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El Desquite de una Madre Luchona romance Capítulo 41

Rocío guardó silencio, sus labios temblaban pero no se atrevía a decir una sola palabra.

Tras un respiro, alzó la voz con timidez:

—Señor Ríos...

Samuel levantó la mano, indicándole que se callara.

Siguió hablando por teléfono, su voz tronó por toda la habitación:

—Si yo, Samuel, quiero invertir en un proyecto, no hay fuerza que me lo impida. Si ella quiere inversión, yo se la doy, pero si me rechaza, mínimo que me dé un motivo razonable. Quiero hablar con ella cara a cara, ¿queda claro?

Sin esperar respuesta, colgó de inmediato.

Luego, con una mirada que fulminaba, se dirigió a Rocío:

—¿Qué esperas? ¿No piensas largarte?

—Señor Ríos, fui yo quien chocó su carro. Tengo que hacerme responsable —dijo Rocío, con una sinceridad que rozaba la súplica.

De repente, el hombre saltó de la cama como si nada, se plantó frente a ella y, sin previo aviso, le sujetó el cuello. La empujó con fuerza contra la puerta, apretando justo lo suficiente para que le doliera, pero sin asfixiarla por completo. Sus dedos se clavaron en las mandíbulas de Rocío, haciéndole ver estrellas por el ardor.

—¡Mujer! ¡Tu bajeza me repugna! —espetó con desprecio.

Rocío no pudo responder. Intentó zafarse, pero la presión de Samuel la mantenía inmóvil. Solo podía mirar esos ojos llenos de veneno y escuchar los insultos que le lanzaba.

—En el Club de Cosmos te vi acosando a Lázaro. Esa niña que estaba con él, ¿cómo te llamó? ¿Caza fortunas?

—Ese día... tú... ¿también estabas ahí? —balbuceó Rocío, apenas logrando sacar las palabras.

—Si él puede estar, ¿por qué yo no? —Samuel soltó una carcajada sarcástica.

—¿Eres tan poca cosa que, como Lázaro no te hace caso, ahora vienes tras de mí? ¿Primero te disfrazas de fea y te lanzas contra mi carro para llamar mi atención, y luego te pintas como payasa para venir al hospital, creyendo que voy a caer en tu trampa?

—Eres igualita a esas oportunistas. Lázaro y yo somos rivales, pero compartimos el mismo asco por mujeres como tú. Los hombres sabemos elegir, ¿entiendes?

—Mujeres como tú no valen ni para cargarle los zapatos a las amigas de Lázaro, ¿y aun así te atreves a intentar seducirme?

Rocío dejó de resistirse. Bajó la mirada, tragándose cada palabra venenosa que Samuel le arrojaba.

Capítulo 41 1

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