Em geral, gosto muito do gênero de histórias como El Regreso de la Heredera Coronada, então leio muito o livro. Agora vem Capítulo 121 com muitos detalhes do livro. Não consigo parar de ler! Leia a história de El Regreso de la Heredera Coronada Capítulo 121 hoje. ^^
Aquellos que ya eran adictos al juego, tras probar el sabor de la victoria, se vuelven completamente incontrolables.
Sin embargo, poco a poco, la racha de suerte comenzó a disminuir. Cada vez que perdía, golpeaba la mesa con furia, intentando recuperar lo perdido; y cada vez que lograba recuperar una parte, deseaba ganar aún más.
Así pasó, día tras día.
Los escasos siete millones de dólares que le quedaban a Rubén se evaporaron rápidamente bajo su compulsión desenfrenada de apostar.
—¿Quieres recuperar lo perdido? Te puedo prestar algo. Este contrato ya lo conoces, solo firma —Héctor le lanzó oportunamente una pluma junto con un fajo de billetes que haría babear a cualquiera.
Rubén, desesperado por remontar, no dudó en firmar el contrato que Héctor le puso enfrente y obtuvo más fichas para seguir apostando.
Primero fueron cien mil dólares, luego doscientos mil dólares.
Después llegó a apostar un millón, dos millones de dólares.
Hasta que, finalmente, fue expulsado del casino por el personal, y aun entonces, Rubén seguía sumido en su fantasía, gritando: —¡Déjenme jugar una mano más! ¡Solo una! ¡Seguro que esta vez lo recupero todo, seguro!
—¿Quieres remontar? Primero paga lo que debes, ¿te parece?
Con un cigarro en los labios, Héctor dejó caer una pila de contratos frente a Rubén.
En menos de un mes, Héctor había pasado de ser un "hermano" para Rubén a un despiadado acreedor, y ahora, por fin podía decir con frialdad:
—¿Tú? ¿Quién te crees para llamarme hermano?
Héctor le dio una patada brutal. —¡Bah! ¡Patético!
Rubén cayó al suelo, pero incluso después de ver el documento que detallaba su deuda de cinco millones de dólares, reaccionó con desprecio y dijo con desdén: —¿Cinco millones? ¿Eso es todo? ¡Yo tengo mucho más dinero! ¿Acaso crees que no puedo pagarte?
—Entonces, adelante. Muéstrame el dinero —Héctor extendió la mano, sarcástico—. ¿Dónde está?
Rubén se palpó la ropa y no encontró nada. Incluso el reloj por el que había pagado decenas de miles de dólares ya lo había empeñado.
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