El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 518

Ángeles giró bruscamente y al iluminar con la linterna, efectivamente vio un par de pupilas verticales doradas.

La piel de la pitón, que parecía una armadura, reflejaba bajo la luz de la linterna un color nauseabundo y aterrador.

Ángeles sintió un escalofrío y corrió desesperadamente hacia adelante.

El pitón la siguió inmediatamente, deslizándose por el suelo a una velocidad impresionante, acercándose rápidamente a los pasos de Ángeles.

Ángeles sacó el cuchillo que llevaba atado al muslo y, sin mirar atrás, lanzó el cuchillo siguiendo el sonido.

El ruido detrás de ella solo se detuvo por un momento, luego el pitón, como si estuviera enfurecido, persiguió a Ángeles con mayor velocidad.

¡No había forma de enfrentarlo!

Ángeles corría rápidamente, intentando varias veces usar el terreno como obstáculo para sacudirse al pitón, pero este era su territorio, y no importa cuánto corriera Ángeles, el pitón seguía implacable.

Justo cuando pensaba que no había salida, se encontró con un camino bloqueado.

Parecía que había ocurrido algún tipo de deslizamiento de tierra o un gran movimiento sísmico, ya que una enorme roca bloqueaba el camino de Ángeles.

Mirando a ambos lados, a un lado había un río que definitivamente contenía cocodrilos, si no peores, ¡pirañas!

Y a la derecha, el camino estaba completamente bloqueado por el pitón.

¡Era hora de actuar!

Ángeles, con varias agujas de plata en mano y sin dudarlo, apuntó directamente a los ojos del pitón.

El pitón, de manera desafiante, no se movió.

En un instante, tres agujas de plata perforaron el ojo izquierdo del pitón, que, adolorido, rodó por el suelo mientras su cola barría violentamente hacia Ángeles.

Ángeles retrocedió rápidamente, con la piel de gallina, disgustada por la idea de que esa suciedad la tocara.

El pitón, más enfurecido por haber fallado, atacó nuevamente a Ángeles.

Esta vez, empleó su técnica más letal, decidido a enroscarse ferozmente alrededor de su presa y estrangularla.

Fue como aquella vez en la familia Castro, cuando fue secuestrada a media noche y pagaron un millón de dólares como rescate para que salvara a alguien, escalando la alta reja de la casa Castro.

Y el pitón que se precipitaba hacia ellos, se estrelló contra el lugar donde Ángeles había estado parada, chocando contra la roca y luego no se movió más.

Ángeles bajó la vista hacia su ropa, sin una mancha de suciedad, y respiró aliviada.

Luego se giró para mirar a la persona a su lado.

El hombre era alto y esbelto, su gran figura casi la envolvía por completo.

Bajo el tenue brillo de la luna y el halo de luz de la linterna perdida, todo el frío resplandor alrededor era opacado por él, todo lo demás parecía perder color.

Solo esta persona, radiante y única en el mundo, causaba asombro a primera vista, dejando a todos hechizados.

Parecía que, con esta persona presente, ningún peligro importaba.

Ángeles miró la hermosa cara frente a ella, parpadeó y dijo con su primera frase: —He venido a casarme contigo, ¿te conmueve?