—¿De verdad? —Sonia se alegró mucho, pero de inmediato, miró a Dante de forma tímida—. Dante, ¿está bien?
Antes de que Dante pudiera decir algo, Don Licano interrumpió:
—No es necesario su consentimiento cuando tienes el mío.
—Gracias, abuelo. —Sonia hizo una mueca a Dante y ayudó a Don Licano a entrar en la casa.
Detrás de ellos, unos cuantos guardaespaldas descargaban el equipaje mientras Fabián y los demás subían para ayudarles en su trabajo. Dante echó un vistazo a la habitación de Adriana en el segundo piso. Ella corrió de forma apresurada las cortinas y se retiró a un rincón.
«¿Qué debo hacer? ¿Y si Don Licano insiste en que Sonia se quede aquí? ¿Sabe él acerca de mí? Si lo sabe, ¿me molestará junto con Sonia?».
Adriana caminaba de un lado a otro de su habitación, incapaz de calmar la tormenta en su mente.
«¿Qué debo hacer? ¿Me sacará Dante a escondidas cuando estén dormidos?».
Mientras estaba sumida en sus pensamientos, escuchó unos pasos que se acercaban y se detuvieron frente a su habitación. Sintió que el corazón se le apretaba. Caminando descalza sobre los dedos de los pies, se dirigió hacia la puerta para escuchar los movimientos del exterior.
Se escuchaba la voz de Sonia.
—Dante, quiero quedarme en esta habitación.
A juzgar por las siluetas que vio a través del hueco bajo la puerta, supo que había mucha gente de pie afuera de su habitación. Dante rechazó su petición con indiferencia.
—No. Elige otra habitación.
—¿Por qué? Quiero quedarme al lado de ti. —Sonia actuó con coquetería para convencer al hombre de que diera su consentimiento.
Adriana arrugó las cejas mientras contenía la respiración, escuchando de forma atenta los movimientos del exterior.
«¿Sabe Sonia que estoy aquí? ¿Por eso pidió quedarse en esta habitación? Dante no estará de acuerdo, ¿verdad? Su abrigo y sus zapatos siguen en mi habitación, por no hablar de sus cosas en el lavabo».
Se podría saber su relación por el aspecto que tiene ahora y la disposición de su habitación.
«¿Cómo voy a afrontar este problema?».
—Esa habitación también está al lado de la mía, así que puedes quedarte allí. —Dante señaló la otra habitación junto a la suya.
Sonia sonrió y asintió.
—De acuerdo. Abuelo, iré a deshacer mi equipaje.
—Adelante. —Don Licano echó un vistazo a la habitación antes de voltear hacia Dante y decirle—: Hablemos en tu habitación.


VERIFYCAPTCHA_LABEL
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El increíble papá de los trillizos