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El día que mi viudez se canceló romance Capítulo 107

—¡Llevé a Marisa a la Iglesia de San Pablo! Cuando salimos, fui un momento al baño y, al regresar, ya no la encontré.

En ese momento, Rubén estaba en la casa de la familia Olmo.

Algunos de los adultos mayores habían sido invitados al patio de la casa de Clarosol y estaban sentados platicando mientras tomaban café.

Rubén no les prestó atención, se puso de pie abruptamente, el rostro tenso, y caminó directo hacia la puerta.

Carlos también se levantó y lo detuvo, bajando la voz:

—Oye, muchacho, aquí estamos todos los mayores, ¿a dónde vas tan apurado? ¿De verdad el trabajo es tan importante como para dejar esto?

Carlos pensó que Rubén salía por motivos de trabajo.

Rubén arrugó la frente, intentando controlar la ansiedad que se le notaba en la mirada. Por ahora, no podía decir nada sobre Marisa; debía actuar con cautela. Así que solo se giró para disculparse con los adultos mayores de la familia Olmo.

—Disculpen, tengo una reunión urgente en el grupo, así que tendré que ausentarme un momento. Si la atención no ha sido la mejor, les pido comprensión.

En los últimos años, Rubén había llevado al Grupo Olmo a crecer con fuerza, ganándose el respeto de todos los adultos.

Por eso, nadie le reprochó nada, solo le lanzaron algunas bromas:

—Cuando te cases, ya no podrás vivir pensando solo en el grupo, tendrás que enfocarte más en tu familia.

Rubén pensó en cómo los últimos años había usado el trabajo para distraerse de su propia vida.

Si ella estuviera a su lado, no habría pasado los días y noches entregado al trabajo.

...

El carro voló por las calles rumbo a la Iglesia de San Pablo. Durante el trayecto, Rubén no perdió el tiempo.

Marcó de nuevo a Claudio. La familia Cano había estado metida en negocios turbios, aunque en los últimos años se habían “limpiado” un poco.

Rubén sabía perfectamente que esos lazos no desaparecían tan fácil.

Cuando Claudio contestó, habló con la misma soltura de siempre.

Rubén, en cambio, fue directo al grano:

—Necesito que me ayudes a buscar a alguien. Marisa, como en “Marisa, con M de mamá”. Veintiséis años, de Clarosol, egresada de la Academia de Arte de Clarosol.

—Haré lo posible.

Antes de colgar, Rubén remarcó:

—No se trata de intentarlo, Claudio. Tienes que lograrlo sí o sí.

Claudio respiró hondo y respondió:

—¡Entendido!

Rubén colgó. La silueta de la Iglesia de San Pablo ya se dibujaba ante él.

Detuvo el carro tan rápido que ni siquiera frenó bien, apenas quedó dentro del espacio.

Bajó a toda prisa y encontró a Yolanda, parada junto al carro, visiblemente angustiada, casi al borde del llanto.

Apenas vio a Rubén, a Yolanda se le quebró la voz y no pudo contener las lágrimas.

—Rubén, fue mi culpa... Ella me dijo que no hacía falta venir a la iglesia, fui yo la que insistió en traerla... —sollozaba, sin poder dejar de llorar.

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