Había sido un milagro poder introducirle la c*beza, y estaba perdiendo la lucha contra el impulso de penetrarla con sus c*jones.
Detuvo los movimientos, levantó un poco las piernas y las abrió. Se inclinó hacia adelante, la besó suavemente y fue aumentando la intensidad del beso mientras le acariciaba los p*chos con suavidad. Le puso las manos en la cintura al tiempo que el cuerpo de ella se relajaba debajo de él.
Era ahora o nunca.
Cuando sus ojos se cerraron y sus paredes palpitaron en torno a Dave, este la atrajo por el talle en tanto arremetía con todas sus fuerzas.
Al sentir que la cabeza de su p*ne colisionaba contra el cérvix, Dave ahogó el grito de ella y, satisfecho, sonrió.
Una vez superado el choque inicial, Amaris se enfadó con él. Cuando el dolor disminuyó, levantó los puños y lo agredió con rabia, propinándole un gancho de derecha casi perfecto en un costado de la cara.
Por un segundo, Dave se quedó atónito. Reaccionó lentamente, presionando su cuerpo contra el de ella, al tiempo que forcejeaba para dominar los ataques que le lanzaba con sus brazos.
Por último, cuando logró refrenarla, le sujetó los brazos por encima de la cabeza y la sujetó con eficacia. Dave tenía los ojos casi completamente negros, y miraba airadamente el rostro furibundo de Amaris.
Ella le devolvió la mirada iracunda. La intensidad de su mirada la abrazaba mientras hacía todo lo posible por salir de abajo de él, pero cada movimiento la hacía estremecerse de dolor, pues su enorme m*embro seguía estando dentro de ella.
'¡Mi*rda!, no había necesidad de hacerlo así, eres una bestia', murmuró, enojada.
'Discrepo. Te advertí al principio que no habría vuelta atrás una vez que empezáramos, y así, por lo menos, no prolongamos tu dolor', le replicó Dave en un susurro
Se miraron durante unos instantes sin decir una palabra, antes de que la mirada colérica de Dave se aplacara repentinamente.
Él no estaba seguro de cómo iba a salir del mal momento; aún tenía el p*ne dentro de ella. La situación era bastante compleja. Movió un poco las caderas y comenzó a sacar el m*embro, despacio, y el dolor la hizo entornar los ojos.
Dave apretó los dientes en señal de remordimiento mientras retrocedía, aun dentro de ella. Amaris gimió un poco y pestañeó nerviosamente.
'Lo siento, Amaris. Realmente fue la forma más fácil. El dolor no va a durar mucho, lo prometo...', murmuró Dave en tanto bajaba la cabeza hasta sus p*chos, tomaba un p*zón con la boca, lamia las puntas y comenzaba a moverse dentro de ella.
La ira de Amaris rápidamente devino una extraña mezcla de placer y desdén. Quería que Dave se alejara lo más posible de ella y, al mismo tiempo, quería también que la embistiera sin descanso hasta que la llenara de su jugo.
Amaris no demoró en estar jadeando junto a Dave en tanto él satisfacía su deseo y la embestía con toda su dimensión, como si en ello le fuera la vida. Con cada embestida, Dave presionaba el punto G y se estrellaba contra su cuello uterino, manteniéndola en una montaña rusa de dolor y placer todo el tiempo.
Él tenía razón. El insoportable dolor inicial no duró mucho, y enseguida ella le estaba rogando que la cl*vara más hondamente, que las estocadas fueran más duras y más profundas.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Alfa