—No te preocupes, seré rápida, mi… —Ana se giró hacia su espalda para ver que Xavier seguía hablando por teléfono, y luego volvió su mirada hacia Nat—. Él no tardará en colgar, y ya debemos irnos.
Natali parpadeó carias veces llevando sus ojos hacia el hombre que las miró un momento, y luego salió del pasillo para seguir hablando por teléfono.
—Está bien… podemos ir a la cafetería del hospital.
Ana asintió caminando, y amabas se fueron al instante para llegar al salón de la cafetería que estaba poco concurrido. Ellas tomaron asiento en una de las mesas y en cuanto Ana puso las manos encima de la superficie, Nat no pudo evitar observar su anillo reluciente en el dedo anular.
—Natali… creo imaginar que además de mi nombre, sabes que conozco a Andrew desde hace mucho.
Nat asintió mientras metió sus manos por debajo de la mesa.
—Lo sé…
—Sé lo que pasó entre Andrew y tú, y créeme, pensé encontrar a una chica diferente…
Nat arrugo el ceño ante la confusión.
—No me malinterpretes… —prosiguió Ana totalmente seria—. No soy buena para hablar, no te conozco, pero haré esto por Andrew.
Nat se quedó mirándola fijamente, Ana era una mujer totalmente diferente de cómo se la imaginó, y definitivamente distaba de alguien que quisiera ser amigable. Se veía que era directa, sin tener tapujos y muy seria.
Era completamente desiguales.
—No sé qué pueda hacer por Andrew ahora, él no desea verme —respondió Nat—… Y yo tampoco voy a acercarme a él nuevamente… nosotros…
—Lo sé, Natali. Pero también sé que lo que pudo decirte, lo dijo desde su corazón destrozado, desde su ira y su frustración… él… Andrew está sufriendo mucho por lo que pasó… y conociéndolo como lo hago, sé que no va a asimilarlo rápido.
Nata bajó la mirada apretando su mandíbula, pero luego se dijo a sí misma que debía ser fuerte.
—Nunca le mentí acerca de mis sentimientos… sé que no tengo una excusa, pero nadie sabe mi situación, Andrew no me dio la oportunidad de hablar, ni explicar…
—¿Tú se la darías? ¿Perdonarías a la ligera a alguien que te puso un precio?
El corazón de Nat se estrujó, incluso sintió un escozor burdo en sus ojos ante el señalamiento. Pero la verdad era que ya no quería flaquear frente a nadie, esta vez estaba harta de lamentarse por la misma situación, aunque lo único que quería era ir a esa habitación, y abrazar a la única persona que le importaba en la vida.
—No lo sé… —respondió bajo mientras negó—. No sé que haría en este momento…
Ana asintió tomando el aire y luego miró su anillo.
—Él te ama… de eso estoy segura…
Los ojos de Natali se abrieron de par en par ante la confesión de Ana, de cierta forma las palabras fueron un poco de aire ante su falta de oxígeno, y por alguna razón, escuchar eso de esta mujer, fue como colocar un paño tibio en su gran herida.
—Ahora te pido… que lo perdones… perdona todo lo que pudo decirte, nosotros somos tan tontos en algún momento de nuestra vida que actuamos desde el instinto de supervivencia. Dale un tiempo, date un tiempo a ti misma… ustedes necesitan un espacio y si después de esto aún ven que definitivamente el otro es a quien quiere, nada podrá separarlos después de esto.
A Natali le tembló la mandíbula mientras los ojos se le nublaron sin poder resistir.
—Es… una agonía —dijo con la voz rota—. Cada momento, segundo, hora, y día… es una agonía, para mí, Anaelise… yo… yo ni siquiera quiero venir al hospital… lo que deseo… lo que deseo es… cerrar mis ojos, irme lejos y no volver nunca más… Yo… yo…
Nat puso sus manos en el rostro, mientras los sollozos escaparon de su garganta de forma incontrolable, y en cuestión de minutos, sintió como unos brazos delgados abrazaron su cuerpo.
Sabía que era ella, la mujer que jamás pensó estaría en una situación como esta, consolándola por el amor que pensó, le había robado, y a la que odió por algún tiempo.
Nat se dejó llevar, necesitaba sacar el ardor que congestionaba su garganta y había deseado que alguien por un momento en la vida la comprendiera. Aceptó el abrazo de Ana, y a los pocos segundos, sus dedos estaban pasando por sus ojos para limpiar las muchas lágrimas que tenía por todo el rostro.
—Duele como la mierda, lo sé… —Ana sonrió seca—. Pero de ahora en adelante ya no tendrás nada que ocultar, y si alguien te quiere, debe aceptarte con todo y tus errores, con todo y tu pasado y con lo que esto acarrea. No desistas del hospital, si estás aquí, en este nivel, es porque has dejado lágrimas, sacrificio y hasta Andrew atrás para conseguir lo que te has trazado… dale tiempo. Y también a ti misma, lo necesitas.
Natali asintió lento.
—Gracias, Ana…
—No es nada… bien… —ella giró su cabeza—. Creo que ahora si mi iré… este señor que tengo por marido es impaciente, y ahora tenemos muchas cosas por resolver.
Ambas se sonrieron y luego Nat miró su anillo.
—¿Se comprometieron?
—Sí… además de que hay un bebé aquí adentro.
Los ojos de Natali se abrieron mucho.
—¡Dios!, eso es… increíble…
—Ammm, sí… apenas lo asimilamos —todavía no había terminado de hablar cuando Xavier apareció detrás haciendo que ambas miraran hacia arriba.
—No me digas que hiciste llorar a esta chica, Ana —él esbozó con aire pesado.
Natali se rio mucho mientras se levantó del asiento junto a Ana.
—Ella se estaba desquitando… —cuando Nat respondió esto Xavier afirmó y le dio la mano en son de presentación.
—Xavier Cox…
—Sí… he oído de ti —Nat dio su mano—. Natali Simmons…
—Espero que solo cosas buenas… ¿O le has contado esas cosas? —Cox se dirigió a Ana con un tono sensual tomándole de la cintura mientras ella enrojeció de la vergüenza.
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