A série El Regreso de la Heredera Coronada, de Internet, é um romance de amor chinês totalmente atualizado em booktrk.com. Leia Capítulo 314 e os capítulos seguintes do romance El Regreso de la Heredera Coronada aqui.
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¡Salvador huyó despavorido!
Beatriz, jadeando, lo persiguió hasta que Salvador se alejó lo suficiente. Solo entonces dejó caer el cuchillo de cocina al suelo, se limpió el sudor de la frente y tomó un taxi directamente hacia la mansión de la familia Castro.
La mansión de la familia Castro seguía siendo imponente. Después de todo, habían sido los antiguos magnates de Luz de Luna. Aunque habían pasado por grandes turbulencias, la opulencia y majestuosidad seguían intactas.
Beatriz no dejó de golpear la puerta y tocar el timbre.
—¡¿Hay alguien ahí?! ¡Por favor, alguien venga! ¡Necesito ver a alguien de la familia Castro! ¡Es algo muy importante que debo decirles!
Finalmente, un sirviente salió a recibirla.
Beatriz agarró las rejas de hierro de la puerta con desesperación y exclamó: —¡Quiero ver al señor Rafael y a la señora Nancy! ¡Déjame entrar!
—Ellos no están aquí. Incluso el señor Abelardo ha salido. —respondió el sirviente con total indiferencia.—Si tienes algo importante que decir, quizá deberías probar suerte con la familia Vargas.
¿La familia Vargas?
Beatriz se quedó atónita por un momento, pero pronto se dio la vuelta, subió al taxi y se dirigió a la mansión de la familia Vargas.
La mansión de la familia Vargas estaba cubierta de un solemne blanco.
Gonzalo había fallecido.
En ese preciso momento, dentro de la mansión, se celebraba el funeral de Gonzalo.
Beatriz sabía que su visita era algo inoportuna, pero en ese momento no tenía otra opción. Por sí sola, estaba indefensa y no tenía recursos suficientes para salvar a Ángeles.
—¡Abran la puerta, abran la puerta! ¡Necesito ver al señor Rafael y a la señora Nancy! ¡Déjenme entrar!
Gritó Beatriz con los ojos enrojecidos mientras golpeaba la puerta.
Los sirvientes de la familia Vargas se acercaron para evaluar la situación. No podían tomar la decisión de dejar entrar a una extraña, así que fueron a informar de inmediato a los miembros de la familia.
Dentro de la casa, Nancy lloraba desconsolada en el salón funerario.
Ella era la hija menor de la familia Vargas.
Gonzalo, quien tuvo a Nancy en su vejez, la había amado como a su más preciado tesoro.
En el pasado, incluso la había entrenado como su heredera, pues quería que asumiera la dirección de la Clínica de la Benevolencia. Pero Nancy, obstinada como siempre, nunca mostró el más mínimo interés por la medicina. Lo único que le apasionaba era su amado salón de belleza.
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