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El Despertar de la Reina Militar Divorciada romance Capítulo 1

Cuando Quinn Bridger llevó la propuesta de proyecto a la oficina de Trent Grafton, observó a Trent abrochando un collar de rubíes en el cuello de Sidonie Stonehurst. Se quedó hipnotizada por el collar; era el mismo que le había rogado a Trent que comprara tras verlo en el catálogo de subastas.

Durante sus 3 años de matrimonio, nunca le había pedido nada. Su primera petición fue la compra de ese collar, una preciada reliquia de su madre.

—Un simple collar te tiene tan cautivada. Siempre dije que eras vanidosa —dijo Yorick Lamont, amigo de Trent, con aire despectivo.

Ignorando la burla de Yorick, Quinn se adelantó rápido y extendió la mano hacia el cuello de Sidonie. Al instante, Trent le agarró la muñeca.

—Ya le he dado el collar a Sidonie.

—¡Pero me prometiste que me darías ese collar! —dijo Quinn, con su hermoso rostro desfigurado por una rara muestra de ira.

Trent frunció el ceño, con evidente disgusto en los ojos.

—Deja de hacer tonterías. Es mi regalo para celebrar el ascenso de Sidonie a copiloto.

«¿Hacer tonterías?».

Un escalofrío recorrió el corazón de Quinn.

—¿Y si insisto en tener ese collar?

Desde un lado, Yorick se burló:

—Trent, siempre he dicho que Quinn no es digna de ti. Es vanidosa e incompetente. Deberías divorciarte de una mujer como ella cuanto antes. Solo una mujer como Sidonie está a tu altura.

El matrimonio entre Trent y Quinn era un secreto que solo conocían unos pocos. Sin embargo, era de dominio público que Sidonie había sido el primer amor de Trent.

—No seas ridícula. No me interesa ser una rompehogares —declaró Sidonie con desdén, y rápido se quitó el collar y lo arrojó con indiferencia a los pies de Quinn.

Un collar que valía millones fue desechado con indiferencia en el suelo como si fuera simple basura. A Quinn se le llenaron los ojos de lágrimas, ya que era el collar que su madre más apreciaba.

Despacio, se agachó y poco a poco fue recogiendo el collar con la palma de la mano. Los bordes fríos del collar le cortaban la palma.

—Lo que en realidad debería importarle a una mujer es el conocimiento y la perspectiva —espetó Sidonie con condescendencia—. En lugar de pelearte conmigo por un collar, ¡sería mejor que te enriquecieras!

—¿Qué tipo de conocimiento o perspectiva tiene ella? Fue a una universidad de basura, y si no fuera por la amabilidad de Trent, que la deja andar por la empresa, ¡quizás estaría barriendo las calles! —se burló Yorick.

Todos esos insultos, y Trent no había dicho una sola palabra en defensa de Quinn. Por ello, Quinn se puso de pie, ignorando por completo a Yorick. Fijó la mirada en Sidonie.

—No paras de decir que no quieres ser una rompehogares, pero ¿por qué aceptaste sin dudar un collar que vale millones del marido de otra persona?

Sidonie se burló:

—Solo lo consideré un regalo casual de un amigo. ¡No presté atención a su valor!

—¿En serio? ¿Ahora los amigos regalan con indiferencia collares de un millón? Supongo que Yorick también es tu amigo. ¿Alguna vez te ha regalado algo que valga millones? —se burló Quinn.

Sidonie se quedó sin palabras. Incluso Yorick, que estaba de pie junto a ella, tenía una expresión rígida.

—Ya basta —dijo Trent irritado—. Solo es un collar. ¡No le des tanta importancia!

Al día siguiente, cuando llegó la hora acordada, Trent no apareció por ningún lado. Una punzada de inquietud atravesó de forma sutil el corazón de Quinn. Marcó el número de Trent, pero solo escuchó su voz impaciente al otro lado de la línea.

—La madre de Sidonie se torció el tobillo. La estoy acompañando al hospital.

—Trent, ven rápido y ayuda a mi mamá. —La voz de Sidonie resonó en el teléfono.

—Está bien —respondió Trent, con voz muy suave. Antes de que Quinn pudiera decir algo más, Trent ya había colgado el teléfono.

Quinn sintió una sensación escalofriante envolviéndole el corazón, como si le estuvieran estrangulando la garganta. Quería gritar, expresar su dolor, pero al final se encontró incapaz de articular palabra.

«Qué ridículo. Mi esposo puede acompañar a la madre de su primer amor al hospital por un esguince de tobillo, ¡pero no está dispuesto a acompañarme a mí, su esposa, a recoger las cenizas de mis padres!».

Respiró hondo, se levantó con firmeza y salió de la mansión. Condujo hasta la entrada del campamento militar, un lugar de aspecto solemne y digno, custodiado por guardias con uniformes y rifles en mano.

Quinn salió del auto, erguida y con pasos decididos. A pesar de haberse retirado del ejército tres años atrás, su postura seguía siendo la de una soldado. Se dirigió al campamento militar paso a paso.

Al llegar al frente, se detuvo, levantó la mano derecha y ejecutó un saludo militar impecable. Estaba resuelta a devolver las cenizas de sus padres a casa, aunque tuviera que hacerlo sola. Entonces, Quinn gritó:

—¡Soldado retirado Quinn Bridger, de las Fuerzas Especiales Halcón originales, aquí para recuperar las cenizas de los antiguos miembros de la Fuerza de Paz Montague Bridger y la doctora militar Arlene Gurney!

Su voz atravesó los cielos del campamento militar mientras las puertas se abrían despacio.

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