PANDEMINUM PARTE 1
FARID ARAY
—¡No llores! Tú papi solo estaba trabajado con mis papis—musitó con ternura y casi sentí deseos de romperme aún más cuado escuché a Athalia tratando de reconfortar a su prima. Emira era casi dos años completos mayor que su prima, la hija de Liam y Atenea.
—¡Shhh!— acuné a mi pecho a Emira—Todo está bien Princesa Jazmín. Papi está aquí y no volverá a dejarte. Tú prima tiene razón, mamá y papá solo se excedieron un poco en el trabajo el día de hoy.
A medida que el auto continuó avanzado en dirección a la mansión, la aprensión me continuó cubriendo el alma.
Sabia, estaba casi seguro que Camil no estaría en casa, pero tenía que brindarle un poco de tranquilidad a mi hija. Bastante se había alterado con los sucesos de una jornada que al amanecer pareció ser la más común y corriente del mundo.
La única diferencia en nuestra rutina habia sido Mara, y por supuesto mi viaje. «¡Maldito Viaje que no debí realizar nunca!»
Cuando por fin el auto llegó a la casa, el vehículo entró por el parqueo lateral, acercándonos hasta la puerta principal.
—Me encanta la casa Farid, ¿La escogiste tu? — indagó Atenea tratando de hablar de cualquier cosa menos de la situación que apremiaba.
—Si… cuando me enteré lo de Emira— respondí escuetamente.
Por fin entramos por la puerta lateral que daba a la cocina, y toda la primera planta estaba exactamente igual que como la había dejado en la mañana. Incluso una tasa de café a medio tomar que Camil no terminó estaba sobre el mesón de la cocina.
Con la cabeza a punto de explotar volví a valorar las posibilidades reales de lo que podía haber pasado con Camil. Mi imaginación viajaba lanzándome los peores escenarios posibles.
Quizás debería ir al hospital… o quizás a la policía, pero nadie la consideraría desparecida hasta que hayan pasado veinticuatro horas completas.
Tal vez deberia estar ya de camino a su departamento. No se me quita de la mente la terrible sensación de que cada minuto cuenta, que cada minuto perdido podría ser el último para mi habiba. ¡No puedo dejar de pensar que está en grave peligro!
«Es Camil» me digo de nuevo y eso es lo que más alarmado me tiene.
«Para no Camil no hay nada más importante que nuestra hija» me repito como mantra.
«Ella nunca dejaría a la niña tirada, ni un minuto, ni un solo segundo» tuvo que haberle pasado algo terrible y es lo que Atenea alcanza a entender.
El nudo en mi garganta amenaza con no dejarme respirar, y me tiemblan las manos de solo imaginar que algo pudo haberle sucedido o que la pudieron haber lastimado de alguna forma.
Mire los detalles de la casa buscando indicios de su presencia. Las luces estaban apagadas, y solo las luces de emergencias mantenían la estancia en la penumbra.
Accioné el interruptor central junto a la puerta y la casa entera se iluminó.
—Papi, tengo hambre— murmuro Emira a mis espalda, y me volteé con una sonrisa triste en el rostro.
—Yo también— mentí demasiado contrariado para pensar o atinar en algo más que no fuera lo peor. Porque sencillamente a Camil tenía que haberle pasado lo peor.
Atenea con el pequeño Max dormido encima alcanzó a abrió la nevera y sacó unas pizzas pre elaboradas que solo necesitaban unos minutos en el horno.
—¡Quédate con Emira!, necesito ir al hospital, a la comisaría— dije acercándome a Atenea con la voz rota—Pero no puedo más… Siento que voy a enloquecer… Te juro Atenea que no puedo más.
—¡Papi no te vayas!¡No te vayas papá!—chilló Emira, a la que parecía que el episodio de ser llevada a casa de su profesora, después que nadie pasó por ella al colegio, había desatado una ansiedad por separación. Se prendió a mi cintura abrazándome con fuerza.
—¡Tranquila! ¡Tranquila!— la calmé — ¡No iré a ninguna parte si! ¡Estoy Justo aquí! ¡Estoy aquí contigo!¡Mamá vendrá pronto!
Atenea me miró e hizo una mueca, era evidente que no podría salir de esa casa, al menos no sin Emira. Era mejor que esperara que la niña se relajara en casa, que comiera algo, y que consiguiera dormirla.
