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Capítulo 349
La sirvienta se mostró algo incómoda y le respondió con tono cortés: —Señorita Belén, ¿le parecería bien quedarse en la habitación de al lado? También tiene muy buena iluminación.
Belén dio una vuelta por la habitación de huéspedes y notó un protector solar a medio usar sobre la mesa.
Era evidente que se trataba de un objeto dejado por una mujer.
Con una curiosidad evidente, preguntó: —¿Quién estuvo aquí antes? Este protector solar debe de ser de algún huésped anterior, ¿cierto?
—Sí, cierto.
La sirvienta asintió, sin agregar ni una palabra más de lo necesario.
Belén no insistió. Sonrió y dijo: —Entonces me quedaré en esta habitación. Por favor, ordena todo y tira a la basura cualquier cosa que sobre. Gracias.
Al terminar de hablar, soltó el protector solar, que cayó con un sonoro plop dentro del basurero.
La sirvienta parecía aún más incómoda y trató de persuadirla: —Señorita Belén, sin la autorización del señor Vicente, no podemos tomar decisiones por nuestra cuenta. Por favor, quédese en la habitación de al lado. Al fin y al cabo, el estilo de decoración es el mismo, cambiar de cuarto no hará gran diferencia.
Rechazada por segunda vez consecutiva, la paciencia de Belén llegó a su límite.
Sin embargo, no lo dejó ver en su rostro. Seguía mostrando una sonrisa amable y encantadora, aunque su postura denotaba una sutil pero firme autoridad: —¿Y si insisto en quedarme aquí?
—Entonces tendré que pedir autorización al señor Vicente.
En ese momento, Vicente apareció.
Al ver a Belén en la habitación que Ángeles había ocupado por más de medio mes, entonces ordenó: —Haz que se quede en el primer piso. No quiero que suba al segundo.
Dicho esto, Vicente se dirigió a su dormitorio principal, donde se cambió de ropa, y acto seguido salió de la casa.
El rugido del motor llenó el aire mientras su lujoso automóvil negro se alejaba a toda velocidad.
Belén fue relegada al primer piso.
Casona Azul era inmensa. En el primer piso, además de habitaciones para huéspedes, había salas de entretenimiento, un cine privado, y otras áreas.
En el sótano se encontraban el gimnasio y los cuartos del personal de servicio.
Pero lo más importante era que las palabras de Vicente no solo significaban que debía quedarse en el primer piso; también implicaban que tenía prohibido siquiera poner un pie en los pisos superiores.
Porque el segundo piso era su espacio personal.
En ese espacio privado, Vicente podía recibir a otra mujer, mientras excluía deliberadamente a Belén.
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