27 “Ilusionada Conmigo”
CAMIL DE LA FUENTE
Tomé a mi hija en brazos, nunca me había sentido tan asustada, ni tan aterrada, tanto era así que ni en el momento del parto de Emira, sola en aquel quirófano sin nadie que sostuviera mi mano, me había sentido de esa manera. Mi pecho era ela de un delicado pájaro que vuela kilómetros por encontrar mejores tierras, no importaba cuantas veces había huido, ni cuanto me hubiera intenagado alejar... a fin de cuántas Farid me había encontrado.
Me encamine a mi propia casa llevando a Emira conmigo, que protestaba casi tan histérica como yo. Toda esta situación estába afectando a la niña, y yo no podía ni autorregularme. ¡No hoy, no después de estar segura que Farid había ido a buscar a mi hija!
¿Por qué no se marchó aquella misma noche del accidente... por qué tuvo que tener ese accidente en primer lugar?
Porque aunque lo vi aparecer en la sala de urgencia, tuve al corazonada de que él no se detendría hasta descubrirlo todo. Hasta que no dejara en claro toda la verdad... y todos los secretos fueran expuestos a la luz.
—¡Mamá bájame!¡Mama bájame! Si me llevas Aladino no me encontrará. ¡Mami que ya no soy chiquita!— manifestó Emira, que a sus seis años pesaba como un costal de patatas, y luchaba por liberarse de mis brazos como una serpiente.
—¡Qué no se llama Aladino! —vociferé asustando a mi niña. Nunca le había gritado a Emira, pero estaba tan estresada que ni siquiera sabía que estaba haciendo. El miedo a veces te paraliza… pero en la mayoría de los casos solo te conduce a hacer las peores locuras.
Sabia que tenerle miedo a Farid era irracional, pero eso no mitigaba nada el sentimiento de zozobra emocional que estaba viviendo. Farid no me quitaría a la niña, pero me odiaría tanto que dolería. Podía vivir con su indiferencia… pero no con su odio.
—¡Dile entonces a tu hija como me llamo!— invito fríamente aquella voz retumbó en el corredor, él no había gritado, aún así su tono se había escuchado por encima de la mía. De la nada por la punta del corredor que daba a la escalera apareció aquel hombre de cabello negro azabache y ojos verdes; apuesto, duro con el atuendo de un príncipe azul, pero con la energía del príncipe de las tinieblas—¡Dile Camil…!— su voz era una exigencia tan clara, que no dejaba lugar para titubear.
Emira sonrió encantada cuando lo vio llegar, a aquel hombre que para ella era un amable desconocido que se hacía llamar Aladino, pero para mi significaba la personalización de todos mis miedos juntos.
—¡Aldino! — chilló mi hija tan feliz que poco me faltó para cubrirme los ambos ojos con una mano, ante aquel gesto—¡ves mami! ¡Si vino para ser mi papá! ¡Aladino si quiere ser mi papi! ¡Di que si mami! ¡Di que si!
—¿¡Que hemos dicho de hablar con extraños Emira!?— la regañe pero ignoro abiertamente mi advertencia para lanzarle otra sonrisa a Farid— ¡Entra a la casa, Emira!¡Ve a tu cuarto y ponte a hacer los deberes!— ordené de un grito, y ella refunfuñando obedeció no si antes guiñarle un ojo a su padre. ¡Vaya traidora que había criado! Si la situación no hubiera sido tan crítica me hubiera puesto a reírme a carcajadas de aquella complicidad de Emira con el hombre que había aportado el material genético para formarla.
Cuando la niña desapareció del corredor, mi cuerpo entero comenzó a temblar como una hija una hoja al viento.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: DOCTORA DE DÍA, MADRE SOLTERA DE NOCHE. SERIE LOVE MEMORY.