El Desquite de una Madre Luchona romance Capítulo 127

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Mireya pensó que había escuchado mal y preguntó incrédula:

—¿Héctor, qué acabas de decir?

Raúl no le respondió a Mireya. En cambio, miró a Rocío con una mezcla de respeto y compasión.

—Señorita Amaya, permítame ayudarla a entrar al carro para que se resguarde del frío —dijo con voz suave.

Rocío asintió y, agradecida, respondió:

—Gracias, Héctor… señor Esquivel.

Ella sabía que ese hombre mayor, que ya rondaba los sesenta años, no solo le tenía confianza. Había en su actitud una ternura casi paternal.

Rocío pensó, resignada, que no todas tenían la suerte de Mireya: un novio de familia poderosa como Lázaro y el respaldo de alguien como Álvaro. Ella, en cambio, se sentía sola, sin nadie que la apoyara. Sin embargo, tener la aprobación de un hombre como Raúl, un viejo carpintero que creía en ella aun en la adversidad, era algo que no podía dejar de valorar.

Del otro lado, Mireya, Jimena y los demás observaron atónitos cómo Raúl ignoró por completo a Mireya y, en cambio, se desvivió por Rocío. Cuando lo vieron quitarse el abrigo para ponérselo a Rocío y luego abrazarla por los hombros antes de ayudarla a sentarse en su carro, todo fue claro para ellos.

—Vaya, qué sorpresa —murmuró Jimena, entre dientes—. Así que Rocío no solo se las arregló para encantar a Samuel, sino que también está coqueteando con Raúl, que podría ser su padre.

—Con esa edad, claro que Raúl no iba a resistirse a los encantos de una joven guapa como Rocío —agregó Eugenio, sacudiendo la cabeza con desaprobación.

Jimena bufó y preguntó, exagerando su sorpresa:

—¡Este viejo! Siempre parece tan serio y correcto, y ahora resulta que por culpa de una interesada como Rocío deja todo de lado. ¿De verdad va a rechazar trabajar con el Grupo Valdez solo para asociarse con Rocío? ¿Escuché bien?

—No escuchaste mal —reviró Mireya, esbozando una sonrisa desdeñosa—. Héctor quiere asociarse con Rocío.

—Entonces dime, ¿en qué van a “asociarse”? ¿En pasar la noche juntos o qué? —soltó Jimena con sarcasmo.

Ese comentario hizo reír a Eugenio y Matías, que no pudieron evitar soltar una carcajada.