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El clímax de un millonario romance Capítulo 2

CAPÍTULO 7

Me siento en la cama de la habitación que debo limpiar.

Entierro mis manos en el rostro. Un grito ahogado sale de mi boca el cual es amortiguado por mis palmas.

Destapo mi cara y observo mi reflejo en el televisor apagado colgado en la pared.

Le he confesado a Tom Voelklein que me he tocado en el baño por su tonto juego de miraditas. La primera conversación que he tenido con él y toda mi dignidad se fue a la basura en cuestión de minutos.

Si bien tengo un semblante serio, por dentro me estoy volviendo loca.

Basta.

Me pongo de pie y empiezo a limpiar la habitación. Plumero en los muebles, cambio de sabanas, aspiradora, chocolates sobre las almohadas...

Deslizo las cortinas para no ver el paisaje del ventanal con los ojos cerrados. Dios mío. La adrenalina se marcha en cuanto ya no veo lo alto que está todo.

Este será un día interminable.

—Toma tu entrada y deja de lloriquear que no es para tanto. Bueno, en realidad sí lo es, pero te digo eso porque sé que entraras al borde de la locura si lo afirmo —me dice Katy, luego de contarle lo que me pasó con Tom Voelklein —. Abre un poco más los labios, Alex.

Le hago caso. Me pinta los labios como si le llevara un gran esfuerzo hacerlo para que quede perfecto. No me gusta maquillarme y tampoco sabiendo que nadie me verá.

Es en serio, nadie va a vernos porque es una fiesta a oscuras que se dará en un sitio llamado Zinza. Creo que es una discoteca. Nunca he ido. Katy va cuando tiene la oportunidad y despues de tan insistencia suya para que vayamos juntas, este es el resultado: ella maquillandome mientras estoy sentada frente a un espejo.

—Ahora los ojos nena —me dice, tomando el delineador de mi escritorio.

—No, eso lo hago yo. Tengo miedo que me claves la punta en el ojo, Katy.

—¿No crees en mi pulso? —enarca una ceja, ofendida.

—No.

—Bien —refunfuña, dándome el lápiz para que lo haga yo —. Pero yo arquearé tus pestañas.

—Es fácil hacer tratos contigo —le sonrío, arrimando la silla al espejo para poder tener mejor visión de lo que hago.

—Practica conmigo si quieres —se sienta en el escritorio y me mira —, digo, para que puedas hacer un trato honesto con Tom.

Se echa a reír ante mi cara enojada.

—Oye es broma —me da un empujoncito en el hombro —. Solo que deja de jalártela en el baño del hotel, cochina.

—¡Ya! —dejo el lápiz sobre el escritorio y me hundo en la silla —Ahora no sé cómo volver a mirarlo a la cara. Es decir, seguro piensa que soy un psicópata o que estoy obsesionada por él.

—¿Te asustaría saber si un hombre se ha manoseado por mirarte?

—¿Qué?¡Por supuesto que sí!

—Entonces Tom está asustado, Alex ¿por qué mejor no hablas con él? Para que ambos puedan saber llevar la situación —Katy se baja del escritorio y me quita el lápiz —. Después de todo, seguro pasan más tiempo en el hotel que en sus casas y eso significa que tendran que verse la cara todos los días ¿no?

Me quedo callada, pensando en lo que me aconsejó mi mejor amiga. Tiene razón. Debo hablar con él. No puedo evitarlo cada vez que pueda. Si bien es algo tentador hacerlo, debo hacerme cargo de mis actos y pedirle disculpas.

—Lo haré —le sonrío, con seguridad —. Ahora cuéntame sobre la fiesta a la que iremos.

El rostro de Katy se ilumina.

—Es una fiesta a oscuras, literalmente no ves a nadie. No hay luces, solo música fuerte y pulseras flúor con el nombre de los invitados. Es una fiesta privada fascinante que se hace una vez al año.

Echo la cabeza hacia atrás al ver que tiene intenciones de maquillarme los ojos.

—¿Sabes quién organiza la fiesta? —indago mientras me dejo delinear.

—Es un amigo de mi compañero de intercambio. Lo bueno es que él costeara las bebidas.

—¿No tienes temor a que te metan algo en la bebida si está todo a oscuras, Katy?

—Podemos las linternas de nuestros móviles si es necesario, Alex —revolea los ojos —. No te preocupes, la pasaremos bien...

—¡Katy me entró saliva tuya en el ojo! —me quejo, cerrando el ojo rápidamente.

—¡Deja de quejarte, cerda!

Me abrazo a mi chaqueta en cuanto cruzamos la calle luego de bajar del taxi. La entrada del sitio tiene una fila extensa. La noche me congela los dedos de la mano. No puedo creer que haya descendido tanto la temperatura.

Las palmeras de la acera se agitan.

Katy se aferra a mi brazo mientras caminamos en dirección a la puerta. Frunzo el ceño y la miro.

—Tenemos que hacer la fila —le aviso, señalando con la cabeza el final de esta.

—Por supuesto que no —me clava sus ojos almendrados y su cabello se balancea en una cola alta al caminar —. Esa es la entrada a la discoteca. Nosotras asistiremos a la fiesta privada que se da en el mismo sitio, pero en el tercero piso.

Caminamos por un largo pasillo hasta que llegamos a una de las tantas puertas. Katy me guía a la última que está al final del camino.

Abre la puerta sin necesidad de tocar.

La música explota en mi cara y el oscuro lugar se hace presente.

No veo absolutamente nada.

Katy tira de mí y ambas ingresamos. Varios cuerpos bailando nos empujan un poco. No ver nada me empieza a fastidiar. Ni siquiera mi vista puede adaptarse. Creo que lo que veo es una barra al final iluminada con luces de neón que producen dolor de cabeza.

Por todos los cielos, no debí venir. No me gustan las fiestas con este tipo de temática. Quizás estoy demasiado vieja para estas cosas.

Confirmo entonces que la barra sí está iluminada con una luz blanca y por fin logro ver siluetas cercanas a ella bailando al ritmo de la música electrónica.

Es como si hubiera un gran apagón y tu madre está por la casa con la luz de emergencia buscando velas por si esta se queda sin batería.

Katy me guía. Yo aprieto fuerte su mano.

—Ahora si puedo verte a la cara —le digo, sonriéndole.

Por suerte hay varias butacas altas libres y tomamos asiento.

Pedimos dos sex on the beach. Una vez que nos lo entregan y pagamos, brindamos.

—Para que esta noche no uses los dedos —Katy levanta la barbilla y me sonríe con orgullo.

—Eres la peor —me echo a reír.

Katy se ríe conmigo hasta que algo en particular capta su atención. Frunce el ceño y aparta la mirada mientras toma de su pajita.

Algo confundida trato de adivinar qué está mirando. Me agarra del brazo para que detenga.

—Tonta no mires —me dice entre dientes, alarmada —. Porque creo que es el chico de Instagram que me mostraste esta tarde el que está al final de la barra. Ay mi Dios está mirando para acá. Que ojos.

Por poco escupo mi bebida.

Esta tarde le mostré a Katy una foto de Tom Voelklein...

—Por favor dime que no es él —cierro los ojos con fuerza.

Katy abre los ojos bien grandes y asiente.

¡¿QUÉ DEMONIOS HACE AQUÍ?!

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