El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 21

En el coche de regreso a la Clínica de la Benevolencia, todos podían ver la emoción en Gonzalo, como si hubiera ganado un gran premio; su comportamiento irradiaba orgullo.

Los maestros que viajaban con él se miraban entre sí, todos curiosos por saber qué había sucedido en esa mansión para hacerlo tan feliz.

No fue hasta que Gonzalo empezó a relatar lo sucedido que todos exclamaron asombrados.

—¿Acupuntura de los Cinco Elementos? Gonzalo, ¿estás seguro de que no te equivocas?

—Imposible, ¡esa técnica se perdió hace tiempo! El libro médico que contenía la Acupuntura de los Cinco Elementos fue destruido; ¡ya no existe!

—¡Exactamente, Gonzalo, podrías haberte equivocado!

...

—¡No me equivoqué! Acupuntura de los Cinco Elementos, guiando el veneno a través de los meridianos. No estoy senil; ¿cómo no voy a reconocerla? —Gonzalo refutó, señalando sus ojos con certeza: —¡Tengo una vista aguda, lo vi con mis propios ojos!

Las voces de duda se atenuaron.

Miradas de incredulidad iban y venían hacia Ángeles, algunas investigativas, otras escépticas y algunas despectivas.

Ángeles permanecía muy tranquila, serena, y aprovechó la ocasión para proponer a Gonzalo que quería estar registrada como médico en la clínica, priorizando sus estudios a menos que surgiera una situación que requiriera su intervención médica.

El pago sería dividido al cincuenta por ciento para cada uno.

Gonzalo reflexionó un momento, no solo aceptó, sino que cambió la división a treinta y setenta por ciento.

—Tú recibirás el setenta por ciento y la clínica, el treinta. Pero tienes que prometerme una cosa: dedicar un día a la semana para venir a la casa de tu abuelo, para estudiar en la biblioteca. ¡Puedes leer lo que quieras!

El conocimiento médico de la familia Vargas se ha transmitido de generación en generación, y los libros, documentos y archivos acumulados en la biblioteca son de inmenso valor.

Pero esto solo está disponible para el próximo heredero de la familia Vargas.

El significado detrás de las palabras de Gonzalo era claro.

—No te preocupes, abuelo.

Ángeles sonrió levemente y, tras ver alejarse a Gonzalo, se dirigió al área donde se cocinaban las medicinas en el patio trasero, donde había montones de hierbas medicinales desechadas que la clínica eliminaba a diario.

Para Ángeles, sin embargo, esos desechos eran tesoros. Escogió cuidadosamente y preparó un polvo venenoso de defensa personal con esas hierbas inútiles, lo cual no solo era gratis sino que además podría ser lucrativo.

Después de salir de la Clínica de la Benevolencia, sintió nuevamente esa sensación de ser seguida y vigilada.

Ángeles frunció el ceño y escondió el polvo venenoso y un pequeño cuchillo plegable en su bolsillo.

Las calles estaban abarrotadas y animadas. Para incitar a sus perseguidores a actuar, Ángeles deliberadamente se dirigió hacia una zona más desolada.

A lo lejos, Héctor y su grupo, que habían estado esperando todo el día, sonrieron con desdén al ver a Ángeles alejarse hacia un área más aislada: —¡Hemos estado esperando todo el día, la oportunidad finalmente ha llegado! ¡Vamos!

Justo cuando Ángeles cruzaba el tercer callejón, una furgoneta se detuvo delante de ella, la puerta se abrió y dos hombres robustos saltaron hacia fuera y la arrastraron al vehículo.