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El Amor Existe Para Siempre romance Capítulo 22

Carlos se rehusó a tomar la bebida con una evidente actitud arrogante. Sin embargo, Marvin Lee no se atrevió a insistir al percibir el aura amenazante que lo rodeaba. No pudo hacer otra cosa más que fingir una sonrisa torpe y le dio el contrato que había preparado.

Mientras Carlos lo leía, frunció el ceño. Después de un par de minutos, se levantó y arrojó el contrato sobre la mesa. "No firmaré esto", dijo con severidad.

Al escuchar esto, Marvin se puso tenso y enseguida comenzó a discutir, "Sr. Hilton, en nuestra última charla, usted aceptó...".

Pero antes de que pudiera terminar su oración, Carlos lo interrumpió con un tono helado: "Marvin, ¿de verdad crees que soy tan estúpido? La intención de este contrato es clara para mí. ¿Realmente pensaste que caería en tus trucos sucios?". Las palabras de Carlos lo sorprendieron a tal grado que comenzó a sudar frío.

Con el rostro pálido, Marvin pensó: '¿Acaso halló la trampa escondida en las cláusulas? ¿Cómo es posible?'.

Sin decir una palabra, Carlos se dirigió hacia la salida. De inmediato, Emmett le abrió la puerta.

Al ver que Carlos estaba listo para marcharse, Marvin exclamó: "Sr. Hilton, por favor espere. ¡ Esto es sólo un malentendido!". Trató de seguir a Carlos para hacer que cambiara de opinión pero él ignoró sus súplicas y se fue sin mirar atrás. Caminaba hacia el estacionamiento subterráneo y entonces se detuvo a mitad de camino cuando escuchó una voz atractiva. Inmediatamente, cambió de dirección y fue hacia la entrada del club.

Bajo un gran árbol, a unos cientos de metros del Club Privado Orquídeas, se podía contemplar a una chica cantando una melodía hermosa pero a la vez triste. "Sólo te pido que bailemos una última vez, antes de decir adiós...", la muchacha seguía cantando.

Cuando Emmett vislumbró a la cantante, se quedó boquiabierto con los ojos abiertos de par en par. '¿Desde hace cuánto que la Señora Hilton se gana la vida como cantante callejera?', pensó. Cuando Marvin se dio cuenta de que Carlos parecía estar interesado en la cantante, pensó que era la oportunidad perfecta de adularlo, así que sacó un grueso fajo de billetes de su portafolio y lo arrojó a la caja frente a Debbie.

Ella dejó de cantar en el momento en que vio la suma de dinero que le acababan de dar, sorprendida por la impresionante cantidad de miles de dólares.

Todos se quedaron mirando a Marvin, quien mostraba una expresión orgullosa y demandó con tono arrogante: "Canta una canción para nuestro Sr. Hilton. Si puedes lograr que sonría, te daré más dinero".

Escucharlo hablar de ese modo la hizo estremecerse de ira. Lo que dijo ese gordo fue un completo un insulto para ella.

Con una mirada enfurecida, dirigida hacia su supuesto marido, se enderezó de inmediato y mostró una dulce sonrisa. "Claro, estaré encantada de dedicarle una canción al Sr. Hilton. Espero que la disfruten".

Mientras tanto, entre la multitud que ahí se reunía, algunas personas reconocieron a Carlos y no pudieron evitar volverse locas por lo hermoso que era su rostro.

Al darse cuenta de la furia en los ojos de Debbie, Carlos se sintió mal por la petición sin sentido de Marvin. Entonces dijo: "No es necesario...". Pero antes de que pudiera negarse, ella comenzó a tocar la guitarra y a cantar.

No le importó saltarse la primera parte de la canción, fue directamente al estribillo de la melodía y llegó a las notas. Su canción decía: "Rezo para que no puedas frenar cuando bajes la colina. Ruego para que una maceta caiga del alféizar de una ventana y te golpee en la cabeza como siempre lo he querido. Rezo para que cuando sea tu cumpleaños nadie te felicite. Ruego que cuando vueles en lo más alto de los cielos el motor de tu avión se descomponga. Rezo paraquejamáspuedashacertussueñosrealidad...".

Al escuchar el final de su canción, la multitud se quedó atónita y voltearon a ver a aquel hombre guapo, esperando su respuesta.

