CAMIL ARAY
UNA TERRIBLE SENSACIÓN
Los fuertes truenos de una terrible tormenta me despiertan, me pesan los párpados y me cuesta despabilarme.
Me extraña, no siento el cuerpo duro de mi Árabe bruto a mi lado y me muevo por la cama para encontrarlo tratando de acurrucarme contra su cuerpo.
Tengo frío y aunque intento pensar, solo mi mente divaga sin lograr concentrarme, me siento exhausta y la fuerte soñolencia me gana, solo deseo seguir durmiendo.
Finalmente desisto, al percatarme que estoy sola en la cama, Farid debe haber ido al baño, o quizás a Emira también la despertaron los estridentes relámpagos acompañados del fuerte estruendo que le sigue. Su padre debe estar con ella.
Será mejor que vaya a ver, a Emira no le gustan los truenos.
Finalmente abro los ojos y me sorprendo al encontrar las cortinas de la habitación abierta. A Farid no le gusta la luz para dormir, es algo así como una manía suya.
Bajo los pies de la cama y apartó las cobijas y me sorprendo demasiado de mi desnudez, no recuerdo haberme acostado así. Me restriego los ojos con la mano derecha, mientras que trato de observar un punto fijo en la pared para recuperar el equilibrio, que parece haberme abandonado del todo.
Repaso la habitación con la mirada, y los detalles no pasan desapercibidos ante mi ojo crítico. Hay demasiado desborden por todo el piso, y prendas desparramadas. Mi pijama quirúrgica violeta oscuro está en el piso, mis bragas, la Champagne… el chocolate…
«¿Cómo m****a no recuerdo que diablos pasó aquí?»
Las señales se alarma se disparan en mi cabeza, y mi mente como una reproductora empieza a lanzarme imágenes de lo último que recuerdo.
…¡Mara!…
…¡El hospital!…
…¡Dave!…
…¡La Aguja encajándose en mi piel!…
…¡El coche!…
…¡La terrible angustia y el miedo que sentía!…
El corazón se me dispara por el terror de lo que pudo haber sucedido después
.
«¡Tiene que ser una pesadilla!».
«Tiene que ser un maldit0 mal sueño».
Intento no quebrarme más de lo que ya me dejaron esos infelices, y se me mojan los ojos de pensar que ese poco hombre de Dave pudo haber abusado de mi.
Me pongo de pie sin lograr mantener mi punto de equilibrio, y caigo desparramada por el piso frío de la habitación llevándome enredada conmigo la sábana que uso para cubrir mi cuerpo.
Esos malditos buitres me drogaron. No hay otra explicación. Me tienen que haber inyectado algo…
El desespero que siento no se compara que nada, así que como puedo, luchando con uñas y dientes me arrastro en dirección al cuarto de mi hija.
Recuerdo muy poco del día de ayer así que muero de una mezcla de inquietud y zozobra que desgarra el pecho, y me salta lagrimas amargas de verdadero pavor...
—¡F-a-fa-rid!— trató de articular sin que la voz me salga clara, así que logro emitir un graznido roto que se pierde en el sonido de la lluvia. No creo que sea culpa totalmente de la droga, también se debe al miedo que me paraliza, como si de Anestesia General se tratara. —F-a- fa- rid!— trato de gritar otra vez, pero no hay repuesta. Nadie puede oírme o ayudarme.
Haciendo aplomo de toda mi fuerza, y de un poco más que no se de donde saqué para sobreponerme; logré por fin arrastrarme hacia una pared, y apoyándome y escalando con mis manos, ponerme de pie.
«¿Qué m****a me metieron en el organismo estos puercos?»
Sujetándome de las paredes abro la puerta del cuarto de baño continuo a la habitación que está en penumbras, allí tampoco hay rastros de mi familia.
Todo está igual que en la mañana, a excepción de la ropa que Farid usaba cuando fue al hospital a llevarme, las prendas estaban mal colocada en uno de los estantes del closet.
Estoy dispuesta de acabar con todos, pero para eso tengo que hacer las cosas bien.
Bajo dando traspiés y en la primera planta nada llama mi atención, excepto cuando llegó a la cocina.
Sobre el mesón hay una pizza que parece no tener más de tres horas de hecha. También sobre un mueble está la mochila y la lunchera de mi hija, lo que acaba por rematarme y hacerme un cráter en el estómago.
Hago un esfuerzo sobrehumano por recordar, pero nada llega a mi mente. Es como si tuviera una Laguna desde la m@ldita hora que me monte en ese coche del demonio.
No soy tan estúpida, como para no poder sumar dos más dos, así que tengo una idea bien clara para que hicieron ese par toda esta basura de plan macabro para joderme la vida, solo que no tengo referencias exactas hacia donde fueron capaz de llegar.
Pasan las tres de la madrugada, según lo que observo en el reloj de la cocina, y totalmente perdida, dolida como si me hubiesen arrancado el alma, hago acopio de todo mi coraje, y me seco las lágrimas que no han dejado de bañarme el rostro desde que me desperté envuelta en tanta mierd@.
Me meto en la camioneta dando tumbos y trastabillando a coda segundo, y tomo la decisión que me haría hacer pagar por esto, a los culpables.
Si Emira está con Farid, no estoy segura porque se fueron de la casa, pero mi hija está segura. Mara nunca se encargaría de mochilas y cosas de mi niña.
Tampoco está la camioneta de Farid, así que solo quiero pensar que está cerca, y haya pasado lo que sea que haya pasado, él entenderá que todo se trato de un vil ardid de esa arpia.
Así que a riesgo de tener un accidente de tránsito mortal, puesto que aún no soy dueña de mis sentidos, conduzco hacia al hospital.
El trayecto se me hace interminable, y más de una vez las luces de los semáforos se me nublaron de la vista, haciendo mi visión cada vez más borrosa.
Ni siquiera sé cómo logré llegar en una pieza y con el auto entero a la entrada de emergencias del hospital, quizás se debe que el tráfico en Atlanta no es tan denso en las madrugadas.
Tan pronto abrí la puerta y el aire de la noche lluviosa me golpeó el rostro, las oleadas de vomito subieron desde mi estomago, vaciando mis bilis en el asfalto del parqueadero.
Si este no era el peor día de mi vida, de seguro clasificaría en el ranking.
Las dolorosas arqueadas continuaron, aunque era evidente que no tenía mucho más que devolver. Así que tomándome unos segundos, me apoye de la puerta de la camioneta, y traté de recuperar el aliento.
Por fin logré entrar por emergencias, y le agradecí al cielo que fuera Marta quien estuviera de guardia. Hoy por primera vez en la vida, no podía dejarle agradecer al cielo que Marta trabajara como posesa, e hiciera doce servicios de guardia al mes.

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Los comentarios de los lectores sobre la novela: DOCTORA DE DÍA, MADRE SOLTERA DE NOCHE. SERIE LOVE MEMORY.