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El día que mi viudez se canceló romance Capítulo 64

El otro lado colgó la llamada en un instante.

Marisa ni siquiera había alcanzado a devolverle el celular a Yolanda cuando entró una nueva llamada: ahora era Rubén.

—Este es mi número —se escuchó la voz firme de Rubén.

Marisa pensó, ¿de dónde sacó mi número? No recordaba haber intercambiado números con él.

Sin embargo, antes de que pudiera seguir pensando en eso, la voz profunda de Rubén continuó:

—¿Me llamaste por lo de los regalos de compromiso?

Marisa no pudo evitar sorprenderse. Parecía que él podía adivinar exactamente lo que ella quería decir.

Lo bueno era que así ya no tenía que buscar cómo empezar.

—Sí, los regalos... son demasiados —respondió con sinceridad.

Aunque no había revisado todo a detalle, solo de ver por encima sabía que aquello valía una fortuna.

Eran cosas costosas, y con solo sacar dos o tres artículos ya superaban lo que la familia Páez podía pagar, ni hablar de todo lo que llenaba la sala de la casa.

Rubén, del otro lado, sonaba tranquilo.

—Mientras no pienses que es poco, todo está bien.

A Marisa le dio pena. No era que pensara que era poco, ¡al contrario, sentía que era demasiado!

Mientras intentaba encontrar las palabras para explicar su sentir, Rubén habló de nuevo, con voz calmada:

—Los regalos son solo una muestra de cariño, representan lo importante que eres para la familia Olmo y el aprecio que sentimos por la familia Páez. Fuera de eso, no significan nada más.

Marisa siguió la conversación con un tono más relajado:

—La familia Páez también quiere mostrarle a la familia Olmo cuánto los valoramos, pero...

Rubén sostenía una taza de café entre las manos, mirando el sol radiante que había salido tras la tormenta. Por un momento sintió que se había enredado solo.

Él solo quería decir que esos regalos no requerían de una dote igual, pero conforme hablaba, parecía que si la familia Páez no daba algo equivalente, era como si no valoraran lo suficiente a la familia Olmo.

No es que él no quisiera agregar a Marisa; simplemente, ella tenía tantas restricciones de privacidad que ni por número de teléfono ni por WhatsApp podía agregarla.

En cuanto la solicitud entró, la aceptó de inmediato y abrió el perfil de Marisa: su foto era un ramo de gardenias blancas, frescas, como el inicio del verano.

Solo por esperar este momento, Rubén ya ni recordaba cuánto tiempo había pasado deseando tenerla como contacto.

Cambió el nombre de contacto de Marisa.

Mari.

La primera vez que escuchó a la pareja Páez llamarla así, tenía apenas siete años, y ese apodo se le había quedado grabado en el pecho desde entonces.

Marisa, viendo la notificación de solicitud aceptada, escribió cuidadosamente el nombre Rubén en el campo de notas.

La imagen negra de su perfil y ese nombre, Rubén, parecían combinar a la perfección.

Movida por la curiosidad, Marisa decidió abrir el perfil de Rubén y echar un vistazo a sus publicaciones.

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