El Arrepentimiento Llega Tarde romance Capítulo 129

Xavier sonrió dulcemente, con la comisura de los labios ligeramente curvada: —Si algún día Yago deja de quererte, puedes venir a buscarme.

Gisela no le prestó demasiada atención. Sabía perfectamente que el estatus de Yago era mucho más alto que el de él.

Además, en la casa de los Guzmán aún tenía la oportunidad de encontrarse con el misterioso y noble Pedro. Si se esforzaba lo suficiente, tal vez Pedro terminaría enamorándose de ella.

Por su parte, desde que se marchó, Yago no había logrado tranquilizarse.

Sin darse cuenta, condujo hasta las afueras del hospital psiquiátrico donde estaba internada Lorena, pero no se atrevió a entrar.

Reprodujo la grabación de aquella noche desde el principio hasta el final. Cuanto más la escuchaba, más se le enfriaba el corazón, porque reconocía perfectamente la voz del doctor que hablaba.

Respiró hondo y apretó con fuerza el volante con ambas manos. Enseguida averiguó la dirección del doctor Cristian y fue en su búsqueda.

Este último había pasado el día entero con el corazón encogido, esperando noticias de Lorena.

Pero en lugar de ella, llegaron unos guardaespaldas.

Antes de que pudiera pronunciar palabra, le lanzaron un cheque de tres millones de dólares y le dijeron que debía abandonar el país.

Los ojos del doctor Cristian brillaron al instante. Pensó que todo había sido organizado por Lorena, así que no lo dudó: tomó a su esposa y se marchó.

Cuando Yago llegó, ya no había nadie. Fue nuevamente al hospital, pero tampoco logró encontrarlo.

El doctor Cristian había desaparecido por completo.

Al no poder localizarlo, Yago empezó a dudar otra vez de la autenticidad de la grabación. ¿Y si realmente había sido manipulada?

Envió el audio a un experto, quien pronto le dio una respuesta.

—La voz de Gisela no ha sido editada. No hay indicios de manipulación. Si tienes dudas, lo mejor sería encontrar al médico implicado.

Yago colgó la llamada y volvió a marcar el número de Lorena.

Estaba a punto de devolver la llamada cuando escuchó la voz de Pedro.

—Necesito dormir.

Lorena enseguida dejó el celular a un lado: —Está bien, jefe Pedro. Ya es hora de que esta pastilla para dormir cumpla su función.

Pedro ya se había duchado. En ese momento, al observar su rostro, tragó saliva y apartó la mirada.

Lorena lo escuchó murmurar una frase.

—No eres una pastilla para dormir.

¿Eh? ¿Entonces qué era?

Ella no lo sabía, y tampoco se atrevió a preguntarlo.