Entonces, Félix se volteó hacia Jaime y le dijo:
—Señor Casas, si hubiera sabido que era usted con quien Lucas tenía problemas, nunca habría aceptado su dinero. Por favor, sea bueno y tenga un poco de piedad, Señor Casas.
Antes de que Jaime pudiera abrir la boca, Lucas enloqueció y gritó:
—¿Qué demonios está pasando? ¡Ustedes son la Banda del Dragón Carmesí! ¿Por qué demonios tienen miedo de un exconvicto cualquiera? ¿Y aun así se atreven a llamarse la banda más feroz de Ciudad Higuera?
Lucas estaba perplejo por lo que estaba ocurriendo ante sus ojos.
«¿Qué tiene Jaime que da tanto miedo? ¿Y qué si sabe luchar bien? ¡La Banda del Dragón Carmesí tiene cientos de luchadores! ¿Por qué iba a importar lo buen luchador que es Jaime? ¡No es como que pueda derrotar a cientos de personas a la vez!».
—¿Qué estás balbuceando? La Banda del Dragón Carmesí no necesita recibir consejos de ti. Si no te callas ahora, te mataré. —Félix se giró y le lanzó una larga y fría mirada a Lucas.
Este último se calló de inmediato al ver los ojos diabólicos de Félix.
De repente, se vio una enorme multitud vestida de negro que corría hacia ellos.
Había cientos de ellos, y todos estaban armados. La multitud era tan grande que Lucas y los demás podían sentir que el suelo temblaba bajo ellos.
Félix se quedó boquiabierto cuando vio a la multitud. A Lucas le invadió la perplejidad una vez más. Nadie tenía idea de quiénes eran esas personas.
Pero no tardaron en darse cuenta porque la multitud se acercaba cada vez más. Pronto vieron a Tomás encabezando la carga. Al instante, supieron que la multitud que estaba detrás de él era del Regimiento Templario.
La expresión de Félix se distorsionó aún más cuando vio a Tomás. Lucas, por su parte, se quedó sin palabras al ver a Tomás y a los demás pasar corriendo junto a él.
—¡Protejan al Señor Casas! ¡No dejen que nadie se vaya! —ordenó Tomás con rabia.
—¡Sí! —respondieron todos los miembros del Regimiento Templario a la vez. Entonces, formaron un gran círculo y bloquearon todas las salidas.
—¿Está usted bien, Señor Casas? —preguntó ansiosamente Tomás cuando se dirigió hacia Jaime.
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