~ Tamia ~
Pasó otro mes en el que las cosas empeoraron entre Leo y yo; ya no pasaba tiempo conmigo y sutilmente se había mudado de nuestro dormitorio. Se veía venir, pero aun así me molestaba.
Además, llevaba a Amanda a las funciones a las que lo invitaban y me dejaba a cargo de la manada.
Ya estaba trabajando en mi salida, así que me decía a mí misma que solo tomaría un poco más de tiempo. A menudo miraba donde descansaba su marca en mi cuello y quería quitármela. Odiaba verla, tanto que siempre la cubría, al menos mis lágrimas ya se habían secado.
Algunas Lunas simpatizaban conmigo y otras felicitaron a Amanda, aunque ella no había sido nombrada Luna aún y yo sabía por qué; Amanda era doctora y no estaba entrenada para la batalla.
Nombrarla Luna significaría que tendría que asumir todas mis responsabilidades, incluyendo liderar batallas y supongo que su vida era demasiado importante para eso. Mientras tanto yo planeaba sorprender pronto a Leo.
Poco después, estaba sentada en mi oficina cuando Leo irrumpió y comenzó a gritarme, comportándose como un loco desquiciado, nunca me había hablado así antes. Como había gente alrededor, tuvo que disculparse.
"Pero ¿qué es lo qué pasa?" Pregunté.
"¿Por qué enviaste hombres tras Amanda?" Me interrogó y fruncí el ceño.
"¡Respóndeme carajo!" Gritó y yo negué.
"No envié a nadie tras ella." Dije.
Levantó la mano para darme una cachetada, pero se detuvo y miró su mano con incredulidad, entonces me miró con los ojos llenos de lágrimas, obviamente estaba avergonzado de lo que estuvo a punto de hacer.
"Tengo a un hombre en la celda que dijo que lo enviaste a matar a Amanda, ¿por qué harías eso? No es nuestra culpa que estemos destinados, no es mi culpa, Tamia. ¿Por qué no puedes hacerlo fácil para todos nosotros?" Vi como las lágrimas le corrían por las mejillas. Se sentó en la silla de mi oficina, inclinó la cabeza y lloró.
Sus palabras me dolieron no por la acusación, sino porque dijo que no era su culpa haber encontrado a su compañera destinada. Me senté y lo miré con indiferencia.
"Lo he hecho fácil, Leo. ¿Cuándo fue la última vez que me hablaste con amor? ¿Cuándo fue la última vez que salimos juntos a algo que no fuera una reunión de seguridad? ¿Cuándo fue la última vez que pasaste tiempo conmigo como tu esposa? ¿Cuándo fue la última vez que dormimos en la misma cama? ¿Cuándo fue la última vez que me hiciste el amor?" Le pregunté y me miró con los ojos hinchados.
Sabía que estaba confundido, pero yo era la que estaba sufriendo.
"Apenas y hemos hablado en las últimas dos semanas y tú irrumpes en mi oficina para acusarme de enviar unos hampones a hacerle daño a tu compañera, pero ni siquiera te molestaste en preguntar o investigar mejor antes de venir aquí." Reflexioné y él parecía avergonzado.
"Dijiste que un prisionero en custodia dijo que lo envié a matar a Amanda, ahora dime, ¿qué pruebas tiene?" Leo se quedó sin saber cómo responder.
"De todos modos, no lo hice. Alguien está tratando de incriminarme y deberías ser lo suficientemente inteligente como para saber que yo no planeé esto porque nunca fallo." Añadí.
"¿Es por eso por lo que decidiste buscar casa sin decírmelo? Me enteré de todas las solicitudes a los Alfas vecinos pidiendo que te permitieran tener una propiedad en sus tierras, ¿acaso pensaste que no me enteraría?" Me preguntó sonando herido y luché contra el impulso de hacer cualquier gesto.
"Estoy segura de que a Amanda le gustará el espacio y no habrá necesidad de que gima más fuerte de lo necesario cuando estén juntos." Dije y él guardó silencio.
"Eres mi esposa y la Luna de esta manada, no se te permite irte." Dijo, comportándose como una víctima.
"Le he advertido a todos los Alfas que si te dan refugio, tendrán que enfrentarse a mí. Puedo tener una compañera destinada, pero tú sigues siendo mi esposa y no te dejaré ir, tendrán que pasar sobre mi cadáver antes de dejarte ir, Tamia." Dijo con determinación, haciendo una promesa.
Hubo un tiempo en que eso habría hecho que mi corazón latiese más fuerte, pero eso se acabó en el momento en que recibimos a Amanda en nuestro hogar.
"Deberías dejarme ir Leo, porque ya no siento lo mismo." Mis palabras lo lastimaron aún más.
"Hablaremos de eso en casa. Lamento haber irrumpido en tu oficina y lamento haberle creído al idiota ese sin investigar el asunto. Hay una cena mañana por la noche y quiero que me acompañes, quiero que todos sepan que todavía eres mi esposa y que te amo." Agregó.
Sonreí porque iba a ir de todos modos, Linda me había enviado una invitación y prometió presentarme a sus amigos.
Aunque ambas estábamos en la misma situación, eso no significaba que lo manejaríamos de la misma manera.
"Nos vemos en casa." Dijo y se fue.
Llegué a casa y Amanda estaba en el sofá llorando. La ignoré por completo y fui a mi dormitorio, solía ser la habitación principal que compartía con Leo, pero hace mucho que él ya no dormía allí.
Para mi sorpresa, lo encontré en la habitación. No me molesté en preguntarle cuál era el problema con Amanda, solo fui al chifonier para dejar mi ropa e ir a ducharme. Cerré la puerta detrás de mí cuando entré al baño, no quería que entrara o que siquiera pusiese una mano sobre mí.
Poco después lo escuché intentar abrir la puerta y sonreí. Me di cuenta de que debía haberle dicho a Amanda que dormiría en mi habitación esta noche, lo que debió haber herido sus sentimientos.
Sabía que no había forma de que él hiciera eso solo para complacerme, quería algo de mí, pero decidí ignorarlo.
Después de ducharme, me vestí en el baño y me aseguré de que el camisón de encaje que llevaba puesto fuera lo suficientemente sexy. Había cambiado mi guardarropa para tener más atuendos sexualmente provocativos y hasta tenía maquillaje. Salí del baño y fui a sentarme al tocador.
"¿Desde cuándo empezaste a cerrar la puerta del baño con llave?" Preguntó, sentado al pie de la cama.
"Cuando una tercera persona se mudó a mi hogar y tú te mudaste sutilmente a su habitación." Respondí sonando aburrida.
"Esta sigue siendo nuestra habitación y sigues siendo mi esposa, Tamia. Soy nuevo en esto, pero estoy intentándolo." Sonaba como un disco rayado, así que suspiré.
"Por supuesto." Dije sonriendo y él suspiró. Se acercó a mí y besó su marca en mi cuello.
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