Aún más sorprendido que los demás, Marvin no esperaba que Debbie hubiera cantado tal canción. Estaba tan asustado, creía que había hecho algo estúpido. '¡Maldita perra! ¿Qué es lo que está cantando? ¡Oh Dios! ¡Estoy metido en un lio!', pensó, mientras se limpiaba el sudor frío de la frente.

Sin prestar atención a las reacciones de la gente, y sin detenerse, Debbie continuó cantando para Carlos. No le importaba irritar a aquel hombre frente a ella. Al mismo tiempo, Carlos agachó la cabeza y se frotaba la frente con el ceño fruncido. No se esperaba tal canción. Sin levantar la cabeza, señaló a Debbie y ordenó: "¡Ya que puede nadar tan bien, tú, Emmett Cooper, cava un hoyo profundo y entiérrala viva!".

Carlos sintió como se aceleraban los latidos de su corazón rápidamente. No porque se sintiera halagado, sino porque su ira estaba acabando poco a poco con su paciencia. Su intuición le decía que si no mataba a esta chica ahora, algún día moriría de ira por su culpa.

Las palabras de Carlos sorprendieron a la multitud. "¿Qué? ¿Enterrarla en vida?", esas fueron las palabras que escuchó la multitud. Todo el mundo se alarmó al oír su repentina respuesta.

Si cualquiera otra persona hubiera dicho esas palabras, todos pensarían que se trataba de una broma. Sin embargo, era Carlos quien lo dijo y todos sabían que era alguien que siempre cumplía con su palabra. Al notar que un grupo de guardaespaldas fuertes y terroríficos se dirigían hacia Carlos, la multitud, alborotada, se dispersó en un solo instante.

Emmett se asustó, sin saber qué hacer a continuación. 'Supongo que debería contarle la verdad justo ahora antes de que la situación empeore. De lo contrario, estoy seguro de que lamentará la decisión que ha tomado hoy', pensó y llegó a una resolución.

Entró y rápidamente pisó a fondo el acelerador para abandonar ese lugar.

Cuando el auto pasó junto a Emmett, disminuyó la velocidad, bajó la ventanilla y dijo con severidad: "¡Será mejor que vayas a una construcción y te dediques a ser cargador a partir de mañana! ¡Ya no quiero ver más tu cara cerca de mí!".

Con sensaciones encontradas de ira e incredulidad, aceleró y dejó a su asistente atrás. Debido a la advertencia tan severa de su jefe, Emmett olvidó el dolor insoportable en su pierna como por arte de magia. Al voltear a ver el estuche de la guitarra y la caja que Debbie y Kristina habían dejado, no sabía si debía reír o llorar.

Mientras tanto, las chicas se detuvieron y se sentaron a descansar en un banco junto a la carretera después de correr por un largo rato. Jadeaban con dificultad, incapaces de hablar.

Kristina estaba tan sobresaltada por la presencia de Carlos que no escuchó lo que Emmett había revelado. Solo había dos palabras que resonaban en su mente: "¡Entiérrala viva!".

El solo hecho de pensar en eso hacía que Kristina se estremeciera de miedo. Entonces sujetó la mano de Debbie y tartamudeó, "Jefa, apúrate... Toma el dinero... Llévate el dinero y huye tan lejos como puedas. ¡No deseo verte enterrada viva!". Su actitud inocente hizo que Debbie dudara entre reír o preocuparse. Desde el principio, Kristina sabía que Debbie había ofendido a Carlos en varias ocasiones. También era consciente de que él, de ninguna manera, la dejaría salirse con la suya tan fácilmente.

'Ya que ahora sabe quien soy, estoy segura de que firmará los papeles del divorcio sin dudar. Ya no tendrá que enterrarme viva', pensó Debbie. 'De lo contrario, ¿cómo podría divorciarse de mí si no me encontrara en ninguna parte?'.

Sin notar lo fácil que sería para Carlos divorciarse de ella, no se dio cuenta de que ya no tendría que hacerlo si la enterraran. Si ese fuera el caso, nuevamente estaría soltero.

"Él no hará eso. Tenlo por seguro. Él no es un hombre malvado", reconfortó a Kristina. Dándole palmaditas intentando consolar a su amiga, Debbie se preguntaba qué podría pasar después del incidente de hoy.

Al pensar en esto y en la mirada fría de Carlos, no pudo evitar sentir escalofríos por el miedo.

El tiempo seguía transcurriendo mientras descansaban. Finalmente, decidieron regresar al dormitorio y llamaron a un taxi. Justo cuando Debbie estaba a punto de subirse, su teléfono sonó. Era Philip.

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