El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 133

En cuanto Rubén escuchó la palabra "dinero", sus ojos brillaron y aceptó de inmediato: —Dime, ¿qué quieres que haga?

Dado que el conductor estaba presente y había cosas que no convenía decir delante de él, Paula le pidió que bajara del auto y esperara a un lado. Una vez a solas, Paula habló:

—Voy ahora mismo a Villa de los Cielos. Ángeles también está allí. Es un lugar rural perfecto para... deshacerse de alguien. Quiero que mates a Ángeles. ¿Te atreves?

Rubén se quedó atónito por un momento, pero luego estalló en carcajadas. —¿Eso es todo? Bueno, primero dime, si te hago este favor, ¿cuánto me vas a pagar?

—Ciento cuarenta mil dólares. Ni un centavo más.

—Mi querida hermana, ¡estamos hablando de matar a alguien, no de matar un cerdo! ¿Pretendes que me conforme con ciento cuarenta mil dólares? ¿Qué crees que soy, un mendigo?

Desde que Rubén había conseguido siete millones de dólares en el pasado, su ambición se había disparado.

Incluso los cinco millones que Paula le había ofrecido en otra ocasión no habían sido suficientes para él, así que mucho menos iba a conformarse con esa pequeña cantidad.

Paula frunció el ceño. —Entonces, ¿cuánto quieres?

Rubén estaba a punto de pedir una cantidad exorbitante, pero tuvo un momento de lucidez.

Si pedía demasiado, Paula fácilmente podría recurrir a alguien más para encargarse de Ángeles. No valía la pena arriesgarse a perder esta oportunidad por ser codicioso.

Decidió que lo mejor era aceptar el trato ahora y usarlo más adelante como una forma de chantaje. Podría obtener mucho más dinero en el futuro.

—Trescientos mil dólares.

Rubén sonrió con picardía. —Y solo porque eres mi hermanita, te hago este favor.

—¡No me llames hermana! ¡No tengo un hermano como tú, me das asco!—Paula mostró una expresión de desprecio, pero aceptó el trato.

Sin embargo, cambió de tono y añadió: —Pero dime algo... ¿De verdad podrías hacerlo? No importa lo que digas, Ángeles ha sido tu hermana por muchos años.

Rubén soltó una risa desdeñosa. —¡Esa mocosa ya no tiene remedio! ¿Ves este brazo? Le pedí dinero y no solo no me dio nada, sino que me golpeó y me dejó así.

—Ah, por cierto, ¿sabes por qué me acerqué a ti? Fue idea de Ángeles. Ella me provocó. Dijo que tenías dinero y una tarjeta de crédito sin límite. Por eso decidí aferrarme a ti.