El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 347

Vicente temía que su hermana mayor no pudiera soportar semejante golpe, así que no tenía intención de decirle la verdad. Sin embargo, Lourdes lo conocía demasiado bien y exclamó de inmediato: —¡No pienses en engañarme!

—¡Habla, puedo soportarlo!

Lourdes apretó con fuerza las sábanas que tenía a su lado. Sus ojos, desenfocados, brillaban con una mezcla de tenacidad y un odio implacable. —Cuando encontremos al culpable, ¡voy a matarlo con mis propias manos!

Vicente reflexionó un momento antes de responder lentamente: —Aún no hemos encontrado al culpable. La pista se cortó. Por ahora, lo que sabemos es que la mente maestra detrás del ataque al barco, quien quería eliminar a los testigos, probablemente sea una facción que opera en Luz de Luna.

En el barco había algo extremadamente importante, algo no solo de valor incalculable.

¡Sino que podía volver loco a cualquiera!

Juan, aunque era el prometido de Lourdes, y antes que nada, era subordinado de Vicente.

Transportar ese objeto era una misión crucial. En ese momento, Vicente había asignado a varios equipos para protegerlo, pero la tarea de trasladar directamente el objeto requería de alguien absolutamente confiable.

Fue entonces cuando Juan se ofreció para llevar a cabo la misión.

En aquel entonces, Juan bromeó diciendo que esa sería la última tarea que realizaría como subordinado de Vicente, porque pronto ascendería a ser su cuñado.

Vicente aceptó y permitió que Juan se encargara del transporte, además de asignar otros barcos como señuelo.

Pero, por razones desconocidas, la información se filtró.

Esto resultó en que el barco en el que estaba Juan fuera atacado y él asesinado.

El objeto se perdió, y Juan también.

Desde entonces, Vicente había estado investigando en secreto y finalmente encontró un hilo conductor que lo llevaba a Luz de Luna.

Todo parecía estar relacionado... con la familia Castro, antiguos magnates de Luz de Luna.

Esa era la razón por la que Vicente había hecho varias visitas nocturnas a la residencia de la familia Castro.

Sin embargo, Vicente había mantenido esta información en secreto.

—Luz de Luna, siempre Luz de Luna...

Murmuró Lourdes para sí misma. De repente pareció recordar algo, y alzando la mirada hacia Vicente, preguntó: —¿Te quedaste todo este tiempo en Luz de Luna buscando pistas?

Lourdes empujó suavemente a Belén hacia adelante.

Belén prometió de inmediato: —Señor Vicente, le juro que no causaré problemas. Se lo ruego, por favor, déjeme acompañarlo. De verdad extraño a mi hermano... y también quiero vengarlo...

Al llegar a estas palabras, dos lágrimas cayeron al suelo.

Con los ojos enrojecidos y una expresión de súplica humilde, Belén parecía increíblemente vulnerable.

Lourdes suspiró y también comenzó a suplicar: —Hermano, por favor, por mí. Llévala contigo. Es la única hermana de Juan y, por lo tanto, también es mi hermana.

Belén asintió rápidamente y corrigió: —Lourdes es mi cuñada, también mi hermana. Vicente, se lo ruego.

—...

Dos mujeres insistieron con ruegos y persuasiones.

Vicente podía ignorar las súplicas de Belén, pero no podía rechazar a Lourdes, quien, acariciando su vientre, lucía visiblemente dolida.