34 “Un Hombre para no jugar”
FARID ARAY
Si algo había sabido siempre, es que Camil del La Fuente era una mujer realmente hermosa, la más hermosa de todas las que había conocido, o al menos eso pensaba yo. Su juventud, su carisma, su energía absolutamente arrolladora que me dejaba sin habla cuando ella entraba a la misma habitación que yo.
Sabía que ella me superaría, si es que le había llegado a tocar hebras profundas de su ser, solo que cuando se fue mi primer pensamiento fue que ella había jugado conmigo, y que las noches de pasión en la que le había abierto mi corazón para ella no había significado nada.
No fue difícil saber todo lo que había hecho en Arabia a mis espaldas, no fue difícil descubrir que había tratado de instaurar una demanda de acoso en mi contra, que las autoridades por su puesto desestimaron.
Por desgracia para ella en mi país muy pocas personas se atreven a desafiar abiertamente a un Jeque y mucho menos si es una mujer quien pone la querella. Así que su palabra no fue tenida en cuenta… pero eso no significa que lograra que en la Embajada de Estados Unidos si la escucharan, y después de su partida siguieron días difíciles luchando con el enorme problema en que me había dejado enrollado.
Camil no midió las consecuencias de sus actos, y solo logro que me retuvieran no dejándome ir tras ella. Con sus actos se aseguró que, como resultado a sus acusaciones, me hubieran revocado mi visa al país donde había vivido la mayor parte de mi vida. Recibí advertencias directas de que no entrara en los Estados Unidos o seria procesado por secuestro, un delito federal y del que no saldría bien librado.
Y después de todo… después de todo no podía ir contra ella, la amaba por malcriada que fuera. Así que me olvide de todo aquello… Sencillamente la deje salirse con la suya, que hiciera lo que quisiera hacer.
Tampoco me quedaría en aquella casa, donde los recuerdos me asfixiaban, allí estaban no solo los recuerdos de Camil, sino los de mis padres. Por respeto a Liam, y por tratar de cuidar a su hermana fue que me instale en esa mansión, asi que Camil se había ido, ni tenia caso que e quedara.
Mis pensamientos me oprimen el pecho, casi tanto como ver a Camil sonreír, mientras platica alegremente por teléfono con aquel hombre, el tal Dave.
Nunca había sido un hombre celoso… pero la historia empezaba a cambiar.
Caminé y me hice lugar junto Emira, que ensimismada degustaba aquella torta sin prestar atención en lo que pasaba a su alrededor.
—¿Si esta buena la torta? —pregunté mientras le quitaba la cuchara de la mano para comer un poco también.
—Si papi, muy rica—respondió ella mientras me daba un poco más. —Me encanta el chocolate.
—¡Dame más! — pedí otra vez mirando de reojo a Camil, que continuaba demasiado a gusto en aquella conversación.
Tomé otra vez de aquel pastel de chocolate para lograr de aplacar aquello celos enfermizos que me estaban contrayendo el estómago.
—¡Papi! —llamó Emira llamando mi atención— Mi mami dice que comer demasiado azúcar puede provocar una enfermedad que le da a la mayoría de los viejitos.
Sonreí porque mi hija a la corta edad de seis años era prácticamente una enciclopedia médica. Y si, si seguía viendo a Camil hablando con aquel hombre moriría de un coma diabético, porque era un hecho que me comería todo aquel pastel.
Emira se puso de pie y fue a lavarse las manos, luego de haber hecho un desastre con aquella torta de chocolate.
—¡¿Te parece si brindamos?! —propuse poniéndome de pie y acercándome a ella. Sabia que tenia todas las herramientas para ponerla nerviosa, solo que, aunque valía la pena, tenía que estar seguro que estaba dispuesto a apostar esta vez. Emira era algo que no estaba dispuesto a perder si las cosas no iban bien con ella.
Jugar con Camil, era prácticamente jugar con fuego. Sus consecuencias en mi vida habían sido como la lava de un volcán.
—¿Por qué brindaríamos? —preguntó ella coqueta, con toda la intención de seducir. Todo en su lenguaje corporal gritaba que me coqueteaba, pero solo lo hacía porque estaba segura de haber logrado que sintiera celos.
—Por ti… y por mi—respondí enigmáticamente ganándome su atención de lleno—por ti… porque ya deberías saber que tu juego no va a funcionar…—serví dos copas y le ofrecí una que ella tomo sin dejar de mirarme.
—Y por ti…¿por qué por ti? —indago mordiéndose a propósito su labio inferior.
—Porque ya deberías saber que no soy un hombre con el se pueda jugar—le advertí y choque mi copa con la de ella. —¡Pero eso ambos lo sabemos ¡

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Los comentarios de los lectores sobre la novela: DOCTORA DE DÍA, MADRE SOLTERA DE NOCHE. SERIE LOVE MEMORY.