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El Desquite de una Madre Luchona romance Capítulo 34

Apenas terminó de acomodar a Mireya, la empleada llamó para avisar que, según las cámaras de seguridad, Carolina había seguido a Lázaro todo el tiempo. Cuando Lázaro abrió la puerta del carro, Carolina también abrió la puerta trasera y se metió.

Ella no podía dejar de preocuparse por Mireya.

Le dolía el alma de solo pensar en su hermanita.

Si no iba tras ellos para ver cómo estaba Mireya, no podía estar en paz.

Pero al entrar al hospital, su papá llevaba a Mireya en brazos, corriendo de un lado a otro. Con lo pequeña que era, Carolina apenas podía seguirle el paso. Su papá iba tan rápido que casi ni la veía. Solo después de un buen rato, cuando Mireya ya tenía el suero puesto, Carolina vio por fin a su papá detenerse.

Carolina se quedó parada detrás de él, llamándolo una y otra vez.

Pero su papá no la escuchó.

Solo repetía el nombre de Mireya, una y otra vez.

Carolina pensó que Mireya debía estar muy grave, así que no se atrevió a entrar a la habitación a molestarla. Mejor se sentó afuera, en la banca del pasillo.

Había corrido tanto tras su papá que el cansancio la venció y, sin darse cuenta, se quedó dormida ahí mismo.

Cuando despertó, ni su papá ni Mireya estaban ya en la habitación.

Buscó por todos lados, pero no los encontró.

No llevaba consigo su reloj con teléfono.

No tenía idea de cómo regresar a casa.

En su pecho, el miedo la apretaba con fuerza.

Pero Carolina era una niña lista. Por más asustada que estuviera, se armó de valor y le pidió a una enfermera que le prestara el teléfono de la estación.

Al principio, pensó en llamar a su papá.

Pero, recordando que Mireya estaba muy enferma y que su papá debía cuidarla, prefirió no molestarlo.

Así que decidió llamar a su mamá.

Pensó que, en ese momento, su mamá tenía que hacerse responsable por ella. Si su mamá no lo hacía, Carolina juró que la odiaría por el resto de su vida.

Marcó el número.

Su mamá contestó y le dijo que esperara ahí.

Nunca imaginó que su papá sería quien iría a buscarla.

El corazón de Carolina se llenó de calidez.

Se abrazó al cuello de su papá y, portándose como una niña bien aplicada, le dijo:

—Papá, no te pongas triste, yo no te voy a culpar. Sé que quieres mucho a Mireya, y yo también la quiero. ¿Vamos rápido a verla?

—Claro —respondió Lázaro, cargando a Carolina rumbo al área especial de recuperación.

Capítulo 34 1

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