DOCTORA DE DÍA, MADRE SOLTERA DE NOCHE. SERIE LOVE MEMORY. romance Capítulo 110

UNA TERRIBLE NOTICIA

FARID ARAY

El escritorio lleno de planos de la nueva plataforma que se montará en el Golfo Persico, me mantiene concentrado. Me encanta todo lo que hicieron los ingenieros y diseñadores, ya que cumple con todas mis expectativas.

La llamada entrante del jefe del equipo de seguridad, llama mi atención de inmediato. Me alarmo, pero no quiero pensar lo peor, quizás se deba solo un tema de rutina, y no una violacion flagrante a la seguridad de Camil o de la niña.

Tomé la llamada rápidamente, y espero manteniendo la calma que me comunique que esta pasando antes de tensarme antes de saber a ciencia cierta qué está pasando. Lógicamente no deja de parecerme raro, pues en el tiempo que llevan trabajando conmigo, nunca habían llamado a esta hora.

—¡Aray!— respondí como de costumbre al colocar el dispositivo en mi oído.

—Señor Aray, llamó para informarle que uno de los hombres está reportando una amenaza, y no logramos…

—¿Cuál de los hombres?— pregunté ya alarmado— ¡Digame cual!— exigí sintiendo como la garganta se me cerraba y un peso terrible en el estómago.

—El hombre que esta en el hospital cuidando a su esposa, acaba de reportar qué hay un tirador en el interior del hospital— informó aquel hombre con voz pesarosa, que solo predecía desgracias.

—¿Y Camil?¿donde está mi mujer?— pregunté golpeando la mesa con fuerza. Quería tirar todo por el piso de la impotencia que comencé a sentir. Si había un tirador en ese hospital, no podía tratarse de otra persona que ese criminal con cara de baboso, el tal cirujano Dave.

—Mi hombre no logra comunicarse con su esposa. Ya está en el interior del hospital tratando de localizarla. ¡Ya la policía viene en camino!

—¡Saquen a mi mujer de ahí!— gruñí saliendo de la puerta del despacho. La sacaban ellos, o iría yo mismo a sacarla— ¡Ya estoy en camino!

Había pasado casi siete años de mi vida, para por donde casarme con Camil, por poder ser feliz con ella. No sería un médicucho m@ricón y acomplejado quien impediría que me saliera con la mía.

Deje el auto en el mismo medio del parqueo sin preocuparme por a aparcar. La puerta principal del hospital estaba ocupada por la policía.

—¡Señor!¡No puede entrar!— dijo el oficial que estaba restringiendo el paso hasta que la situación fuera totalmente controlada.

—¡Mi mujer está allá adentro!¡Nada impedirá que entre!—troné pasando por el cordón policial que impedía la entrada.

En el vestíbulo estaba el guardaespaldas de Camil, y tan pronto mi vio, su expresión facial me lo dijo todo.

—¡Tiene una rehen!¡Esta en el quirófano siete! Hay una mujer herida!— escuche en el radio de uno de los policías.

—¿La rehen es ella verdad?— pregunté cuando el hombre se acercó, este asintió y lo mire espantado y con tanto miedo como el que no había sentido jamás.