Otilia estaba tan enojada que ni siquiera podía pensar con claridad.
¿Cuándo había soportado semejante humillación?
Al final, fue Raquel, todavía temblando de miedo, quien la jaló para irse rápidamente de la casa de la familia Olmo.
Una vez que ambas salieron, el ambiente en la casa de los Olmo se volvió mucho más ligero, como si por fin se pudiera respirar en paz.
Marisa se sentó junto a Rubén, pensativa por un momento antes de hablar.
—¿No tienes nada que preguntarme por lo que pasó con Raquel?
Rubén levantó una ceja, con esa mirada suya tan relajada y despreocupada.
—No hay nada que preguntar. Otilia me mostró el video de la tienda, incluso si no se escucha bien lo que dice Raquel, para que tú llegaras a ese punto, seguro dijo algo bastante desagradable.
¿Así que Otilia había traído la grabación de la tienda?
Vaya, sí venía preparada.
Marisa al principio pensó que tendría que explicar el asunto de la cachetada, pero para su sorpresa, Rubén ni siquiera necesitaba escuchar explicaciones.
De repente, sintió en la cintura la mano fuerte y cálida de Rubén.
Al ejercer un poco de fuerza, la acercó más hacia él.
Ahora, tan juntos, Marisa podía sentir hasta el leve roce de su respiración en la frente, moviendo suavemente sus cabellos.
Rubén bajó la cabeza, sus labios tan cerca de su frente que apenas los separaba un suspiro. Su voz sonó baja y ronca, con ese tono juguetón que tanto la descolocaba.
—¿Y qué ibas a comprar en la tienda?
Fue hasta ese momento que Marisa cayó en cuenta del detalle.
Esa grabación venía de la tienda… entonces, ¿qué hacía ella ahí?
Antes de que pudiera pensar en una respuesta, Rubén volvió a hablar, esta vez con un dejo de picardía.
—¿No encontraste el modelo que querías en el vestidor?
Marisa, sintiendo las mejillas arder, negó con la cabeza.
—No… no había…
Estaban tan cerca que sentía como si le faltara el aire. Seguro era por eso que tenía las mejillas tan encendidas.


VERIFYCAPTCHA_LABEL
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El día que mi viudez se canceló