El despertar del Dragón romance Capítulo 137

—¡Claro que sí! Naturalmente, fue nuestro gerente quien consiguió cobrar todos los atrasos —contestó María mientras volvía a la realidad.

«Tengo que reconocer el mérito de semejante ganancia a Santiago. ¡Quién sabe, esta vez puede ser ascendido al puesto de director del departamento de adquisiciones!».

—¡En ese caso, el Señor Cano fue muy capaz! —Saúl les dedicó una sonrisa antes de añadir—: Ya hablaremos la próxima vez. Tengo que revisar las cuentas con el Señor Cano.

Luego, entró en el despacho de Santiago. Mientras tanto, todo el mundo en el departamento de ventas se alborotó.

—¡Vaya! ¿Quién es tan competente para haber cobrado todos los atrasos?

—¡Es increíble! ¡Esos atrasos estaban todos acumulados desde hace unos años y eran excesivamente difíciles de cobrar!

—¿Habrá sido Jaime? A juzgar por su expresión de confianza de hoy, parecía saber que los atrasos serían devueltos en su totalidad.

—¡Tonterías! ¿Podría alguien como él haber cobrado todos los atrasos? ¿No escuchaste que fueron las propias empresas las que pagaron de forma voluntaria sus deudas? ¡No tiene nada que ver con él en absoluto!

—Hablando de eso, ¡tiene mucha suerte! Parece que no será despedido hoy, después de todo.

Los empleados del departamento de ventas se reunieron y chismearon entre ellos.

—¡Esto es genial, Jaime! ¡No nos van a despedir! —le dijo Hilda a Jaime, emocionada.

—¿No te dije desde el principio que no tenías que preocuparte? —Jaime se rio con suavidad.

—¿Cómo sabías que los atrasos se pagarían todos hoy? —preguntó Hilda, mirando a Jaime con curiosidad.

—¡Es un secreto! —Jaime sonrió sin decirle nada.

No quería que ella lo supiera todo en ese momento, aunque tarde o temprano, le contaría la verdad.

Mientras los empleados del departamento de ventas seguían cuchicheando entre ellos, Santiago salió de su despacho con Saúl, que era del departamento de finanzas. Al ver al hombre, todos guardaron silencio.

Santiago lanzó una mirada fría en dirección a Jaime antes de alejarse.

En ese momento, Javier estaba sentado en su mesa, en el despacho del director general, con una expresión sombría en el rostro.

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