que un sudor frio empapaba mi piel. Estaba bastante tensa, pero no sabia el por qué. Quizás fueron las hormonas las que me tenían así.

Me apure aún más lavando mis manos, y tomé una toalla lista para regresar a urgencia. Caminé a paso apurado a la salida y cuando estaba por alcanzar la puerta me abordaron por la espalda, y la mano de un hombre tapo mi boca.

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