28 “Tú no ganas, este juego que no tiene ganadores”
CAMIL DE LA FUENTE
—Está bien, hablemos— admití con cansancio—¡Hablemos, pero que no sea aquí!No donde la niña pueda escuchar nuestra airada discusión— le pedí cerrando los ojos, como profesia de lo que vendría a continuación.
—Me parece bien, pero igual no pensaba discutir…— alegó y yo rodé los ojos.
—Tu no discutes Farid, tú te impones… soy yo la que discuto por ti y por mi.
—Así es— admitió él,— y hay cosas que no cambian mucho aunque pasen mil años. ¿Tengo razón?
—¡Si la tienes! Solo espera aquí— le exigí volteándome al apartamento de la señora Madelein que por supuesto estaba mirando la situación por una hendija de la puerta entre abierta.
—¿Puede quedarse con la niña por un rato? Tengo un asunto que tratar con ese señor— le expliqué a la señora Madelein que no le quedó otro remedio que abrir completamente la puerta cuando me vio acercarme.
—Si Camil, pero ese señor que está frente a tu casa, es el mismo que estaba hoy frente al colegio— alegó ella y solo asentí con la cabeza.
—Ese señor es el padre de Emira, señora Madelein. Cuide a la niña, y después le cuento un poco está enredada historia— musité mirando la cara de satisfacción de Farid cuando me escuchó decirle a mi vecina, que era el padre de mi hija.
Camine hacia él, rumbo a la puerta de la casa, entre y fui por Emira un instante.
Estaba en su cuarto, pero lógicamente no había comenzado a realizar las tareas, sino que estaba más ansiosa y en expectativa de lo que ocurría en el pasillo, aquellos acontecimientos no eran parte común de su vida normal por aquella interrupción a su apacible vida la alteraba más de la cuenta.
Yo jamás pensé que yo fuera capaz de reaccionar así, tan vulnerable, tan alterada. Ni que contestaría a gritos cualquier afrenta si Farid se cruzaba en mi camino y en el de mi hija. Quizás debí ser más sutil, menos humana, pero sencillamente los nervios me ganaron. Él tampoco me dio tiempo a acostumbrarme a la idea de ser descubierta… solo apareció de la nada cuando acababa de enterarme que había estado cerca de la niña en el colegio.
—Emira mamá tiene que hablar con ese señor que era allá afuera, y regresara pronto— le informe tratando de ser más ecuánime y negociar con ella. Me agache para quedar a su altura y mirar directamente a sus ojitos, que aunque más calmados, eran una réplica exacta de los del hombre que había dejado esperándome en el corredor.
—¿Te irás a hablar con mi nuevo papá el señor Aladino?— preguntó ella, y si, debo admitir que sentí en ese momentos unas inmensas ganas de zurrar, pero a Farid con un látigo por colocarme en aquella difícil situación. Asentí con la cabeza dejando claro que si, que era necesario aquella conversación.
—Ese señor que está allá fuera Emira, no se llama Aladino, se llama Farid— le aclare y ella me miró decepcionada.
—¿Me mintió entonces?— indagó ella preocupada y yo negué con la cabeza en harás de no destruí sus fantasías. —¿Tampoco es un príncipe entonces, mami?
Asentí con la cabeza, sin proponérmelo, había dejado al señor «Aladino» como un estafador a los ojos de la Doctora princesa. Tampoco es que quisiera estropear la opinión que tenía de su padre, ahora que era un hecho que no lo podría dejar afuera de la vida de Emira d White en adelante, así que trate de resarcir los daños que había causado en la imagen del «señor Aladino».
—Ese señor que está allá afuera, Emira, es un jeque Arabe, que es como un príncipe moderno— le expliqué con tranquilidad y ella soltó el aire que estaba reteniendo en sonoro suspiro.
—¡Me asustaste Mami! ¡Por un momento pensé que no era un príncipe!— casi alcanzó a sonreír por su ocurrencia, pero mantuve la compostura todo el tiempo—La señora Madelein se quedará contigo otro rato hasta que yo regrese. ¿ok?
Ella asintió con la cabeza y accedió resignada a que me llevara a su príncipe.
