El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 179

Cuando la delicadeza y la ternura se fundieron en un único instante, la motivación inicial de Vicente, meramente correctiva y destinada a acallarla, se transformó de modo inesperado.

Desvanecerse un segundo es suficiente.

Vicente, quien siempre se consideraba un ser metódico y controlado, jamás había experimentado semejante situación. Los pensamientos reprimidos y ocultos en su interior durante años se liberaron como manada salvaje, avanzando con ferocidad y conquistando todo a su paso.

Era idéntico a aquella noche de desenfreno.

Ángeles quedó completamente paralizada y apenas logró balbucear: —¡D-detente, tú...!

Resultaba inútil resistirse.

La puerta de la habitación se abrió de golpe, y dos auxiliares ingresaron anunciando: —Señor Vicente, aquí está el nuevo teléfono, la tarjeta ya está lista, además compramos algo de...

Al levantar la mirada y presenciar la escena, las palabras quedaron atrapadas en sus gargantas. Permanecieron inmóviles, sin comprender cómo reaccionar.

¿Qué? ¿Cómo?

Vicente giró su rostro hacia ellos con una mirada glacial y ordenó: —¡Abandonen la habitación!

Los dos auxiliares reaccionaron instantáneamente, saliendo precipitadamente y cerrando la puerta con sumo cuidado.

Ángeles: ...

La interrupción bastó para que Ángeles regresara abruptamente a la realidad. Con un movimiento impulsivo, empujó a Vicente, separándolo de ella. Su rostro estaba tan sonrojado que parecía que la sangre podría comenzar a escurrir.

En su movimiento apresurado, sintió un dolor agudo en el dorso de su mano. La aguja de la vía intravenosa se había desplazado, provocando que la sangre fluyera nuevamente. Ángeles bajó rápidamente la mano para aliviar la presión.

Afortunadamente, el suero había concluido. Con irritación, presionó el timbre para solicitar a la enfermera, sin dejar de mirar a Vicente con una mezcla de furia y vergüenza.

Vicente levantó su mano para limpiar la sangre en su labio, donde Ángeles lo había mordido segundos antes.

Vaya, esta mocosa no muestra piedad.

Ángeles estaba acorralada contra la pared, observándolo con expresión de alerta. Aunque su vestimenta permanecía intacta, su respiración entrecortada y sus ojos ligeramente húmedos, consecuencia de aquel beso, la hacían parecer más frágil que amenazante.

En el pasado, siempre llamaba a la abuela Alzira. El número estaba guardado en su teléfono, por lo que nunca tuvo la necesidad de memorizarlo. Ahora, sin su móvil, no tenía manera de comunicarse.

Ángeles decidió cambiar de estrategia y le preguntó a la enfermera si había alguien llamado Rubén ingresado en el hospital.

—Creo que lo trajeron anoche o esta mañana. Tiene una herida en la mano. Oh, soy su hermana. ¿Podría decirme cómo está? ¿En qué piso y en qué habitación está ingresado?

La enfermera verificó los registros y le dio la información que buscaba.

Tal como lo sospechaba, el jefe del pueblo había ordenado que trajeran a Rubén al hospital. Había estado en cirugía durante más de tres horas. Aunque logró sobrevivir, había perdido por completo la funcionalidad de una mano, además de tener siete costillas rotas y otras lesiones menores.

Al escuchar el informe, Ángeles solo pudo pensar que se lo merecía.

La patada de Vicente había sido tan brutal que había roto siete costillas de Rubén. La fuerza que podía ejercer era aterradora. Ángeles tocó instintivamente su propio cuello al recordar lo sucedido y decidió ir a ver a Rubén en su habitación.

Afortunadamente, estaba en el mismo edificio, aunque no en el mismo piso.

Mientras buscaba el ascensor, siguiendo las indicaciones, notó con el rabillo del ojo que Vicente la estaba siguiendo. Sin pensarlo dos veces, salió corriendo.