El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 326

Todo el tiempo mantuvo la cabeza baja, sin pronunciar una sola palabra, temerosa de que alguien pudiera notar sus cicatrices.

¿Acaso existe una mujer que no se preocupe por su apariencia?

Ángeles podría desarrollar un medicamento para eliminar cicatrices y restaurar las heridas que causaron aquella desfiguración.

Pero tanto los ingredientes como el tiempo eran un problema.

Además, Ángeles solo quería salir lo antes posible de la madriguera de lobos que era la familia González. Por lo tanto, esa idea no era más que un pensamiento pasajero; no tenía ni el corazón ni la disposición para hacer algo así por una desconocida.

Cuando la sirvienta desfigurada salió de la habitación, Ángeles, ya satisfecha tras haber comido, se recostó en la cama, cerró los ojos y comenzó a reflexionar sobre lo que ocurriría al día siguiente.

Mañana, con la última aguja, el veneno frío en el cuerpo de Emilio sería completamente eliminado, y él podría caminar como una persona normal.

Al mismo tiempo, Emilio no dudaría en deshacerse de ella. No le daría la menor oportunidad de salir viva de Ríoalegre.

Entonces... ¿de verdad debía permitir que ese perro rabioso llamado Emilio recuperara por completo su capacidad para moverse?

Ángeles abrazó la manta y, perezosamente, se dio la vuelta en la cama, ajustándose a la posición más cómoda para asi poder tomar una siestecita.

Con la mente completamente enfocada en el enfrentamiento del día siguiente, Ángeles no se percató de que, justo afuera de la suite, la empleada que había salido con un plato vacío levantaba lentamente la cabeza. Sus ojos, como si estuvieran impregnados de veneno, ardían con un odio desmedido.

Después de varios días de escuchar indirectas y recolectar información, Berenice finalmente entendió por qué Ángeles estaba en la familia González y no había sido sometida a las torturas sádicas de Emilio.

¡Saber medicina realmente marcaba la diferencia!

Berenice sonrio sarcásticamente. Pero, ¿y qué con eso? Conociendo el carácter impredecible de Emilio, que podía cambiar de humor en un abrir y cerrar de ojos, era seguro que, una vez que concluyera el tratamiento con la última aguja al día siguiente, el destino de Ángeles sería la muerte.

Y ella estaría allí para presenciarlo todo, sin perderse ni un detalle.

Al día siguiente

En el mismo lugar, junto a las aguas termal, Ángeles llevó a cabo el último tratamiento con agujas para Emilio.

A su alrededor, los subordinados de la familia González observaban cada movimiento sin pestañear, algunos con nerviosismo y otros con expectativas.

Después de este tratamiento, su señor Emilio finalmente se liberaría de la silla de ruedas y podría ponerse de pie.

Mientras colocaba las agujas, Ángeles preguntó: —Señor Emilio, ¿está usted nervioso?