Resumo do capítulo Capítulo 433 de El Regreso de la Heredera Coronada
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Ángeles aún creía haber escuchado mal, pero notó que Vicente en realidad se detuvo, permaneciendo inmóvil mientras esperaba su valiosa ayuda.
¿Pero, no era su mano la que se había lastimado, verdad?
Ángeles se quedó paralizada, la presencia intimidante de Vicente la hizo percibir a leguas el peligro y no se atrevió a acercarse.
—¿Quieres que llame a uno de tus subordinados?— preguntó decidida Ángeles.
Vicente la miró de reojo, con una sonrisa leve en los labios, ni risueña ni seria, sino con un aire de frivolidad y escrutinio total, —no es la primera vez que me quitas la ropa, ¿acaso tienes miedo?
Aquellas palabras eran audaces y directas, rozando casi una declaración más explícita y profunda.
Después de todo, existía una relación íntima entre ellos.
Ángeles se sintió tan observada que se sonrojó como un tomate y deseó poder escapar, pero al recordar que las heridas de ese hombre eran el resultado de haberla salvado, sus pies se sintieron como llenos de plomo, incapaces siquiera de moverse.
Por fin,
Ángeles suspiró internamente, avanzó unos cuantos pasos, enfrentando la intensa mirada de Vicente, y le quitó la camisa.
El cuerpo atlético y musculoso de Vicente quedó expuesto ante los lindos ojos de Ángeles.
Hay que decir que Vicente tenía un cuerpo típicamente delgado con ropa pero musculoso sin ella, con una cintura delgada y fuerte, un pecho robusto, y una espalda llena de fuerza, con líneas musculares suaves y bien definidas.
Sin embargo, las innumerables cicatrices en su cuerpo dejaban leves marcas en su torso casi como si estuviera forjado en bronce y hierro, emitiendo de esa forma una atmósfera implacable y feroz.
Ángeles se sorprendió al verlo, —¿Cómo... es tan grave?
La cicatriz más reciente en el cuerpo de Vicente era claramente la que recibió la noche que la salvó con un arma blanca.
Aunque esa noche en el auto ella le había dado los primeros auxilios bajo una luz tenue no había visto con mucho detalle, pensó que Vicente seguro recibiría atención médica al regresar.
Pero para su gran sorpresa, después de tantos días, ¡la herida todavía no mostraba signos de mejoría!
En ese instante, Ángeles se sintió abrumada por un sentimiento de culpa tardío.
Solo sentía un doloroso nudo en el corazón, arrepintiéndose de no haber preguntado ni mostrado más preocupación después de aquel tenebroso día.
Vicente, sin embargo, no emitió ningún sonido.
Pero las venas en su cuello se marcaban ligeramente, y los músculos de sus brazos estaban tan tensos, todo señalando el agudo dolor que estaba soportando.
Ángeles lo vio y no pudo evitar decir: —¿Por qué te aguantas de esa manera? Claramente podríamos ir al hospital y usar anestesia, ahora mira cómo sufres...
Vicente con una risa baja, su nuez de Adán vibraba y su voz era ronca y firme: —No es que no haya solución.
—¿Cuál es?
Justo después de preguntar, Ángeles sintió que una sombra cubría su vista y un aliento cálido caía sobre su cara, seguido de una sensación fresca y suave en sus carnosos labios.
Boom.
Ángeles se sorprendió, su corazón latía a mil por hora, casi saliéndose de su pecho, su visión oscurecida, y todos sus sentidos se concentraban en sus labios.
La sensación de ser mordida y la presión contra sus dientes era inconfundiblemente clara.
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