El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 474

Cuando la familia Pérez viajaba, lo hacía en avión privado.

Ángeles no quería hacer un gran espectáculo, porque, al fin y al cabo, no estaba segura de poder curarla, y hacer mucho ruido para luego no conseguirlo sería embarazoso.

Hugo se rascó la cabeza, confundido, y respondió: —Pero no es ningún espectáculo, esto es solo una forma de viaje bastante común para nosotros.

Ángeles se quedó sin palabras.

Vale, vale, ya entiendo que la familia Pérez tiene dinero y prestigio.

Ángeles necesitaba preparar algunos medicamentos, por lo que se programó que la salida sería tres días después.

...

En Ciudad Solerana, en la casa Pérez.

Quien recibió la respuesta fue Belén.

Precisamente, la solicitud de consulta médica había sido enviada por ella en nombre de Lourdes.

Mientras Vicente estuvo presente, no se atrevió a considerar esta idea, por lo que, calculando el tiempo desde que Vicente había dejado la Ciudad de la Luz de la Luna, envió la solicitud al Centro Médico Sanar, pidiendo que Ángeles viniera a tratarla.

Durante este tiempo, no dejó de elogiar ante Lourdes, diciendo que la última vez que estuvo en Ciudad de la Luz de la Luna encontró a un Médico divino con habilidades inigualables que podría curar los ojos de Lourdes.

Lourdes al principio no creía, había estado ciega durante tantos años y había sido decepcionada demasiadas veces, ya no tenía esperanzas.

Pero no pudo resistirse a la astuta persuasión de Belén, quien elevó las habilidades médicas de Ángeles al nivel de un Médico divino en vida, algo mágico.

Finalmente, Belén dijo: —Lourdes, cuando tu bebé nazca, ¿no querrás saber cómo luce? Solo si tus ojos mejoran podrás verlo con tus propios ojos.

Belén conocía muy bien a Lourdes, siempre capaz de tocar su punto débil con una sola frase.

Desde entonces, Lourdes comenzó a albergar una esperanza sin precedentes, esperando poder ver, esperando al Médico divino que Belén había prometido traer.

Si Ángeles estuviera allí, sabría que esta táctica era un halago que precede a la destrucción.