A la mañana siguiente cuando desperté sus dedos se pasaban tiernamente por mi pierna desnuda la cual se mantenía sobre sus piernas. No sé si es molesto para él, pero no puedo evitar pasar mi pierna por sobre las suyas mientras al mismo tiempo me apego a su cuerpo con mis brazos, a veces también apoyo mi cabeza en su pecho, algo que esta vez no fue la excepción.
Era bastante temprano, podía ver como los rayos de luz entraban por las rendijas de la ventana, avisándome que era el momento más idóneo para levantarme y comenzar con mis responsabilidades, algo que no estaba llevando a cabo por culpa suya.
Quería levantarme, mientras que él deseaba besarme y mantenerme recluso entre sus brazos. Es evidente que no querré irme si hace esto, adoro la calidez de sus labios y la forma en la que me sostiene, además de la dulzura que emplea para acariciarme poco a poco hasta que sus intenciones se desvanecen y sus lujuriosas intenciones salen a la luz.
Me gusta, no tengo dudas con respecto a eso, pero tengo responsabilidades y él también, las cuales se ven retrasadas por toda esta romántica situación.
–Ya…–suspiré cortando el beso, intentando alejarme de su piel mientras que él con una sonrisa coqueta me sube sobre su cuerpo– debo irme– agregué.
–Hoy será un día movido– me anunciaba– cuando anochezca te quedarás en mi habitación y no saldrás hasta que todo el caos acabe.
No pude evitar sentir miedo por las palabras que soltaban sus labios, hasta ahora no he sido parte de ningún asalto, por ello con temor me acomodaba sobre su cuerpo permaneciendo sentado en su abdomen.
¿Qué tal si lo lastiman provocándole la muerte? ¿Qué haría yo? No sé a quién piensan enfrentarse, pero ¿y si sale mal? Me causa temor la idea de pensar en las consecuencias que podrían traer estos actos, aunque era evidente que no podía hacerlo cambiar de idea, no tenía el derecho de decir “No lo hagas” justamente porque esto es algo que han hecho muchas veces.
–No te preocupes, todo saldrá bien– me aseguraba tras quedarme callado.
–¿Cuánto tardará? –pregunté temeroso.
–Eso es relativo– respondió sentándose en la cama, obligándome a sentarme sobre sus piernas mientras él deslizaba sus manos por mi cintura, rodeándome con sus brazos–puedes dormir– sugería– pero necesito que no salgas de aquí ¿está bien?
–Está bien, pero…–dije tomándolo de las mejillas, queriendo que me viera directamente a los ojos– a cambio tendrás que regresar cuanto antes, sano y salvo.
–Tenemos un trato entonces– dijo con una sonrisa, atrapando mis labios mientras trataba de deslizar sus manos por debajo de mi ropa.
–Quieto…–suspiré compartiendo su sonrisa– cuando regreses lo haremos…
–Pero yo…
–Tómalo como un premio– dije viendo como parecía un poco fastidiado por la idea de esperar.
–Bueno, es un buen premio…–murmuró haciéndome reír, ya que parecía más centrado en mí que en la batalla de esta noche.
–Iré a preparar la comida, todos deben tener energías para este día– agregué, separándome de sus brazos los cuales intentaron detenerme, pero no lo consiguieron.
Como sabía que me retrasaría si utilizaba su baño, decidí encaminarme hasta la cocina y me alisté apropiadamente antes de vestirme con un nuevo atuendo, para seguido preparar una gran cantidad de comida con ayuda de Julián y Alejandro.
También abrimos una de las conservas de agua dulce para mantener a todos hidratados y totalmente cuerdos, ya que normalmente se mezcla el ron con el agua dulce para conservarla por más tiempo. Hoy era un buen día para esto, así que me aseguré de darles a toda la tripulación un almuerzo que les hiciera tener energías.
Para la tarde, decidí preparar vino caliente para combatir el frío, aunque como aún era temprano simplemente estaba buscando las cosas que necesitaría en el almacén.
Necesitaba una naranja, piel de limón, clavos aromáticos, palitos de canela, cardamomo, un trozo de raíz de jengibre, azúcar y obviamente el vino tinto, aunque este último lo buscaría más tarde.
Todo el mundo estaba ocupado el día de hoy, ya que estaban preparando la munición de los cañones, afilando sus espadas y despejando las zonas para transitar con rapidez. Por eso nuevamente no le llevé el almuerzo al capitán, no deseaba distraerlo ni retrasarlo, por ello me mantenía lejos.
Cuando quedaban un par de horas para que anocheciera, bajé hasta el sitio de reservas de alcohol y para mi suerte, Leo estaba cerca cuando necesitaba subir el barril hasta la cocina.
–¿Qué ocurrió después? –me preguntó mientras tomaba el barril para ayudarme.
–No mucho, simplemente hablamos– respondí dibujando una sonrisa en mis labios.
–¿Sólo eso? –preguntó en un tono coqueto.
–Sí– respondí haciéndolo reír.
–Me alegra que hayan aclarado la situación, te ves mucho más animado– me aseguraba mientras que yo no podía evitar sentirme avergonzado ¿tan obvio soy?
–Dejando eso de lado…–dije queriendo cambiar el tema desesperadamente– ¿ya has alistado todo? Más te vale salir ileso– añadí.
–No te preocupes, hemos hecho esto muchas veces y sabemos cómo afrontar esta situación– me aseguraba con una sonrisa, aunque sabía que estaba nervioso, algo que era de esperarse, no todas las batallas son iguales.
Leo dejó el barril de vino en la cocina y se apoderó de uno de los bancos cerca de la pequeña mesa de madera que había allí, mientras que yo me encargaba de preparar el vino caliente.
–¿Dónde te ocultarás? –me preguntó apoyando sus codos en la mesa.
–El capitán me dijo que debía quedarme en su cabina– respondí.
–Hmm…–soltó de forma coqueta– asumo que, en su cama– comentó expandiendo su sonrisa– sin ropa.
–¡Leo! –me quejé haciéndolo reír.
–¿Qué tiene de malo? Te gusta ¿no? –preguntaba.
–Sí, pero no quiero quedarme en su cama– le aseguraba.
–¿Por qué no? Es la más cómoda– me aseguraba, haciéndome reír– el capitán viene del mismo sitio que yo, así que no es difícil saber que es de sangre caliente, como la mayoría de nuestro hogar.
–Hablando de hogar– dije mirándolo– ¿cómo es ese sitio? El capitán me habló un poco, pero aún tengo curiosidad.
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