El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 516

—¿Qué? ¿Entonces qué hacemos?

Nancy estaba al borde del llanto, desesperada, agarrando el brazo de Ángeles y gritando: —¡Ángelita, por favor, piensa en algo! Conoces de medicina, ¡no puedes simplemente mirar cómo tu padre muere!

...

Ángeles, molesta por el ruido, miró fijamente a Nancy y le respondió: —Si realmente quisiera desentenderme y no ayudar, ¿no sería suficiente con no hacer nada?

La insistencia de Nancy en suplicar de esa manera era como ponerla sobre el fuego.

Si ayuda, parece que lo hace obligada, sin obtener ningún beneficio y sintiéndose además agraviada.

Si no ayuda, los beneficios son aún menores, y además se ganaría la reputación de ser alguien que ignora a los demás en peligro.

Ángeles se soltó de Nancy y se alejó para buscar las hierbas medicinales necesarias.

Nancy quedó paralizada, dándose cuenta finalmente que sus súplicas desesperadas demostraban su desconfianza en que Ángeles quisiera intervenir, implicando un chantaje moral...

Y no era la primera vez.

De hecho, siempre había sido así.

Nunca había confiado realmente en Ángeles.

Como antes de la bancarrota, cuando era Paula quien soltaba unas pocas palabras ambiguas o directamente difamatorias sobre Ángeles, y Nancy creía sin verificar.

Reflexionando sobre esto, las manos de Nancy temblaron ligeramente, y luego le hizo una pregunta a Ángeles:

—Ángelita, ¿por qué no viniste al funeral de abuelo después de que murió?

Ángeles ya había encontrado las hierbas y, mientras las frotaba en sus manos hasta convertirlas en una masa, aplicó la mezcla sobre la herida de Rafael.

Después, esparció un polvo medicinal sobre la misma.

Ángeles se limpió las manos, su expresión sin cambio alguno.

Había pasado demasiado tiempo. Ya nada de eso importaba.

Ni eso ni ustedes.

Ángeles se puso la mochila al hombro y se marchó.

Rafael, que yacía en el suelo sufriendo hasta no poder hablar, se revolcó hasta que el medicamento surtió efecto y el dolor disminuyó; poco a poco recuperó sus sentidos, solo para ver la cara de Nancy bañada en lágrimas.

—Ya está, mira, ya no me duele, gracias a la habilidad médica de Ángelita, jeje...

Rafael sonreía tontamente, sin haber escuchado las palabras anteriores, pensando que Nancy estaba preocupada por él.

Nancy lloraba aún más fuerte, con un desespero casi asfixiante: —Fui yo quien empujó a mi propia hija, yo la empujé...