22. “Conversaciones difíciles”
FARID ARAY
Aterricé en Los Ángeles, cuatro horas después. Era demasiado tarde para tratar el tema que tenía pendiente con mi primo Liam. Así que solo bajé en la pista del areopuerto privado y fui directo a la mansión de mi tío en Bevery Hill…
El mayordomo me recibió cerca de la media noche, y el resto de la familia dormía.
Me fui a la habitación que sentía como mía en la casa de mi tío y exhausto me dejé caer en la cama tratando de buscar sosiego. Los descubrimientos recientes me mantenían con el alma pendiendo de un hilo.
Así que no me quedaba más remedio que esperar a la mañana para darle la cara a quien quisiera escuchar la verdad.
A penas logré pegar un ojo esa noche, casi que conté los minutos hasta el amanecer. Una pequeña carita decorada por dos gemas verdes esmeraldas me atormentaban, me apuñalaban el corazón cada vez que pensaba en ella, y en la falta que le había hecho durante todo este tiempo.
Yo debí haber estado allí, sosteniendo la mano de Camil el día que trajo a mi pequeña Emira al mundo… yo debía haber estado allí. «Debí saberlo… debí estar al tanto»
Debía haber estado en todo, en sus primeros pasos, en su primera fiebre, en sus primeras palabras, y en sus primeros berrinches…
Las malas noches de Camil debían haber sido las mías, sus dólares y sus alegrías también debían haber sido mías.
Perdí tanto, tanto que no sabía si fuera capaz de resarcir tantos años de ausencia.
«¿Cómo uno llega tantos años después y anuncia que es el padre que debió haber estado desde el primer momento?»
Un niño de seis años no debería entender esas cosas. No debería comprender ese entramado dramático que resultan ser las relaciones interpersonales de los adultos.
Me levanté de la cama exhausto a la temprana hora, de las seis de la mañana. Pero las sábanas me estorbaban sobre el cuerpo, tenía que tratar «aquel» tema difícil con Liam.
La relación entre ellos siempre había sido de hermanos, de compinches, de mejores amigos.
A Liam le confiaría su vida, y su primo haría lo mismo.
Solo él había terminado arruinando aquella confianza…solo él había terminado acostándose con Camil.
Finalmente salí de la habitación, ataviado con ropa casual, y de color blanco. Mejor vestir los colores de la Paz para mantener aquella conversación.
La casa continuaba desierta y solo mi tío estaba en la terraza viendo el amanecer en soledad.
Mi tío vivía con un inmenso dolor en el corazón y eso le robaba el sueño.
«Mi pobre tío»
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: DOCTORA DE DÍA, MADRE SOLTERA DE NOCHE. SERIE LOVE MEMORY.