—¿Dónde puedo acostar al pequeño Max, Farid?— preguntó Atenea que ya estas exhausta de sostener al Niño, que ya estaba profundamente dormido con la cabeza en su hombro—.Creo que para él fue todo por hoy…
—Puedes llevarlo a la habitación de Emira. Es en la segundas planta, la tercera puerta a la derecha— le informe y ella asintió .
—Entonces lo llevaré. ¿me acompañan niñas?— preguntó a su hija y a Emira, y ambas chiquillas negaron con la cabeza.
—¡No, Mom! Esperaré Justo aquí la pizza del tío—anunció la pequeña Athalia y mi hija también asintió como corroborando que no iría a ningún lado donde yo no estuviera.
Atenea subió y yo le quedé tratando de hablar con ambas niñas. La verdad es que eran muy diferentes, Emira tenía el pelo negro como azabache, mientras que su primita era rubia como Liam.
Emira se relajó un poco con la presencia de la niña en la casa y yo también.
Tenía que respirar profundo a cada minuto, para no perder el resto de compostura que me quedaba y así no salir corriendo como un loco buscando a Camil por toda aquella ciudad.
El horno pitó, en señal que la pizza estaba lista, así que tomé un guante y saqué la bandeja.
Por esto ella me insistió que no regresara esta noche… por eso…
Sencillamente pierdo la cabeza, y dispuesto a enfrentarla avanzó en su dirección para despertarla.
Las voces provenientes del corredor me hacen retroceder antes de cometer la peor locura de mi vida, siento que puedo matar a golpes a ese tipo.
La vocecita de Emira me llama, y giró en redondo hecho una fiera herida. No puedo permitir que mi hija vea a su madre, desnuda sobre otro hombre, o a su padre convirtiéndose en un asesino despiadado...
Mi ego de macho ya fue mancillado, pero no hay necesidad de arruinar también la niñez de mi hija.
Retrocedo hasta salir de la habitacion. Tomó a Emira en brazos y salgo hacia las escaleras sin voltearme otra vez. Atenea me espera a mitad de la escalera con su hijo en brazos y Athalia de la mano. Me mira con lágrimas en los ojos, como con lástima. Ella sabe cuánto me mato esta traición.
—¡Nos vamos!— dije al pasar por su lado. No sabía a dónde iría, solo quería salir de aquella m*****a mansión y quemarla hasta los cimientos con esa infiel adentro.
—¿Papi y la pizza?— preguntó Emira que no entendía que rayos estaba pasando. Habían demasiados sucesos para ella.
—A papá se le quemó la pizza— expliqué casi conteniendo las respiración para aparentar sonar relajado—. Mejor vamos por cajitas feliz para todos— murmuré tratando de convencerla.
La verdad es que me estaba llevado el diablo. Me dolía hasta respirar, el sentimiento de sentirme el ser más estupido del mundo no se me iba de la mente.
Cuando nos disponíamos a salir por la puerta apareció en el jardín la peor escoria que había pisado este planeta.
La put@ bruja causante de todos mis traumas, y los de su hija. Solo que ahora no podía culparla solamente a ella de la canallada que había perpetrado Canul en mi contra.
Su sonrisa enferma me desconcierta, y cada carcajada burlona es como si me patearan con fuerza inusitada el abdomen.
—¿Qué haces en mi casa?—troné con Emira alzada en brazos.
—¡Está es casa de mi hija!¡Sabía que ninguno de ustedes era confiable! Pobre de mis hijos que fueron embaucados por seres tan despreciables y poca cosa— vociferó entre carcajadas—.¡Las dos ratas aprovechadas juntas— soltó refiriéndose a Atenea y a mi—. Y con las ratitas pequeñas…
—Sal de vista Mara. Te he aguantado muchas humillaciones, pero ninguna de frente— protesto Atenea soltando chispas por los ojos. —Así que hoy no intentes nada, o perderás los dientes y parte de la mandobula.
—Tenía que conocer a los bastardos… a la basura, a los sangre sucia que mancharon mi familia— escupio con odio Mata y me impuse entre ella y Atenea.

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Los comentarios de los lectores sobre la novela: DOCTORA DE DÍA, MADRE SOLTERA DE NOCHE. SERIE LOVE MEMORY.