Cuando llegaron, el hotel era lujoso y elegante, la habitación estaba decorada con rosas y velas, creando un ambiente romántico. Cristal se sintió como una princesa, y él como un gran señor en un castillo.
Joaquín miró a Cristal con una mezcla de amor y ternura en sus ojos, ella era lo más maravilloso que le había pasado en la vida y no podía sentir más felicidad de la que estaba sintiendo en ese momento.
—Me parece increíble que finalmente seamos marido y mujer —dijo Cristal con una sonrisa en su rostro.
—Ni yo puedo creerlo, eres el mejor regalo que la vida me ha hecho, me recompensó con tu amor aun sin merecerlo —respondió Joaquín mientras se acercaba a ella para besarla.
Cristal respondió al beso con pasión, mientras sus manos se deslizaban por el cuerpo de su esposo, explorando cada rincón con una expresión de deseo en sus ojos.
Por un momento se observaron mutuamente, con una conexión intensa que parecía crecer cada vez más. Joaquín acarició el rostro de su esposa, admirando su belleza y suavidad, y ella lo abrazó con fuerza, sintiendo la seguridad que él le brindaba.
Joaquín se inclinó para besar su cuello, mientras sus manos se deslizaban por su espalda, desabrochando lentamente su vestido.
Cristal se estremeció al sentir las caricias de Joaquín en su piel, mientras la despojaba de su vestido y este caía al suelo, dejando al descubierto su cuerpo perfecto y sensual.
Joaquín la llevó a la cama y la besó con pasión, mientras se quitaba la ropa lentamente. Sus cuerpos se unieron en un abrazo apasionado mientras se entregaban el uno al otro en el más puro éxtasis.
Su conexión era intensa y sintieron que cada segundo crecía más. Joaquín pasó su mano por el rostro de su esposa, acariciándola y admirando su increíble belleza, embrujándose con la suavidad de su piel, sintiendo arder el deseo en su interior ante su contacto.
Joaquín deslizó su boca por la piel de Cristal, dejando pequeñas mordidas y suaves besos que la hacían estremecer. Sus manos se movieron con pasión, acariciando su piel desnuda.
Cristal gimió con cada caricia, entregándose completamente a su esposo.
La pasión entre ellos era palpable, y sentían cómo sus cuerpos se mezclaban en un abrazo intenso y apasionado. El deseo y el amor que compartían era tan intenso que la hacía estremecer, el éxtasis la recorrió de pies a cabeza.
Cristal le rodeó el cuello con sus brazos, abrazándolo con fuerza mientras sostenía su mirada con intensidad.
Él la besó nuevamente, con una mezcla de ternura y desbordante pasión. Sus labios se entrelazaron, creando una sensación de calor y deseo que los dejó sin aliento.
Las manos de Joaquín, exploraron el cuerpo de Cristal, descubriendo cada uno de sus secretos y placeres. Ella se sintió abrumada por esas sensaciones tan intensas que no creía poder aguantarlas.
El deseo ardiente que sentía, el calor de los labios de Joaquín, y la suavidad de sus manos, la tenían al límite a punto de explotar, ella cerró los ojos, se dejó llevar por el momento, disfrutando de cada uno de los toques y caricias que le daba su esposo.
A medida que sus cuerpos se acercaban más, el fuego que los consumía se intensificaba. Sus labios se encontraron una y otra vez con una pasión que no podían contener. Sus manos eran cada vez más osadas, recorriendo cada centímetro de la piel de Cristal.
Finalmente, llegó el momento que ambos tanto habían esperado. Joaquín se movió por encima de Cristal, sosteniéndose con sus fuertes brazos mientras la miraba a los ojos. Poco a poco, comenzó a introducirse en ella. Sus cuerpos se fundieron en una sola unidad, creando una sensación de placer, los inundó dejándolos sin aliento.
Joaquín se movía dentro de Cristal con delicadeza, cada embestida más fuerte que la anterior. El placer era cada vez mayor, hasta que llegaron al clímax juntos.
Ambos se abrazaron mientras el orgasmo los dejaba sin aliento.
