El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 246

Cada vez que Ángeles necesitaba salir y no podía conseguir un taxi, le pedía a él que la lleve a su destino y luego le solicita que regrese.

En otras ocasiones, simplemente lograba tomar un taxi.

Vicente la observa intensamente y se dirige hacia la puerta.

Parece que va a capturar a alguien... no, a recoger a alguien.

Por coincidencia, Ángeles regresa.

Después de bajarse del taxi, le dice al conductor: —Espérame un momento, voy a buscar algo y salgo enseguida.

—Claro, claro que sí.

El conductor aceptó con todo el gusto.

Ángeles avanzaba rápidamente hacia el interior y, al encontrarse de frente con Vicente, lo saludo casualmente y entro sin percibir la expresión de Vicente.

Ángeles regreso entonces a la habitación de huéspedes y empaco las hierbas medicinales que había organizado durante todo ese tiempo.

Esas ahora eran sus tesoros.

Después de unos días de investigación, había logrado producir varias botellas de medicina extremadamente efectivas para curar heridas.

¡Y podría ganar un buen dinero vendiéndolas!

Ya que no planea seguir viviendo aquí, definitivamente debe llevarse sus cosas.

Ángeles termina de empacar y, con la mochila a cuestas, salio de la habitación. Al llegar a la escalera, Vicente le bloquea el paso.

—Son las once, ¿a dónde vas?

—A donde más voy a ir si no a la Universidad—, responde Ángeles impasible.

Aunque en realidad, la universidad había cerrado después de las vacaciones.

Ángeles no tenía donde ir más.

A diferencia de los demás, que tenían un hogar al cual regresar.

Después de las vacaciones, los estudiantes podrían empacar sus cosas y volver a casa con alegría.

Pero Ángeles había estado viviendo con Vicente durante medio mes; no podía entonces quedarse para siempre.

Él se estremeció por un momento.

En un instante, Ángeles sintió que su cuerpo se aligeraba, ¡Vicente la estaba levantando en brazos!

Justo al lado estaba la barandilla, y Ángeles, asustada, y temerosa que Vicente, en un arrebato de ira, la arrojara escaleras abajo. Se aferro rápidamente a su cuello.

Pero Vicente no iba por supuesto a hacer tal cosa.

Dio grandes pasos hacia el dormitorio y luego lanzo a Ángeles sobre la cama grande.

La cama era suave a lo que ella reboto un par de veces antes de ser oprimida por el pesado cuerpo de Vicente.

En la habitación oscura, e iluminada solo por la luz de la luna que se filtraba por la ventana, Ángeles solo veía los ojos rojizos de Vicente, llenos de una locura reprimida y un deseo arrollador.

Antes del beso, una frase dominante llego a los oídos de Ángeles:

—Ángeles, si te atreves a buscar a Oscar, ¡te juro que lo acabo!

Tras una pausa, añadió:

—¡No puedes buscar a nadie más!