—Ok, mami. ¿pero si dejarás que sea mi papá?— indago decidida a salirse con la suya.
—Lo pensaré Emira— respondí con el mismo tono que usaba para demostrarle que no siempre se podía salir con la suya, solo que esta vez era un hecho que si lo lograría, pues por más que pensaba no encontraba una manera clara de deshacerme de Farid… que no fuera el homicidio, por supuesto.
—Ok, mami. Solo no seas tan dura con él— me aconsejo mi hijita, y en ese momento entró en la sala la señora Madelein lista para hacerse cargo de la situación en mi ausencia.
Tomé mi bolsa y me encaminé al corredor, en donde apoyado en la pared y con la mirada perdida en algún punto me aguardaba Farid.
—¿Nos vamos?—pregunté con decisión. Siempre he creído en la frase aquella de que al mal paso… darle prisa y hoy más que nunca deseaba ponerla en práctica— En frente al edificio hay una cafetería…
—Lo sé— respondió él.
—Bueno quizás podríamos hablar allí — termine por decir y lo vi de reojo, cuando negaba con la cabeza.
—Si vamos a salir a hablar, será un poco más lejos… de todos modos tengo que enseñarte algo.
—Como el cristal—alcance a responder— Solo espero que te abstengas de comprar una nave espacial—bromeé con toda la intención de pincharlo.
—¡Ahora baja del coche!—ordeno esucadamebte—Te mostraré la casa en la que quiero que vivan tu y mi hija.
Pase saliva, al escuchar aquella ultima frase. No quería discutir, pero aquello estaba totalmente fuera de discusión.
Me gustaba mi departamento, Camil allí tenía su hogar. Ya la renta estaba paga durante el resto del año, yo me había encargado de que así fuera. No solo me iría de mi casa, para complacer a Farid…
Me mordí la lengua tratando de no buscar más temas de desencuentros, bastante teníamos que conversar al ser la primera vez que trataríamos el tema de su paternidad.
Aún tan consternada como estaba no puede dejar de reconocer que aquella casa era una absoluta belleza. Estaba decorada con un gusto exquisito,y me recordaba en cierta forma la casa de Farid en Riad. Estaba segura que él había contratado a una decoradora d e interiores, pero había explicado sus gustos por encima de las tendencias actuales de decoración.
Regresamos al Living después de dar un breve bosquejo para ver todas las instalaciones que conformaban aquella lujosa mansión.
—Es muy bonita— musité aún observando las pintorescas y hermosas lámparas del techo. —Creo que a Emira le gustará.
—Me alegra escuchar eso— comentó Farid emocionado. —Me tienes que contar sus gustos para encargarme de la que todo sea d esu agrado— alegó entusiasmado.
—Es solo una niña de seis años Farid… no tiene gustos complicados— respondí con tranquilidad sentándome en uno de los
Muebles de la sala. De nada serviría alargar el momento de la conversación que debíamos mantener, así que mientras más rápido iniciáramos con el tema, mejor sería.
Farid me imitó y se sentó frente a mi. Me miró a los ojos, e hizo una mueca casi de dolor. Era una ironía del destino tenerlo allí ran calmado, pausado sin perder la compostura después de lo que acababa de descubrir.
Había escuchado a varias personas al referirse a otro decir:… “prefiero que me grite, que se desahogue, pero que diga algo”… y ahora entendía el sentido implícito de esa frase. Casi deseaba ver a Farid ardiendo de ida, que verlo con esa frialdad que solo tapaba las olas de lava del verdadero volcán que ardía en su interior.
—Ahora si, hablemos entonces…—expresó con tranquilidad— Hablemos Camil, como teníamos que haberlo hecho cuando te enteraste que estabas embarazada, o quizás como teníamos que haber hablado un poco antes, cuando se te metió en la cabeza la idea de abandonarme—hizo una pausa y expulsó el aire que tenía en los pulmones—Hablemos Camil, hablemos de cómo llegaste a Odiarme tanto como para ocúltame durante a seis años a mi hija, al tesoro más hermoso y preciado que puede tener un hombre.

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Los comentarios de los lectores sobre la novela: DOCTORA DE DÍA, MADRE SOLTERA DE NOCHE. SERIE LOVE MEMORY.