El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 287

Paula fue escoltada por Nancy y Rafael al cruzar la puerta principal.

Nancy, con voz firme y severa, ordenó a la criada: —¡Ve a preparar agua caliente y trae un juego de ropa limpia! ¡Y también un tazón de agua con miel, rápido!

La criada se apresuró a cumplir.

Nancy tocó la frente de Paula y, al no detectar fiebre, aún preocupada, la acompañó personalmente de vuelta a su habitación.

La criada ya había preparado el agua caliente y ajustado la temperatura.

—Ve a tomar un baño para eliminar el frío, y cuando termines llámame, yo te ayudare a secar el cabello.

—Muchas gracias, mamá.

Paula inhaló por su nariz enrojecida por el frío, y sus ojos se humedecieron.

Una vez que Nancy salió, cerró la puerta de la habitación.

Paula se quitó la ropa sucia y la arrojó a un lado, luego se sumergió en la bañera.

El agua caliente, perfectamente templada, reconfortaba cada poro de su cuerpo, y sus extremidades, casi entumecidas por el frío, empezaron a recuperar la sensibilidad.

Paula esbozó una sonrisa, que poco a poco se amplió en su cara.

El primer paso había sido un éxito.

Después de disfrutar de un relajante baño caliente, Paula, con una toalla envuelta en la cabeza, se cambió de ropa y salió de la habitación.

Justo a tiempo para escuchar a Nancy recibir una llamada del sanatorio.

El sanatorio, al darse cuenta de la desaparición de Paula, había organizado rápidamente un equipo de búsqueda y, al no encontrarla, llamaron apresuradamente a la casa de los Castro para informar de la situación.

Al saber que Paula había vuelto a la casa de los Castro, desde el sanatorio preguntaron: —¿Quieren que enviemos a alguien para llevarla de vuelta al sanatorio?

La respuesta de Nancy fue una reprimenda furiosa.

—¡El enfermo serás tú! Te digo, Paula está perfectamente normal. ¡No necesita volver al sanatorio, y ustedes no necesitan volver a llamar!

—Y además, ¡aún tengo que ajustar cuentas con ustedes por la herida en la cabeza de Paula!

Nancy se compadeció profundamente, sin importar lo que Paula hubiera hecho antes. Mientras ella mejorara, eso sería suficiente.

Además, apenas era una joven de diecinueve años.

Todavía una niña.

Nancy, con un rostro lleno de amor maternal, acarició el cabello de Paula, asegurándole: —No, eso no volverá a ocurrir. Mamá no permitirá que vuelvas a ese lugar, nunca más.

—¡Sí!

Paula inhaló por la nariz y se volvió para abrazar a Nancy.

Nancy y Paula, como en los últimos diecinueve años, estaban increíblemente unidas, una con amor maternal profundo y la otra con dependencia y cariño.

En la cena de Navidad, con Paula presente, el ambiente en la casa de los Castro cambió instantáneamente, llenándose de risas y calidez humana.

En este ambiente acogedor, todos coincidieron tácitamente en no mencionar a Ángeles.

Abelardo fue el primero en dejar los utensilios y levantarse, diciendo: —Ya estoy lleno, ustedes por favor continúen.