El día que mi viudez se canceló romance Capítulo 264

Marisa bajó la mirada.

Tenía la piel clara y delicada, tradicional de su familia; con cualquier pellizco se le ponía roja la piel.

En ese momento, su brazo lucía bastante lastimado, lo cual daba un poco de impresión, aunque en el fondo ya no le dolía tanto.

Rubén tenía el ceño fruncido y el rostro ensombrecido, las cejas unidas como si estuviera a punto de explotar en cualquier momento.

Repitió la pregunta que había hecho antes, con voz pesada.

—¿Por qué no les dijiste que eres la señora Olmo?

Marisa apretó los labios y contestó sin rodeos.

—Lo dije, pero nadie lo creyó.

Rubén guardó silencio un instante. Luego soltó, lento:

—Eso era mi asunto. Ya casi está resuelto lo de tu papá, así que es hora de que hagamos pública nuestra relación.

Marisa mantuvo la vista baja, sus largas pestañas proyectando una sombra bajo sus ojos.

Su expresión resultaba distante, y una soledad callada la rodeaba.

—Menos mal que nunca lo hicimos público.

Su voz se escuchó suave, casi como un suspiro.

—Así, cuando llegue el divorcio, no tendremos que salir a aclarar nada otra vez.

Al final, no haber divulgado su relación tenía sus ventajas: ahora que estaban por separarse, no tendrían que verse arrastrados por los chismes de la gente.

El rostro de Rubén se volvió aún más difícil de descifrar, como si no quisiera mostrar lo que sentía.

—¿Y para qué sigues parada aquí? Mejor siéntate y platicamos.

Marisa sintió que su postura se volvía rígida.

No debería estar plantada junto al escritorio de Rubén.

Después de todo, hasta la gente más cercana tiene derecho a su privacidad; y tratándose de Rubén, ahí podía haber desde secretos personales hasta información delicada sobre la empresa, cosas que ella no debía ver.

Bajó la cabeza, incómoda.

—Perdón, vi que las flores del florero estaban frescas y me acerqué a olerlas. No pensé que fuera tu escritorio.

Rubén negó con la cabeza.

—No hay problema.

Luego, sin pensarlo, empezó a decir:

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