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El Amor Existe Para Siempre romance Capítulo 80

Para aliviar la tensión, Debbie respiró hondo y dijo: "Es posible que tengas una mentalidad más abierta porque que creciste en Noruega", luego, con una sonrisa delicada, agregó: "Pero soy conservadora y no puedes comportarte así otra vez, de otra forma, puedo malinterpretarlo".

En respuesta, Megan asintió y se disculpó, diciendo que sería mejor que se fuera, para que Carlos y ella pudieran charlar a solas.

"Esa es una buena idea, considerando que tu tío Carlos es un hombre casado, es inapropiado que ustedes dos estén solos", Debbie se adelantó a su marido, luego, ella le guiñó un ojo y añadió: "Cariño, me voy a clase, Megan puede venir en mi auto de camino a la universidad".

Sin embargo, Carlos no le respondió, mirando a la chica, quien estaba guardando su tarea, dijo: "Megan, le pediré al chofer que te deje en casa ahora".

"¿A quién se supone que debo hacerle caso?", preguntó Megan, poco impresionada por instrucciones contradictorias.

Carlos le lanzó a su esposa una mirada de advertencia y caminó hacia la puerta, donde le dijo a su secretaria: "Zelda, dile al chofer que deje a Megan en casa".

"Sí Sr. Hilton, enseguida", después de unos instantes, ella llamó al conductor.

Después de que Megan se fue de la oficina, Debbie se dio la vuelta y estaba lista para irse también, cuando su marido la tomó de la mano, "Entra", dijo él.

"No, no me voy a quedar", respondió ella tercamente, lo que fue una verdadera sorpresa para las secretarias que habían estado observando lo que estaba sucediendo en la oficina del CEO. 'Dios mío, ¿acaso esa mujer acaba de decirle que no al Sr. Hilton?', anticipando que su jefe explotaría de coraje, todos los empleados fingieron enterrar sus cabezas en el trabajo, todos temían ser víctimas de la inminente furia de Carlos.

"Dije que entres", continuó él en un tono más serio, aún sosteniendo la mano de su mujer. La expresión en su rostro indicaba que su petición no era negociable, no obstante, Debbie le quitó la mano y gritó: "¡Ya te dije que no!".

Ella miró furiosa al hombre y se dio la vuelta, pero lo siguiente que supo fue que sus pies ya no estaban en el piso, Carlos la sujetaba por la cintura y la llevaba a su oficina.

"¡Carlos Hilton, bájame! ¡Eres un degenerado! ¡Te mataré! Te voy a...", la voz de la chica se apagó cuando la puerta se cerró.

Las secretarias intercambiaron miradas de terror y confusión y volvieron a agachar la cabeza para continuar con su trabajo.

En su oficina, Carlos puso a Debbie en el sofá, ella trató de levantarse, pero cada vez que lo hacía su esposo la detenía. Después de algunos intercambios de magistrales movimientos de artes marciales, Debbie se sintió abrumada y confinada al sofá, con el cuerpo de su marido estrujándola, humillada y enojada, ella quería maldecir, pero tan pronto como abrió la boca, un par de labios húmedos presionaron los suyos.

El hombre era una bestia, sin embargo, el olor en su cuerpo le resultó tan encantador, que Debbie casi se olvidó de pelear.

Por unos minutos, Carlos siguió sujetándola, "Debbie Nelson, estás siendo irrazonable, ¡no presiones mis límites!", dijo él, respirando profundamente.

Cuando finalmente se relajó, Debbie respiró hondo, lo miró a los ojos y le preguntó con sarcasmo: "¿Tus límites? ¿Te refieres a Megan?". La penumbra en el rostro de Carlos se profundizó y sus manos apretaron aún más las muñecas de su mujer. "No me gusta repetir lo que digo pero te lo diré por última vez, Megan es una niña que Wesley y yo adoptamos, así que no le tengas prejuicios", gruñó él.

'¿Prejuicios?', Debbie llegó a su límite. Ella intentó quitarse al hombre de encima, pero después de retorcerse un poco, se vio obligada a rendirse. "¡Eres un imbécil! Yo nunca...", el resto de sus palabras quedaron atrapadas en su garganta cuando los feroces labios de Carlos volvieron a presionarla.

Varios minutos después, Debbie jadeó ávidamente por aire, sintiendo como si sus pulmones hubieran sido succionados, un momento más y podría ahogarse por el beso.

A estas alturas, ella no creía que fuera necesario hablar sobre lo que había estado sucediendo entre ellos últimamente. "Tengo que volver a la escuela, déjame ir", exclamó Debbie.

Carlos se quedó estático y dijo: "¿Ya terminaste con tu drama?".

'¡Drama! ¿Cómo se atreve a decir que estoy haciendo un drama de algo que es su culpa?', Debbie maldijo en su interior. "Sí ya terminé", dijo finalmente ella. Eran sólo una pareja en apariencia, Debbie no debería tomar todo en serio, al menos ese pensamiento le ofrecía algún consuelo.

"Estás molesta", declaró Carlos.

"No, no lo estoy, te estás clavando mucho en ese asunto", negó Debbie.

Capítulo 80 Tres condiciones 1

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