El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 520

Ángeles no sabía de dónde había surgido un arrebato de ira en su interior, sintió un picor en las raíces de los dientes, un pesar agrio llenaba su pecho y una emoción indefinida, enfurecida y ansiosa comenzó a brotar rápidamente.

Levantó la cabeza y miró a Vicente con más furia que antes.

—¡Eres increíble, eh! ¿A ti no te importa tu vida? ¿Sabes que podrías morir si caes desde esa altura?

Los ojos de Ángeles se enrojecieron, esa emoción indescriptible se saturó hasta el punto de hacer brotar lágrimas de sus ojos.

Las lágrimas se esparcieron rápidamente y, con un parpadeo, rodaron hacia abajo.

Era una lágrima.

Ángeles se quedó sorprendida. Cuando fue abandonada por Rafael y Nancy, cuando fue falsamente acusada y cargó con todas esas injusticias, cuando ella misma se extrajo una bala después de haber recibido un disparo.

Nunca había llorado.

¿Pero ahora lloraba? ¿Realmente estaba llorando?

Ah.

Ángeles estaba atónita.

Vicente frunció el ceño, como si esa lágrima lo hubiera quemado, y todo su ser tembló; su rostro cambió de inmediato, y aquellos profundos y atractivos ojos oscuros se oscurecieron completamente.

Antes de que Ángeles pudiera reaccionar, Vicente se inclinó y presionó sus labios contra los de ella con fuerza.

El beso, arrollador, con una actitud dominante y poderosa, parecía querer encenderlos a ambos. Pero a veces se tornaba en un roce delicado y devoto, como si quisiera expresar mil palabras.

Ángeles fue completamente envuelta en los brazos de Vicente, aún preocupada por sus manos, sus heridas, luchando por querer vendarlas primero.

Pero Vicente, como castigándola, mordió sus labios para recordarle que se concentrara.

La emoción llena en su pecho era agridulce, y Ángeles cerró los ojos, respondiendo con audacia.

El fervor de ese momento era evidente para todos.

No se sabe cuánto tiempo pasó, ambos se separaron jadeantes, aún frente a frente, respirando entrecortadamente.

Ángeles se sentía un poco inestable, y al encontrarse con la mirada de Vicente, que parecía querer devorarla, su rostro se calentó y dijo en voz baja: —Tu herida, primero vendemos...

Vicente soltó una risa y la soltó.