Era una escena hermosa, el cuerpo desnudo de Cristal abrazado por el de Joaquín. Era el resultado del amor, y del deseo de un momento que quedaría grabado para siempre en sus memorias.
Lentamente, los dos volvieron a la realidad. Se miraron a los ojos y se dieron un beso para sellar aquel momento perfecto.
—Te amo Joaquín —pronunció Cristal, delineando su rostro con sus manos.
—Y yo te amo a ti, más de lo que las palabras pueden expresar —respondió Joaquín con sinceridad, observándola con una expresión de absoluto amor.
La noche continuó, y en la intimidad de su habitación, se entregaron una y otra vez, de todas las maneras imaginables, la pasión desbordante los arropó por completo sumergiéndole en una vorágine de absoluto éxtasis.
Se amaron como si cada instante fuera eterno, descubriendo en cada caricia, en cada mirada, una nueva forma de expresar su amor.
El amanecer los encontró abrazados, con la luz del sol acariciando sus cuerpos entrelazados. Cristal despertó y miró a Joaquín dormir, su rostro sereno y relajado, y sintió una oleada de amor por él. Se acercó y le dio un suave beso en los labios, despertándolo.
—Buenos días, mi amor ¿Cómo amaneces? —susurró ella.
—Buenos días, mi princesa, estoy mejor que nunca, como no estarlo si soy el hombre más feliz del mundo, al tener a mi lado a la mujer que amo —respondió Joaquín con una sonrisa mientras la abrazaba.
Se quedaron un rato más en la cama, él dándole suaves besos, mientras ella suspiraba de placer, ambos disfrutando de la calidez de su amor.
Cada paso parecía desenterrar algo nuevo y emocionante, mientras sus ojos vislumbraban la vegetación única y exuberante, las flores brillantes y exóticas y los colores vibrantes de los arrecifes de coral.
Los olores eran embriagadores; una hermosa mezcla de sal y mar, flores y los aromas desconocidos de la propia isla. Los sonidos eran como una canción de cuna, desde las olas rompían contra la orilla hasta el piar de los pájaros y el susurro de las hojas de los árboles.
Joaquín cogió a Cristal de la mano y tiró de ella, como si quisiera asegurarse de que realmente estaba allí con él.
Le sonrió y le dijo en voz baja:
—¿Te gusta esto? —interrogó sin dejar de abrazarla.
—Sí, gracias por este momento tan especial.
Cristal sintió su corazón acelerarse, todo le parecía tan hermoso que tenía la sensación de estar sumida en un hermoso sueño. No podía evitar asombrarse ante la belleza del lugar, era un paraíso del cual nunca le gustaría irse.
Así pasaron una semana, disfrutando de cada hermoso paseo, de las hermosas playas y de todas las maravillosas distracciones que les brindaba la isla.
Se bañaron en las cálidas aguas del océano, en la piscina, al atardecer tomaban el sol, acurrucándose, abrazados en la arena; también se estiraban, se amaban y se acariciaban en la cama.
Fue una semana especial, única, donde no dejaron de demostrarse su amor. Comieron en restaurantes exclusivos, recorrieron las pintorescas calles de la ciudad, disfrutaron de la música, bailes y de todos los placeres y distracciones que les brindaba el lugar y cada día su amor se fortalecía haciéndose más profundo.
Regresaron a casa rebosante de felicidad y con recuerdos que siempre quedarían guardados en su corazón. La vida les sonreía y sabían que ya nunca nada más los separaría.
Un mes después de llegar de la luna de miel, Cristal descubrió que estaba embarazada. Estaba tan contenta que no podía dejar de sonreír. Era un regalo del destino y sabía que su amor había creado algo especial, algo único e irrepetible.
La noticia fue bien recibida por la familia de Cristal, por la madre de Joaquín, celebraron la llegada de un nuevo miembr0 de la familia, que los llenaría más de amor y felicidad.
Fue así, como Joaquín y Cristal se entregaron a la construcción de su hogar, compartiendo risas, sueños y planes para el futuro, y demostrándose cada día que cuando el amor es verdadero, perdura y supera cualquier obstáculo que se presente en el camino.
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