El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 314

Resumo de Capítulo 314 : El Regreso de la Heredera Coronada

Resumo do capítulo Capítulo 314 de El Regreso de la Heredera Coronada

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¡Salvador huyó despavorido!

Beatriz, jadeando, lo persiguió hasta que Salvador se alejó lo suficiente. Solo entonces dejó caer el cuchillo de cocina al suelo, se limpió el sudor de la frente y tomó un taxi directamente hacia la mansión de la familia Castro.

La mansión de la familia Castro seguía siendo imponente. Después de todo, habían sido los antiguos magnates de Luz de Luna. Aunque habían pasado por grandes turbulencias, la opulencia y majestuosidad seguían intactas.

Beatriz no dejó de golpear la puerta y tocar el timbre.

—¡¿Hay alguien ahí?! ¡Por favor, alguien venga! ¡Necesito ver a alguien de la familia Castro! ¡Es algo muy importante que debo decirles!

Finalmente, un sirviente salió a recibirla.

Beatriz agarró las rejas de hierro de la puerta con desesperación y exclamó: —¡Quiero ver al señor Rafael y a la señora Nancy! ¡Déjame entrar!

—Ellos no están aquí. Incluso el señor Abelardo ha salido. —respondió el sirviente con total indiferencia.—Si tienes algo importante que decir, quizá deberías probar suerte con la familia Vargas.

¿La familia Vargas?

Beatriz se quedó atónita por un momento, pero pronto se dio la vuelta, subió al taxi y se dirigió a la mansión de la familia Vargas.

La mansión de la familia Vargas estaba cubierta de un solemne blanco.

Gonzalo había fallecido.

En ese preciso momento, dentro de la mansión, se celebraba el funeral de Gonzalo.

Beatriz sabía que su visita era algo inoportuna, pero en ese momento no tenía otra opción. Por sí sola, estaba indefensa y no tenía recursos suficientes para salvar a Ángeles.

—¡Abran la puerta, abran la puerta! ¡Necesito ver al señor Rafael y a la señora Nancy! ¡Déjenme entrar!

Gritó Beatriz con los ojos enrojecidos mientras golpeaba la puerta.

Los sirvientes de la familia Vargas se acercaron para evaluar la situación. No podían tomar la decisión de dejar entrar a una extraña, así que fueron a informar de inmediato a los miembros de la familia.

Dentro de la casa, Nancy lloraba desconsolada en el salón funerario.

Ella era la hija menor de la familia Vargas.

Gonzalo, quien tuvo a Nancy en su vejez, la había amado como a su más preciado tesoro.

En el pasado, incluso la había entrenado como su heredera, pues quería que asumiera la dirección de la Clínica de la Benevolencia. Pero Nancy, obstinada como siempre, nunca mostró el más mínimo interés por la medicina. Lo único que le apasionaba era su amado salón de belleza.

Desde que tres días atrás había recibido la nefasta noticia de la muerte de Gonzalo, no había dejado de llorar ni un momento. Incluso había perdido el conocimiento en dos ocasiones debido al dolor emocional.

Paula, que había estado a su lado cuidándola todo ese tiempo, acarició con suavidad la espalda de Nancy y la consoló con ternura: —Mamá, ya no llores. Si el abuelo te viera así, también se sentiría triste.

Nancy se apoyó cuidadosa en el hombro de Paula y lloró desconsolada antes de calmarse un poco.

Fue en ese momento cuando un sirviente llegó para informar: Disculpen, hay alguien afuera que insiste en verlos. Mencionó específicamente a la señora Nancy y al señor Rafael.

Rafael y Abelardo estaban ocupados atendiendo a los familiares y amigos que habían llegado para presentar sus respetos, por lo que no podían apartarse de allí.

Nancy, agotada, preguntó sin mucho interés: —¿Quién es?

El sirviente negó.—No lo sé. Es una joven que dice ser amiga de la señorita Ángeles. Afirma que tiene algo muy importante que discutir y que necesita hablar en este momento con usted y su esposo.

¿Una amiga de Ángeles?

Nancy no reaccionó de inmediato.

Sin embargo, Paula entrecerró los ojos, mientras una serie de pensamientos cruzaban de forma fugaz por su mente.

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