El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 498

En el trayecto de Ciudad de la Luz de la Luna a Ciudad Solerana, Rafael y Nancy se mostraron extremadamente sumisos, sin intentar resistirse ni pensar en escapar.

Ambos estaban plenamente conscientes de que nunca se abandonarían el uno al otro; si no podían escapar juntos, no tenía sentido intentarlo.

Paula había cumplido con éxito su misión.

Al llegar a la casa Ruiz en Ciudad Solerana, lo que menos le importaba era dónde llevarían a Rafael y Nancy, su primera acción fue preguntar a los sirvientes en la entrada: —¿Emiliano ha regresado?

—El señor Emiliano acaba de llegar, está en el salón principal.

¡Perfecto!

Al oír esto, Paula corrió hacia el salón principal.

Allí, en una silla de madera de gran valor, Emiliano estaba sentado disfrutando de un café, con un porte despreocupado y distinguido.

Levantó la tapa de la taza, olió el aroma sin hacer ruido.

El vapor difuminaba sus facciones, solo se podían ver sus manos sosteniendo la taza, sus articulaciones bien definidas y su piel tan pálida que mostraba las venas entrecruzadas, exudando una sensación de fuerza masculina.

Paula, casi sin darse cuenta, suavizó sus pasos y su tono de voz, y con un coqueteo llamó: —Emiliano.

Emiliano levantó la vista, sus ojos oscuros, su nariz alta, sus labios sonrientes y su mirada tierna, respondió suavemente: —Paula.

Paula se sonrojó.

Luego, con audacia, se acercó, tomó del brazo a Emiliano y dijo con mimo: —Emiliano, traje a Rafael y Nancy como me pediste, ¿cómo me vas a recompensar?

Emiliano la miró sonriendo y preguntó a cambio: —¿Qué recompensa quisieras, Paula?

—Yo...

Según las coordenadas, era un cañón a miles de kilómetros de distancia, rodeado de montañas inexploradas y conectado a un río con una cascada desconocida.

El primer día de viaje, todo transcurrió sin problemas.

El segundo día, la ruta se filtró y surgieron rumores de que el legendario mapa verdadero estaba en manos de la familia Ruiz.

Con esto, facciones tanto visibles como ocultas fijaron su atención en la familia Ruiz, y el paradero de señor Emiliano se hizo evidente.

Emiliano, como si lo hubiera anticipado, presentó a Rafael y Nancy, quienes habían visto el mapa, como guías.

Luego, dejó de ocultar su rastro y aceptó de buen grado que otros se unieran a su expedición para buscar el lugar secreto del mapa.

Nadie entendía por qué actuaba de esa manera.