El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 31

La noticia del secuestro de Ángeles llegó a la familia Castro a las diez de la noche.

Inicialmente, Nancy y Rafael no le dieron importancia, suponiendo que la joven seguramente había salido a divertirse, razón por la cual no había regresado a casa a cenar.

Además, Paula no se encontraba bien y ambos estaban ocupados intentando calmarla.

No fue hasta las diez de la noche, cuando, al ver que Ángeles no había regresado, Nancy intentó llamarla y se dio cuenta de que, siendo madre, ni siquiera poseía el número de móvil de su hija...

Mientras se sentía culpable por ello, observó a un sirviente que entraba acompañado de dos personas.

Rafael, al verlos, se levantó de inmediato para saludar: —Capitán José, ¿qué les trae por aquí? ¿No están ocupados hoy en la comisaría?

El Capitán José, sin intercambiar cortesías con Rafael, extrajo de su maletín una hoja con una imagen de vigilancia ampliada y preguntó: —Mira esto, ¿es esta tu hija?

Nancy se acercó para observar.

La figura ampliada en el papel era, claramente, Ángeles.

—Mi hija, ¿qué le ha ocurrido?

Nancy temblaba de pies a cabeza y su mente se llenó instantáneamente de escenarios terribles, aterrorizada: —Ya me parecía que mi Ángeles no debería haber vuelto a casa tan tarde, ¿le ha ocurrido algo? ¡Díganme rápido!

—Este es un registro de vigilancia descubierto por un colega del departamento encargado de revisar las grabaciones.

Así dijo el Capitán José, mientras mostraba el vídeo de vigilancia almacenado en su móvil.

En el vídeo, Ángeles caminaba por la calle cuando una furgoneta se detuvo abruptamente frente a ella y dos hombres robustos salieron rápidamente, la agarraron y la metieron en el vehículo.

Luego, la furgoneta se alejó a toda velocidad, desapareciendo sin dejar rastro...

El corazón de Nancy estaba a punto de romperse.

A través de la pantalla, observaba impotente cómo secuestraban a su hija, una experiencia visualmente impactante y devastadora para cualquier padre incapaz de proteger a su hijo.

Mientras uno lloraba y el otro intentaba consolar, no se percataron de que en la esquina de la escalera se asomaba el borde de un vestido de encaje blanco.

Paula estaba allí, escuchando en secreto durante un buen rato.

Luego, se retiró silenciosamente a su habitación.

Por la tarde, Ignacio le había enviado un mensaje diciendo que el asunto estaba resuelto; en ese momento, ella aún estaba algo preocupada, sin saber si la persona que Ignacio había contratado era confiable.

Ahora, parece que todo ha sido un éxito.

De lo contrario, el Capitán José no habría venido personalmente a verificar la situación.

¡Qué bien! A partir de ahora, ¡Ángeles ya no aparecerá para molestarla!

La sonrisa en el rostro de Paula era imposible de ocultar.