DOCTORA DE DÍA, MADRE SOLTERA DE NOCHE. SERIE LOVE MEMORY. romance Capítulo 96

JAMÁS VOLVERE A FALLAR

FARID ARAY

—Tu sabias lo que me proponía. Por eso me dejaste entrar…¡ por eso la puerta estaba abierta!— musité prácticamente en un susurro acercándome a la cama cruzando aquella contraluz fugitiva que me cortaba el aliento con cada paso.

Acusarla no era una buena idea en absoluto… pero ¡Que Diablos!…

Ni siquiera meterme en ese cuarto fue una buena idea desde el principio.

—Creo que bebiste demasiado Farid— objeto sin moverse un centímetro de su posición. Estaba disfrutando demasiado la tensión que se desprendía de nosotros…

«Si estaba esperando el último momento para echarme… no le sería tan sencillo deshacerse de mí después de divertirse con mi indecisión».

—Eso no te lo discutire… ¡Bebi como nunca! Con el dolor de nunca antes!… o mejor dicho… hace seis años que no bebía así; pero eso no se aparta del hecho de que si lo desearas para estas alturas ya podías haberme echado d este cuarto. Tu hermano duerme a unos pocos paso de aquí y con u solo llamado tuyo…

—¿Y te hubieras ido Farid?— me encaró interrumpiendo mi ultima frase— ¿Dime Árabe bruto? ¿Me hubieras escuchado esta vez?… ¡Tú Nunca escuchas…

—Sabes que el que me digas bruto..., me prende— dije cuando alcancé sentarme en la esquina de la cama y su fragancia arrolló con las pocas ganas de salir de aquella habitación que me quedaban. Siendo sincero salir de allí nunca fue mi plan.

—¡Ves!¡Solo escuchas lo que quieres…

—Te quiero a ti… Solo te quiero a ti— le repetí casi con violencia y me acerque aún más a ella.

Trato de apartarse hasta quedar arrodillada en la cama a unas cuantas curtas de mi.

—Camil… ya no puedo más— muermure rendido ante el cúmulo de sensaciones que me explotaban en el pecho— Esto terminará matándome… entiende que

—¿!Qué¡?— exigió saber tan austera y altiva como una rosa… tan frágil y llena de espinas.

—¡Que no te irás sin mi…!— alcance decir con cansancio— que no te dejaré marchar así como si nada… como si no te llevaras mi vida contigo.

Me arrodillé frente a ella y me la miré a los ojos… hambriento de prenderme de ella y besarle hasta la sombra.

Se venían tiempos demasido austeros y difíciles. Tiempos en los que nuestra familia necesitaría pilar y apoyo… y yo estaría ahí. En el medio de todo defendiendo a mi Reina, tal como siempre debió haber sido.

La besé hasta que sentí que su respiración se acompasó, clara señal de que estaba dormida. Aún estando bastante borracho no podía dormir. Solo deseaba estar así, con su espalda pegada en mi pecho, su cuerpo en el mío… mis manos enredadas en las suyas.

La dejaría dormir… y en la mañana le haría el amor tan lenta y concienzudamente como ella misma me lo permitiese.

Después hablaríamos, de que lo que nos esperaba. De lo que ella quería para nosotros, y de cómo llevar esta nueva estapa de nuestras vidas. Yo por lo menos no aceptaría otra cosa que no fuera un Si, y verla llegar caminando había el altar, llena de flores y con nuestros hijos. No había nada que deseara más que casarme con Camil Aray.

La fragancia de vainilla de su caebello me envolvió y caí rendido… protegido por la mujer más fuerte que conocía. La más hermosa, la más sensual, y la más mía.

La noche fue tan corta, tan tranquila, que sentí que estaba en mi lugar en el mundo. Dormí como un bebé, al fin descansando tranquilo desde el momento en que todo había ocurrido. Por fin Camil estaba donde debía estar, en mis brazos. No estaba feliz… pero me desviviría para que así fuera, compensarla por mi desconfianza era lo mínimo que se merecía.

Esa noche, en Riad… en mi propia tierra; lejos de Atlanta y del caos del mundo occidental, esa noche me prometí a mi mismo amarla a ella y a nuestra familia sobre todas las cosas, y jamás volver a desconfiar de ella… aunque todo la apunte… aunque todo le falle… El único que jamás volveré a fallar seré yo.

Ni siquiera sé en qué momento quede dormido, pero el sueño me limpio de miedos. Sería una vida llena de risas y de amor lo que tenía por delante… no sé cómo, pero después de tener a Canul en brazos la noche entera, sencillamente estaba seguro de ello.