"¿En serio me estás preguntando por qué tiré tu billetera? ¡Obviamente querías arrebatarme el broche que yo quería comprar! Ya he tenido suficiente de tus truquitos. Si alguna vez te atreves a meterte conmigo otra vez, ¡te juro que haré algo peor que esto! ¡Verás como te voy a golpear!", dijo Debbie, gritando tan fuerte que muchos visitantes del centro se dieron la vuelta. Después de decir esto, agitó el puño de una manera que hizo que la cara de Olivia empalideciera. Intimidada, esquivó los ojos de Debbie y salió corriendo a recoger su billetera.
Cuando Víctor vio que su novia era acosada, señaló a Debbie y la amenazó con voz áspera: "Si te atreves a acosar a mi chica otra vez, pediré a los guardias que te echen de aquí". Olivia parecía una niñita indefensa que recogía su billetera frente a la multitud.
A pesar de la amenaza, Debbie solo puso los ojos en blanco y dijo en tono indiferente: "Haz lo que quieras. Adelante". Ella nunca había sido una pusilánime y no le tenía miedo a nadie en este mundo.
Esta actitud le había permitido manejarse por la vida tan valiente como podía a pesar de todo lo que le había pasado. No obstante, de todas las personas, había un hombre al que no se atrevería a ofender nunca y era Carlos. En medio de su encarnizada postura, de repente, se le apareció su rostro en la mente. 'Si quieres amenazarme bastaría con que trajeras a Carlos aquí, y luego haré lo que dices', pensó para sí misma.
Después de un rato, se empezó a acumular una multitud alrededor, algunos personas que estaban en el centro comercial ya estaban hablando de la conmoción que estaba teniendo lugar y señalaban la tienda donde estaba Debbie. Al ver la cartera de Olivia volando fuera de la tienda, muchos se sorprendieron. ¿Cómo podría la seguridad de un centro comercial de prestigio permitir que se produjera tal conmoción? Y en el mismo momento en que la billetera salió volando, casualmente, Carlos estaba allí.
A juzgar por la forma cómo salió volando el objeto, era evidente que lo habían arrojado a propósito. Luego vio a una chica con los ojos rojos que trataba de dejar de llorar y corría hacia la billetera, y la recogió.
Sorprendido, el director general del centro comercial, parado justo al lado de Carlos, solo atinó a limpiarse el sudor frío de la frente cuando se dio cuenta de que algo iba mal en la tienda. '¿ Por qué sucedió esto en un momento tan importante?', pensó para sí mismo. "Sr. Hilton, ¿vamos a ver qué pasó?", dijo con el mayor respeto, tratando de ocultar su vergüenza y temor a lo que podría resultar de este incidente.
Unos minutos antes de que Debbie comenzara la conmoción, Carlos había llegado al centro comercial para una inspección sorpresa, y los altos ejecutivos del centro habían venido a reunirse con él tan rápido como pudieron. Ni una sola persona de administración se había enterado de que Carlos llegaba, y por eso, nadie sabía cómo reaccionaría.
Al ver el desorden, el rostro de Carlos se ensombreció más y más, lo que le provocó un sudor frío al director general.
A juzgar por la cara de su jefe, el hombre adivinó que Carlos no estaba escuchando su sugerencia; todo ese tiempo, tenía los ojos fijos en la tienda. Olivia se levantó después de recoger su billetera; lo siguiente que se vio fue a un hombre que era empujado hacia afuera de la tienda por una muchacha.
Más y más transeúntes se reunieron y se detuvieron para mirar en el pasillo, murmurando.
Después de echar un vistazo a la cara del hombre y reconocer quién era, el director general contuvo la respiración con el corazón exaltado. ' ¡Maldición! ¿Qué ha hecho este imbécil esta vez?', lo maldijo por dentro.
Víctor, que había salido empujado por Debbie, regresó a la tienda y la agarró de la muñeca gritándole: "¿Cómo te atreves a ponerme un dedo encima? Esta vez, ¡estás en problemas!". Los ojos parecían que le ardían y su mano se aferraba con más fuerza a la muñeca de Debbie.
Las personas que presenciaron su violencia pensaron que la chica estaría en problemas. Sin embargo, Debbie ni siquiera pestañeó, sin miedo como siempre.
Preocupadas, Karen y Kristina estaban a punto de ayudar a su amiga, pero Debbie les indicó que no lo hicieran y bajó la cabeza para mirar la mano del hombre. Sentía que la sostenía más fuerte, pero eso no le impedía luchar.
De repente, ella agarró los brazos de él e hizo una toma alta sin esfuerzo. Podría soportar la actitud de Olivia hacia ella porque nunca iba a golpear a una chica. Sin embargo, de ninguna manera iba a dejarse vencer por un hombre que se atrevió a ofenderla.
Al ver su ataque, la multitud estaba asombrada y algunos incluso aplaudieron sus acciones.
"¡Ay!", gritó Víctor de dolor. Su voz resonó en el tercer piso. Era claro para todos que le dolía. "¡Ay! ¡Suéltame!", repitió. A medida que la conmoción continuaba, más y más personas se agolpaban y bloquearon la vista de Carlos. Cuando finalmente la miró bien, sintió que la chica le resultaba familiar.
'¿Por qué me suena tanto su cara?', pensó Carlos. '¡Maldición!'. De repente, se dio cuenta de quién era: Debbie. Una vez que lo supo salió corriendo hacia la tienda, empujando a las personas que se le interponían en el camino.
Al ver la figura amenazante y prominente de Carlos, la multitud retrocedía y lo dejaba pasar. Con el ceño fruncido, el director general y sus compañeros suspiraron para sus adentros: 'Estamos terminads'.
Mientras tanto, Debbie soltó a Víctor, y parecía más arrogante que nunca por lo que había hecho. Víctor permaneció en silencio por un rato y cuando el dolor desapareció un poco, Olivia lo ayudó mientras luchaba por mantenerse en pie. Furioso, lanzó una mirada feroz a Debbie y levantó el brazo, listo para darle una bofetada, pero cuando estaba a punto de darle el fuerte golpe, ella le bloqueó el brazo y le dio una terrible patada en la entrepierna. "¿Tratabas de abofetearme? ¿Quién crees que eres?", exclamó Debbie.
Karen y Kristina estaban asombradas por la fuerza y la valentía de su amiga. "Jefa, ¡eres increíble!", Karen aplaudió y exclamó emocionada. Debbie, por otro lado, actuó como si no la hubiera escuchado y siguió mirando a Víctor, que ahora se retorcía de dolor en el suelo.
Mientras tanto, Kristina, que también estaba babeando por Debbie, dijo: "¡Jefa, eres asombrosa! ¡Te quiero tanto!".
En medio de tanta emoción, Carlos, a pocos centímetros de la tienda, no estaba de buen humor. Al oír el doloroso grito del hombre y que a su esposa la llamaban "Jefa", pensó: '¿Jefa? ¿ Qué demonios?
¿Cómo podría ser tan temeraria?
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